Después de casi tres días, la velación de su abuela estaba a punto de terminar. Ella sabía que un funeral normal duraba un día y medio o dos, pero su madre y su tía habían insistido en que era necesario que fueran tres, a pesar de que no le habían explicado la razón. No le gustaba estar entre la multitud que se encontraba en su casa para esos días, así que salió a la parte trasera de la casa, donde tenían aquel enorme jardín con un frondoso árbol de ciruelas y muchos rosales acomodados en diferentes puntos del pastizal.
El cielo tenía un tono rojizo intenso, ya que el sol estaba a punto de desaparecer, pero aún había mucha luz, así que la pequeña se sentó en uno de los escalones que conectaban la casa con el jardín y suspiró mientras contemplaba todo, sin mirar realmente algún punto. El jardín estaba solitario, sin embargo, a sus espaldas aún podía escuchar todo el bullicio y lo odiaba. Se tapó los oídos con las manos mientras recargaba los codos en las piernas.
Quería que todos se fueran. Nadie podía realmente comprender lo que la partida de aquella mujer de 80 años significaba en realidad. Nadie podía saber el dolor que sentía, porque nadie la había conocido como ella, nadie la había escuchado hablar, reír o incluso gritar; todo eso la hacían una persona única que dejaría un hueco en su pequeño corazón. Una lágrima corrió por su mejilla, no obstante, se hubo ido tan pronto como había aparecido, la pequeña la había limpiado con rapidez.
Sintió un escalofrío cuando se percató de que alguien se colocaba justo a su espalda. Se giró lentamente y se encontró con un niño que no sería más de dos años mayor que ella. La miró atentamente con aquel par de ojos azules, haciéndola sentir cohibida. A pesar de que los destellos solares estaban casi extintos, uno que otro rebotaba en el rojizo cabello de la niña quien, después de algunos segundos de observar al extraño, se puso de pie, quedando frente a frente.
Era extraño ver a aquel niño en la casa; ella había estado ahí todo el tiempo desde que el funeral había comenzado y había sido la única niña presente. ¿De dónde había salido aquel desconocido tan repentinamente? El niño estaba a punto de decir su primera línea, cuando ella fue llamada por alguien en el interior de la casa.
—¡Circe! ¡Ven aquí!
Los ojos de la pequeña se dilataron por un instante y luego se dirigió al interior de la casa; era la voz de su padre y no quería hacerlo enojar por nada del mundo. Pasó al lado del desconocido, despacio, mirándolo, y luego corrió al interior de la casa.
Había dos puertas que conectaban el jardín con el interior de la casa; una de ellas estaba hecha de metal, gruesa, pintada de un color cromo, sin embargo, la pelirroja escogió la puerta por donde había salido, que estaba hecha de fuerte roble.
Entró a la pequeña biblioteca, la cual estaba desierta, su familia había decidido cerrarla para que la gente no invadiera toda la casa; una vez que cruzó aquella estancia, llegó a la habitación donde se encontraba su abuela. Esa habitación, que generalmente era la sala, estaba, por el contrario, llena de gente, sentados muy cercanos a donde la abuela reposaba. El ataúd era de color hueso con incrustaciones de plata y rodeada por gran cantidad de velas. Suspiró y buscó a su padre entre aquellas caras, sin embargo, en la habitación sólo se encontraban personas desconocidas, así que continuó con su recorrido.
Saliendo de la sala, giró a la izquierda para tomar el camino hacia la cocina, recorriendo un corto corredor enmarcado en paredes color perla. Las conexiones de habitaciones en su casa siempre habían parecido extrañas y confusas para otras personas, pero después de 8 años de vivir en aquel lugar, ella podía desplazarse casi con los ojos cerrados sin equivocarse.
Cuando llegó a la cocina, vio a sus padres en compañía de una mujer de piel morena clara que tenía una cara alargada con prominentes pómulos y una nariz larga y afilada. Su cabello rizado le ondeaba sobre los hombros mientras parecía discutir con su padre; su madre permanecía callada, observando. Detuvo su caminar un momento, mirando la escena en silencio, decidiendo si era mejor quedarse o regresar al jardín.
ESTÁS LEYENDO
Labios de cristal
Teen FictionAtrapada entre las constantes preocupaciones de su madre, la lejanía de su tía y la solitaria amistad que sostiene con su vecino, Circe White se debate en cómo liberarse de sus inquietudes y dar un giro a su monótona vida. Después de luchar arduamen...