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La pequeña niña del largo cabello oscuro corría por el extenso campo, el aire cálido golpeaba suavemente su rostro y pequeñas risas infantiles escapaban de sus labios, estaba tan contenta de sentir el sol cosquilleando sobre su piel y, sobretodo, sentirse en plena libertad, que ni siquiera se molestó en levantarse la falda del costoso vestido color celeste, cosa que lamentó cuando inevitablemente pisó la tela y se fue de bruces contra el suelo, fue cosa de suerte que alcanzara a interponer las manos entre este y su cara.

Tuvo que respirar profundamente más de una vez y recordarse a sí misma que ya no era una bebé, que no podía ponerse a lloriquear solo por un leve dolor y algunos rasguños; aún así, su labio inferior comenzó a temblar y la vista se le nubló por las lágrimas retenidas, por lo que no se percató de la presencia de la otra niña hasta que escuchó su voz.

— ¿Te encuentras bien?

La joven del vestido celeste se sobresaltó y enseguida usó el dorso de su mano para quitarse las lágrimas, al fin logrando enfocar su vista. Frente a ella se alzaba quien parecía ser una chica alta y muy delgada, la cegadora luz del sol hizo imposible que pudiera mirarle el rostro, pero sí pudo ver la mano que le ofrecía. Lo dudó por unos segundos hasta que decidió aceptar su ayuda y dejar que la chica le ayudara a levantarse.

Cuando al fin estuvo de pie aún tuvo que alzar la cabeza antes de encontrarse con unos ojos grandes y curiosos devolviéndole la mirada, de un color tan oscuro como el café, fue difícil para la joven evitar pensar que era tan bonita como desaliñada. Sus ropas se veían manchadas de lodo y estaba parchada por todos lados, en la parte visible de su piel se podían notar algunos raspones, suciedad y moretones, incluso su rostro estaba sucio, pero la sonrisa que le brindaba parecía iluminar con más fuerza que el sol.

— Gracias por ayudarme. —susurró la niña, un poco incómoda e incluso con algo de miedo, su madre le había advertido sobre la gente común, así que estaba lista para correr en caso de que fuera una ladrona.

Pero algo en ella le decía que podía confiar en la niña frente a ella, aquellos inocentes ojos no podrían esconder malas intenciones, ni queriendo.

— No es nada, te vi venir desde lejos, yo estaba ahí. —volteó ligeramente a la derecha y señaló con el dedo, la castaña siguió hacia la dirección indicada encontrándose con un imponente manzano—. Quise bajar y alcanzarte para decirte que era mala idea correr con esa ropa, pero llegué tarde.

Pero la niña ya no prestaba atención a las palabras, sino que se tomó el tiempo de escanear mejor el rostro contrario; su frente estaba cubierta por el flequillo y tenía el cabello largo, de un color más claro que el suyo, la nariz pequeña encajaba perfectamente con su rostro y sus labios rosados y gruesos igual eran tan bonitos. No pudo evitar imaginarse lo linda que se vería si viviera igual que ella, usando vestidos costosos y tomando baños seguidos.

La mirada inquisitiva de la contraria le hizo devolverse a la realidad aunque parpadeó rápidamente unas cuantas veces, sentía su rostro enrojecerse al notar que había mirado por mucho tiempo e intento esconderlo mirando hacia cualquier lugar menos a la chica.

— Uh... disculpa pero no pude escuchar lo que dijo.

Las palabras salieron en un hilo de voz, nunca había estado tan avergonzada, pero recordó todas las lecciones que se le habían enseñado y logró erguirse nuevamente de forma orgullosa. La joven frente a ella arrugó la nariz.

— Te dije que mi nombre es Lisa y también pregunté cuál es el tuyo. —Habló de nuevo, aún con la nariz arrugada soltó una suave risa—. Y creo que puedes hablarme de "tú", no tengo ochenta años, ¿sabes?

Se quedó callada un momento, nunca nadie le había hablado de esa manera, de una forma tan... casual. Sabía que debía hablar siempre con la verdad, que tal vez en ese momento debió decirle que era la princesa de Utopía, la segunda en la línea para heredar el trono, pero en aquel momento se dio cuenta de que aquello que, a pesar de su corta edad, añoraba con tanta fuerza, estaba justo frente a ella; una simple y tranquila normalidad.

— Soy Jennie. —dijo, y finalmente le devolvió la sonrisa a la contraria.

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⏰ Última actualización: Sep 14, 2020 ⏰

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