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Enero 21, 1977. Cerca de las 11:31 p.m.
¿Habían tenido un mes y medio para hacer el proyecto? Sí. ¿Aún así lo estaban haciendo el último día antes de la entrega? Por supuesto.
En su defensa, quizás, podríamos decir que habían habido ciertas circunstancias externas que no habían ayudado. Habían pasado dieciocho días desde su regreso a Hogwarts y las cosas seguían algo incómodas entre ellos. No solo por ese momento en la enfermería, también por la aparición del padre de Harper. A pesar de que se estaba volviendo uno de sus profesores favoritos, Remus no podía negar que se sentía algo intimidado por él, y eso también lo frenaba un poco de hablar con Harper sobre lo que había sucedido entre ellos.
(Aunque vamos, ¿a quién engañamos? Remus tan solo estaba buscando excusas para no enfrentar la realidad: le aterraba que Harper lo rechazara. Una cosa era un momento aislado en la enfermería, un compromiso era algo totalmente diferente.)
Por otro lado, Harper parecía más distraída de la cuenta desde que su padre había tomado el lugar del profesor de Defensa contra las artes oscuras. Remus lo había notado, se pasaba la mayor parte de las clases con la nariz pegada a un libro en francés y había dejado de entregar los deberes individuales que los profesores asignaban.
Sin embargo, con la fecha de entrega del proyecto de Aritmancia cerniéndose sobre ellos, Harper se había acercado a Remus para empezar a trabajar en él. A tan solo tres días de la entrega, recién se habían sentado a discutir las bases del proyecto y dividir tareas, para así cada uno poder investigar lo que hiciera falta. Luego se reunirían y trabajarían la última parte y los detalles finales para realizar la entrega el sábado a las nueve de la mañana.
La biblioteca había sido vaciada casi en su totalidad hacía una hora. Nicholas Kane, Premio Anual, había recorrido los pasillos, buscando asegurarse de que la mayor cantidad de estudiantes estuvieran en sus salas comunes respectivas previo al toque de queda. Al ver que Harper se encontraba con Remus, les había recordado que el toque de queda de los prefectos también sería pronto, por lo que les recomendó terminar lo que estaban haciendo antes de que se fueran a meter en problemas. Sin embargo, por más que habían intentado avanzar todo lo posible individualmente, el proyecto de Aritmancia estaba demostrando ser más complejo de lo que habían pensado. En especial cuando los números parecían apuntar sus predicciones en todas las direcciones, cuando deberían haber sido algo más concretas.
—Nada de esto tiene sentido —se quejó Harper, dejando salir un suspiro frustrado, examinando las notas frente a ella—. ¿Qué demonios se supone que significa esto?
A Remus le habría encantado contestar la pregunta y aliviar la preocupación de la pelirroja, pero estaba tan perdido como ella. Los números parecían haberse regado por la página sin sentido alguno y por más que intentaba ordenarlos, con cada segundo que pasaba comenzaban a parecer símbolos desconocidos. ¿Tan feo escribía el número 6?
