Still dancing with you

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Prendí la música y me centre en el escenario del teatro, la dulce melodía clásica empezó a sonar lentamente y comencé a contar para no perderme ni un paso.

Te posiciónaste al lado mío en el conteo que te tocaba, entrando por el costado del escenario golpeando una parte del telón color borgoña al pasar, como una fina brisa. Tras bambalinas eras otra cosa, otra persona que le sonreía a los que salían por allí y a mi, quien te esperaba a mi lado. Al entrar tus facciones se relajaron dejando que la melodía traspasará todo tu cuerpo desde la puntilla de los zapatos de ballet hasta tu dedo meñique de la mano, cada uno de tus pasos comenzaron a sincronizarse con los míos pareciendo que fuéramos uno como en cada ensayo, definitivamente un buen duo. Llevas una remera blanca ajustada y las calzas de baile negra que siempre usas para ensayar, tu pelo negro se mueve al compás de tus pasos y tus manos se agitan con tanta delicadeza que casi veía como te transformabas en porcelana al lado mío, con cada una de tus rajaduras. Solo éramos nosotros dos en un ensayo nocturno como los que solemos hacer después de una larga práctica con nuestros compañeros y los profesores, quienes se encargaban de regañarnos cada vez que nos reíamos juntos por perdernos una parte de la coreografía diciendo que debíamos madurar, que la danza clásica era dura y sofisticada y que de aquello no teníamos nada.

Todavía recuerdo cuando te conocí en mi primer ensayo en la academia, "hijo de profesores" me habían dicho, aun así no se notaba que lo eras, siempre estabas bromeando con todos y los instructores llamaban tu atención. Nos emparejaron para empezar la práctica y te ofreciste a ser mi compañero, estaba muy nervioso, no conocía a nadie allí y todos parecían tan serios y competitivos, digno del ballet de alta categoría, mientras más caigan más suben. Pero en tu mirada no había ni un rastro de competitividad al igual que esta noche, en ellos se podían ver los destellos de un universo pasar y las chispas de diversión que recorren tus pupilas cada vez que das un giro.

"Mark" dijiste que era tu nombre y hasta el día de hoy creo que ahí comenzó todo. Pasamos todo el ensayo juntos y vi que tan buen chico eras. Así fueron los siguientes 5 años de nuestras vidas, nos volvimos inseparables tanto arriba como abajo del escenario, no nos daban los papeles protagónicos o solos pero no nos importaba, hacíamos un buen duo. Los profesores no lo podían negar, algunos tenían envidia de nosotros y nuestra amistad recuerdo, ya que aún divirtiéndonos conseguíamos buenos papeles, creo que eso nos ayudó, éramos humanos, nos amaban y amábamos porque la vida no funciona sin amor, solo éramos dos niños nada más...

El primer año pasó muy rápido junto a tu compañía, nos quedábamos hasta tarde en la academia y salíamos los fines de semana a pasear junto al río, para mi sorpresa el segundo año empezó mucho mejor y fue aquel en el que me transferí a tu escuela gracias a la academia, todavía recuerdo tu risa tan infantil y dulce, he decir que sigue siendo la misma aquella que me recuerda todos los veranos donde corríamos por el borde de la playa mojándonos los pies mientras el viento movía nuestros cabellos con su fina brisa veraniega.

Tu eras el único que me llamaba por el diminutivo de mi apodo "Haechanie", vivíamos en nuestra propia burbuja adolescente y me encantaba, solo teníamos 17 en aquel momento, que rápido que pasa el tiempo ¿No?.

Vivíamos en mi casa la mayoría de las horas, decías que así se equiparaba el tiempo que pasábamos con sus padres a quienes veíamos todas las tardes en los duros ensayos que dejaban nuestros pies llenos de ampollas y callos lo cuales debíamos curar después. Ya eras un hijo para mis padres en aquel momento y un hermano para mis hermanos, qué más podía pedir que a un amigo a quien consideraba familia desde el fondo de mi corazón.

Mi primer show se hizo presente ese año también y junto a él nuestro primer dueto, ya ni recuerdo como se llamaba la obra pero me acuerdo de nuestros vestuarios aterciopelados color verde oscuro que se pegaban a nuestro cuerpo y parecían que se romperían con solo una respiración profunda.

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