Uno creería que después de todo lo que le había pasado ya estaría acostumbrada, o que al menos desarrollaría algún tipo de fortaleza ante la muerte y la locura. Desde hace mucho tiempo, desde aquella fatídica noche que le hizo tener que huir de su pueblo natal hace ya muchos años, su vida había estado plagada de peligros y pruebas emocionales muy duras. No era la primera vez que la muerte coqueteaba con la idea de llevársela, no era nueva en lo que a situaciones estresantes, angustiantes o aterradoras se refiere, pero desde que había llegado a Karmaland, Thais se había visto envuelta en un clima de normalidad. Su vida no se volvió pacifica pero si mas estable de lo que había sido en mucho, mucho tiempo, repentinamente no estaba sola y tenia a alguien que se preocupaba por ella, una persona con quien había llegado a convivir en una rutina reconfortante a la que podría haberse acostumbrado muy fácilmente.
Pero esa noche fue, después de tanto tiempo de paz, como la venganza de algún ente malicioso y obsesivo que encontraba placer en hacerla sentirse miserable e indefensa. Estaba nuevamente sola, atrapada entre cuatro paredes claustrofóbicas, cubriendo la boca del bebe en sus brazos con tal firmeza que podría estarlo asfixiando mientras trataba de controlar sus propios sollozos aterrados. Apenas podía respirar, necesitaba desesperadamente aire fresco, pero no se atrevía ni a moverse temiendo hacer cualquier ruido que pudiera delatarla a lo que acechaba fuera de su escondite. Escuchaba sus pasos húmedos y pegajosos sobre el suelo, sus gruñidos y el dulzor nauseabundo de la putrefacción muy cerca.
La muerte estaba ahí fuera esperándola, y nuevamente ella rogaba a los dioses o quien sea que todo termine y la dejen en paz.
Cobarde...
Inútil...
Los dejaste morir...
Se encogió en si misma aun mas, negando con la cabeza a aquellas voces. Podía oírlos, no importa que tanto tratase de ignorarlos o convencerse a si misma de que eran un juego de su mente, ellos siempre estarían ahí para atormentarla, clavando sus garras en sus cicatrices para verla sangrar una vez mas con deleite.
-¡Thais!-
Podía escuchar a Mangel golpear la puerta del confesionario. A Leo implorar que abriese antes de que fuese tarde, pero se obligo a cerrarse a todo y aguantar, tratando de concentrarse únicamente en el sonido de la furiosa lluvia sobre el techo de la iglesia. Aquellos no eran mas que engaños, no podían ser otra cosa, Leo era un policía entrenado para ser capaz de defenderse solo y Mangel era uno de los héroes de Karmaland, ellos podían luchar, ella no, y aun si todo fuera real no podría hacer nada por ellos mas que sangrar a los pies de sus enemigos. Pero aun sabiéndolo dolía escucharlos, sus gritos muchas veces casi la convencían de que ellos realmente estaban ahí, pero su razón y su experiencia le gritaban que no, y fue solo gracias a estas dos cosas y pura fuerza de voluntad que no cedió a sus emociones.
Ya sabia con absoluta certeza que no era la única que podía escucharlos, lo que en vez de traerle alivio lo hizo todo peor, y su único consuelo era que algo, ya sean los dioses o alguna otra cosa en este lugar, si la estaba protegiendo, porque de lo contrario ni Mangel ni ella seguirían con vida.
Si es que el seguía con vida.
-¡Thais!-
"No los escuches"
-¡Por favor ábrenos! ¡Nos están rodeando!-
"Es una trampa..."
-¡¿Hay alguien ahí?!-
"Déjenme en paz, déjenme en paz, déjenme en paz..."
Lagrimas silenciosas caían por sus mejillas, y su corazón casi sale disparado de su pecho cuando escucho algo mas acercarse. Ella estaba segura ahí si no se movía, aquello no podía entrar, no debía entrar, no lo dejaría entrar...
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Lluvia Eterna
FanfictionTiempo perdido, esfuerzo perdido, tanto trabajo pegando carteles, buscando aliados, y armando toda una campaña, solo para que todo se derrumbara en el día de las elecciones. Deprimido y decepcionado con todo el mundo Luzu encerró en su casa, buscand...