La primera noche la pasó solo, pero, luego de un día agotador recorriendo la finca, escuchando las ideas de Dionisio y gozando con las caminatas con su madre donde le narró cómo la pasaba lejos de casa, la puerta de Maximiliano se abrió con lentitud. El discreto chillido lo advirtió y ni siquiera dudó de quién se trataba. Antonella se escabullía a pasos discretos en su recámara pasada la media noche.
—Pero mira nada más esta visita —le susurró al verla. Se sentía cansado, pero no tanto como para despreciarla.
—Estoy muy sola allá —dijo con su voz dulce y se quitó la bata de satín rosado, dejando ver un bonito coordinado rojo que realzaba su delgada figura.
—Van a regañarme si nos descubren —intentó persuadirla porque no le agradaba la idea de que los encontraran en esas circunstancias.
—No lo harán, me iré muy temprano, lo prometo.
Poco a poco avanzó hasta su cama y se acomodó junto a él, alegando que tenía frío. La cama era pequeña y eso le sirvió de pretexto. Recostada a su lado acercó su cuerpo contra el suyo y Max solo sonrió. Pronto percibió su respirar y su calor. Le gustaba ese olor dulce de su perfume y dio un hondo respiro como un recordatorio de su presente.
Antonella aprovechó el momento, metió una mano por debajo de la sábana y le acarició el pecho. Él solo llevaba puesto el pantalón de la pijama. Al sentirla lo recorrió un escalofrío y comenzó a acariciarla. Tocó su cabello y ella se acercó para darle un beso. Sus labios sabían a fresas por el brillo labial. Lo había extrañado tanto el tiempo que no estuvo que no se resistió y condujo la mano hasta su entrepierna, pero pronto se percató de que ponía cierta resistencia.
—¿Está todo bien? —preguntó preocupada porque él nunca rechazaba un ofrecimiento como ese.
Max no comprendía por qué experimentaba una especie de desconexión. Tal vez era por todas las veces que le fue infiel, o porque sentía una especie de ridícula lealtad por su jefa. Fuera lo que fuera, era urgente que cambiara su actitud para que no aparecieran las sospechas.
—Solo es cansancio. Pero ven —quiso arreglarlo. La atrajo de vuelta y la besó; un largo y húmedo beso que dio inicio a su encuentro.
La intimidad con su novia era por completo distinta, siempre con delicadeza. Antonella no era una chica atrevida y no quería atemorizarla con sus gustos toscos. Su docilidad no le permitía experimentar por miedo a que le pareciera demasiado. Extrañaba la soltura de Marcela en la cama y, sin duda, la extrañaría por más tiempo del que imaginó.
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El Intérprete ©
RomanceLa repentina crisis económica que sufre la familia de Maximiliano Arias, un estudiante aspirante a actor, lo lleva a buscar empleo para poder costear el último semestre de su carrera. En un golpe de suerte es contratado como intérprete de la seducto...