Permiso

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El trabajo en la productora se desbordaba y Maximiliano tenía un leve presentimiento de que detrás de aquello estaba su jefa, quien lo llenaba de pendientes para lograr que se hartara y presentara su renuncia. Comía en su oficina y salía más tarde de lo que su horario marcaba, pero se convenció de que no iba a darle el gusto de verlo derrotado.

Luego de un día estresante se sentía cansado y decidió relajarse un momento. La silla giratoria era muy cómoda y echó la cabeza para atrás, cerró los ojos y dejó de pensar en lo que le faltaba por hacer, pero de pronto Sofía interrumpió sin antes tocar.

—¿Estás bien? —le preguntó al verlo con los ojos enrojecidos—. Tal vez necesitas lentes.

—Es posible. Iré al médico en cuanto tenga tiempo de ver la luz del día —rio de forma sarcástica—. ¿En qué puedo ayudarte? —quiso saber con verdadero interés.

Su relación con la gerente iba mejorando poco a poco al demostrarle que él era alguien fácil de tratar y también responsable.

—Vine para darte una noticia. —Sofía parecía animada, incluso mostró una media sonrisa—. Hay un casting mañana, es para personajes secundarios y creo que tienes el perfil para uno. Aunque tiene pocas líneas, la cosa es ir haciendo experiencia.

—¡¿A qué hora es?! —Se emocionó al escucharla porque amaba trabajar como actor fuera como fuera.

—A las cinco.

Él se hundió en la silla al saber que se cruzaba con su horario de trabajo.

—No sé si la jefa me deje —resopló. No mantenía muchas esperanzas porque sabía que su comunicación era muy limitada.

—Tú no te preocupes, yo platico con ella. De todos modos es muy poco el tiempo de grabaciones si te quedas.

—No sé qué decir. Gracias por acordarte de mí —sus palabras fueron sinceras.

Se notaba un interés inusual en la mujer, pero prefirió no preguntarle sus motivos de ayudarlo.

—De nada —finalizó y salió, cerrando la puerta.

La gerente llevaba su saco en la mano, así que ya se marchaba a su casa y él no podía hacerlo todavía aunque moría de ganas de dormir.

Al día siguiente, Max divisó a Sofía yendo a la oficina de Marcela pasada las cuatro de la tarde. Luego la vio salir diez minutos después, entró a verlo a él y le pidió que pasara.

Los nervios querían hacer de las suyas, pero se controló.

Abrió la puerta que los separaba y la vio.

Su jefa se encontraba sentada en su silla y en cuanto él cerró la puerta lo escrutó interesada.

—Así que quieres ir al casting —indagó enseguida.

—Solo si me da permiso —exclamó avergonzado pues, en momentos como esos, esa mujer le parecía impredecible.

—Pues... convénceme —pronunció lasciva.

Max ni siquiera lo vio venir, pero ella se puso de pie y caminó hacia donde estaba parado. Se había maquillado con esmero. Su traje color vino le quedaba excelente y el escote dejaba ver más de lo acostumbrado. Se veía tan bella que tuvo que obligarse a mirar para otro lado.

—¡¿Cómo?! —le preguntó asombrado.

Marcela se le acercó tanto que su aliento rozaba su barbilla. Cada vez la comprendía menos y en esta ocasión no pudo hablar con tranquilidad porque su temperamento ya no se lo permitió. Sin detenerse a pensar, la sujetó de los hombros con algo de brusquedad y luego la miró directo a los ojos para hablarle con voz más grave:

—¿Estás jugando conmigo? Me mandas al diablo y luego te me acercas para provocarme. ¿Qué esperas de mí? ¿Quieres que te suplique? Pues te tengo una noticia: ¡no va a pasar!

De verdad se sentía frustrado y su orgullo lo superó.

—No estoy tan necesitada. —La reacción de Max era todo, menos lo que ella esperaba y la desarmó.

—No lo parece —rebatió con la voz un poco más alta.

Marcela lo observó con auténtica incredulidad, parecía desconcertada y solo atinó a dar un paso hacia atrás para intentar controlar la situación.

—Lo que sea que puedas darme lo puedo conseguir en cualquiera de todos esos actorcillos urgidos de atención que esperan un papel mediocre como el que tanto quieres. No te creas tan especial. —Hizo una seña con las manos como contando y su expresión de desprecio fue evidente.

La reunión se estaba saliendo de control y comenzaron a herirse el uno al otro.

Max solo pudo dedicarle una mirada que escondía la amargura que aumentó con sus palabras.

—Ya entendí —dijo casi susurrando para darle fin a la confrontación. Sabía que él llevaba las de perder si decidía continuar por el mismo rumbo—. Solo quiero saber si va a permitirme ir.

—Sofía ya tiene tu permiso, fírmalo y vete a tu grandiosa oportunidad. —Se dio la vuelta indiferente para volver a su asiento.

Maximiliano salió sin decir nada más. Su pecho se agitaba con violencia por todo lo que acababa de pasar y odió el saberse así de vulnerable.

No se sentía listo, pero agarró su saco, cerró su oficina y salió hacia el lugar donde se llevaban a cabo las audiciones; se ubicaba dentro de las instalaciones, así que no tardó en llegar.

Luego de llenar una hoja fue el tercero en pasar.Sabía que su concentración lo traicionaba porque seguía furioso y cuando laprueba inició no logró poner toda su atención al momento. A lo lejos logródivisar a esa mujer incomprensible, provocando que él se perdiera del todo enlo que intentaba hacer. La expresión del encargado del casting se lo dijo todo: ya estaba descartado. Su examante se encontrabade pie, observándolo fracasar. Y le pareció ver que, en medio de las sombras,sonreía.

El Intérprete ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora