Pasó toda la noche pensando en qué sucedería con su jefa luego de su discusión. La necesitaba, la deseaba como a ninguna y no lograba superar lo que vivieron estando lejos.
Max llegó a su oficina al día siguiente y encontró una nota amarilla sobre su escritorio. Apenas se veía entre todos esos papeles que lo tenían tan ocupado, pero supo que era ella porque la vio escribir muchas veces en Canadá.
"Hoy a las nueve de la noche en mi casa".
Junto con la frase venía escrita una dirección. Marcela vivía en Bosques de las Lomas, aunque no le sorprendió saberlo. Él no comprendía para qué lo citaba, pero era un hecho que no faltaría. Planeaba ver a Antonella ese día, pero ni siquiera vaciló y envió un mensaje para cancelarle, alegando que tenía demasiado trabajo. Sentía la necesidad de asistir a esa misteriosa reunión porque sabía que habría resoluciones.
No la vio en todo el día y, luego de salir, se dirigió a su departamento para esperar la hora marcada. Detuvo un taxi cuando el reloj estaba próximo a dar las nueve. En esta ocasión optó por una vestimenta sencilla: vaqueros color negro y una camiseta blanca, pero no olvidó ponerse perfume y pasar el peine por su cabello varias veces.
Cuando por fin llegó, se encontró con una casa similar a la que había imaginado. Grande, elegante y silenciosa, como si nadie la habitara. Tocó el timbre una sola vez y fue ella quien respondió por el interfono y le pidió que pasara después de abrirle la puerta eléctrica. Se encontraron en el porche y de inmediato comenzó a agitarse.
Después de saludarse sin tocarse, lo invitó a pasar hasta la sala. Parecía distinta, más calmada. ¡Su comportamiento lo confundía tanto que no la comprendía como quería!
Ella llevaba puesto un vestido color fucsia y sus piernas descubiertas lograron distraerlo hasta que se detuvo para sentarse y le ofreció un lugar frente a ella. Ya no lo deslumbraba la abundancia de ese tipo, pero su casa sin duda era preciosa.
—Tenía la duda de que vinieras —le dijo mientras se acomodaba la falda con provocación.
—¿Vas a despedirme? —Sabía que su atrevimiento le costaría caro y necesitaba saber si con eso se cobraría.
—¿Qué? ¡No! Deja ya de preocuparte. No voy a despedirte. ¿Crees que lo haría en mi casa? —Conocía de sobra su situación y no era de las que jugaban con algo tan importante como el trabajo.
—Bueno, entonces supongo que quieres una disculpa por lo de...
—¡Para ya con esas cosas! —lo interrumpió moviendo su mano.
—¿Entonces? —quiso entender—, ¿para qué me pediste que viniera hasta aquí? —Pero verla tan nerviosa hizo que tuviera una idea de lo que buscaba.
—Para tener privacidad. —Pronto Max notó que solo la había visto a ella. Si tenía empleados, que era lo más seguro, sin duda no se encontraban.
—Pues dime. Te escucho. —Marcela dirigió su vista hacia el lado contrario para no verlo, se notaba vacilante y él optó por ayudarla. Se inclinó hacia ella y habló con voz más baja—. ¡Solo dilo!
—Quiero volver —exclamó fijando su vista sobre él, deseando que su reacción fuera positiva.
El incidente del día anterior pareció borrarse, ya no les importaba lo que había sucedido.
—No lo puedo creer... —Sus palabras lograron que sonriera por la impresión. Cuando abordó el taxi para encontrarse fue lo último que imaginó que le diría. Se levantó de inmediato para sentarse a su lado, muy cerca, y le dio un fuerte abrazo.
ESTÁS LEYENDO
El Intérprete ©
RomansaLa repentina crisis económica que sufre la familia de Maximiliano Arias, un estudiante aspirante a actor, lo lleva a buscar empleo para poder costear el último semestre de su carrera. En un golpe de suerte es contratado como intérprete de la seducto...