Cabaña

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—Arias —musitó Eva, la recepcionista, cuando lo vio pasar cerca de allí—, ¿puedes venir?

La mujer se notaba preocupada y Max caminó hasta su lugar para averiguar qué era lo que le pasaba.

—Dígame —exclamó con galantería.

—Me da mucha pena decirte hasta ahora —al hablar, examinaba a su alrededor como si estuviera evitando que la escucharan—. Olvidé avisarte algo importante...

—Eva, ¿puedes darme un permiso? Por favor.

Colette, una empleada de origen francés que había dado señales de sentirse atraída por él, se acercó interrumpiendo su conversación. En cuanto lo vio se giró y se tocó el cabello para llamar su atención.

Ton sourire m'attire —se atrevió a decirle.

—Gracias, también a mí la tuya, lástima que ya tengo dueña —le respondió en español para dejar claro que no se encontraba interesado. La chica era muy linda, en otro tiempo seguro no dudaría en permitirse coquetear, pero ahora lo último que quería era tener problemas en la oficina.

—Sí, ya me enteré —musitó la muchacha y se fue luego de recibir la hoja que la recepcionista le dio.

Su frase lo hizo estremecer. Logró que quitaran la fotografía donde los exponían y Antonella no le había reclamado ni siquiera con indirectas, por lo que comenzó a temer que se estuviera regando el chisme de su amorío con Marcela por otras fuentes.

—Iba a decirme algo. —Sonrió recargando su brazo sobre la barra y le sonrió para que no notara su preocupación—. No voy a acusarla si eso es lo que la tiene así.

—Pues... Mira —expresó con voz baja—, cada año se lleva a cabo una convención donde hacemos algunas actividades y aprovechamos para convivir. Esta vez será en unas cabañas en Pachuca y tenemos la opción de llevar a un acompañante pagando sus gastos.

—Entiendo —afirmó, aunque no comprendía el problema en esa información.

—Es que... —vaciló—, es este fin de semana.

—¿Este fin? —Supo enseguida que era demasiado apresurado pero, para suerte de ambos, no tenía ningún compromiso agendado.

—¡Sí! ¡Perdóname! Supuse que lo sabrías por la directora o por la gerente. —Se sentía de verdad apenada y parecía muy preocupada porque temía que le llamaran la atención por el descuido—. No le vayas a decir a la jefa porque me encargó que todo estuviera bien y me preguntó esta mañana por qué no estaba tu nombre, ya que no lo vio en la lista.

—Por supuesto que no le diré. —Saber que pedían hacia él un trato especial le causó un sentimiento ambiguo.

—¿Quieres que apunte a alguien?

—No —respondió sin pensarlo dos veces.

—¿Seguro? —Eva sabía que él tenía novia y le sorprendió enterarse de que no pensaba invitarla. Él asintió—. Perfecto. Solo tú —comentó anotándolo en la hoja que tenía—. Voy a enviarte a tu correo toda la información. Y gracias por no delatarme.

Luego de dejar a la recepcionista más tranquila, Max se alejó guiñándole un ojo y a ella le subieron los colores a las mejillas. En su interior se sentía incómodo de no haber tomado en cuenta a Antonella, pero no quería encontrarse en medio de sus dos mujeres y lo que eso representaba.

La productora rentó un autobús para que los empleados se trasladaran hasta las cabañas. Asistieron a la convención ochenta y tres personas, incluidas Marcela y Sofía, quien llevó a Stephanie. Maximiliano tuvo que sentarse junto a un compañero que conocía muy poco porque no quería dar pie a rumores y porque Marcela ni siquiera le dedicó una mirada.

El Intérprete ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora