Esperanza.

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Y no sólo en esto, sino también en nuestros sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza.

Romanos 5:3-4

La esperanza de hallarlo algún día me llevó a la fe, sabía que te encontraría pero, vivía en medio de temores, en medio de dificultades emocionales. Ya no quiero perderte. No quiero alejarte con mis acciones, con mis escusas, mis deseos son tan claros pero mi andar tan disperso que no se logra entender lo propuesto desde el principio de mi petición, trato de comunicarme contigo o no sé, tal vez muy escasamente lo hago y eso daña todo ¿no? arruina mi seguridad y desde luego corre detrás de ella la fe.

Entonces mi carácter me lleva a ti, muy certero. Aquí me encuentro rabiosa por los cambios que sostengo, no soy permanente en mis caminos físicos ¿Cómo lo seré en los tuyos? estoy entrelazada con la duda, es como poseer una necesidad de cuestionarlo todo, pero a la vez vivo en la penuria de no obtener respuesta. he aquí mi escusa, he aquí mi acción limitada.

Incertidumbre, fuente de vida que conduce a la fe, increíblemente la promesa me lleva a crecer la esperanza, la alimenta y todo cobra un orden, tu orden. Y, aun así, a pesar de tanto. Te hallé entre mis brazos de angustias, en mis lágrimas derramadas sobre mi mejilla, sobre la mirada de aquel niño lleno de inocencia, en los cielos, en el respirar de las plantas, en mí. Vi florecer lo que no tenía vida, me vi caminando en media del estancamiento, despertaste convicción y junto con ella la fe de volver a amarte como esperas, sin condiciones, sin limitaciones, con los mayores obstáculos, pero bien sujeto al verbo.

Tu luz me alumbró, mis tinieblas disminuyen a cada paso de su verdad, a su esperanza de tomarte en sus brazos y hacerme hija, su criatura nueva, otra vez. El lugar que habita su resplandor llegó a mí, en su sinceridad, en el cielo de los genuinos me envolvió, me tomó nuevamente suya. Las flores, los corazones de los ángeles saltan, gritan, dan voces al son de mis pasos y risas al verme entrar al paraíso, el que papá hizo para mí. De todo esto somos merecedores por gracias, por regalías del padre celestial. ¿Alguna de esas cosas merezco? ¡Caray no! pero de todas ellas disfruto porque un padre me cuida y vela por mi sanidad. 

El diario de una inconstante.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora