Dime, ¿quién dominará esta noche?

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Ian. 

Salí corriendo de mi casa. No podía estar más así, estaba enamorado de mi primo. Me fui alejando poco a poco de él porque no quería que mis sentimientos se descubrieran hacia él. 

Cogí mi cazadora de cuero y salí por la por la puerta, no sin antes despedirme de mi madre. 

Me subí en la moto y me dirigí a la zona norte del pueblo a toda velocidad, creo, que estuve a punto de atropellar a varias ancianitas adorables. Esquivé los coches en zig zag y cogía direcciones prohibidas. En unos quince minutos, estaba en la casa de mi primo. 

¿Cuántas tardes había pasado aquí? ¿Cuántos recuerdos teníamos juntos? En ese momento, no lo sabía. Mies, millones quizás. Toda la vida. Hasta que me di cuenta de todo. 

Esperé unos minutos hasta que tuve mi mente clara y, después, llamé al timbre. Me alejé de la puerta y esperé. 

Miré a mis zapatos y moví mis pies, nervioso. Oí el característico chirrido de la puerta al abrirse. 

—¿Ian? ¿Qué haces aquí?—Dijo él, mi primo. La persona de la que no me tenía que haber enamorado bajo ningún concepto y, que sin embargo, no lo podía haber evitado. 

Entré a la casa sin saludar. Le cogí de la mano y le empujé contra la pared. Le miré a los ojos y le besé. 

A la mierda. Pensé. 

Él se mostraba reacio, sorprendido e intentaba apartarme, no dejaría que lo hiciera. Cogí sus manos y las agarré fuertemente, mientras mi lengua se hacía paso a través de su boca y arremetía contra ella. 

No fue un beso dulce, ni amoroso. Estaba cargado de ansiedad, deseo, erotismo y furia porque haber estado callando todo este tiempo todo lo que sentía por él. Joder ¡lo amaba! 

Pasaron minutos, aunque en realidad sólo habían pasado unos segundos y me separé de él. 

—Te amo, joder.—Fue lo único que susurré contra sus labios. Aflojé la fuerza con la que le apretaba.—Llevo años enamorado de ti y ¡tú nunca te diste cuenta! Me alejé por el dolor pero no puedo más. No puedo guardar más esto que siento por ti.—Le miré a los ojos y esperé alguna respuesta suya, una mirada, una sonrisa, lo que sea. 

Me abrazó y me atrajo hacía como cuando éramos niños, me acarició la espalda despacio, consolándome.

—Yo también te amo, Ian. Nunca te vi como un primo, me volvía loco ¡y más cuando me enteré de que tú estabas enamorado de esa tal Chloe! Por eso hice todo lo que hice. 

Asentí en su hombro y permanecimos abrazados mucho tiempo, separándonos después. 

—¿Somos novios?—Dijo con una inocencia que me derritió el corazón. 

Me aclaré la garganta y dije—¿Quieres salir conmigo?

Asintió lentamente, mientras un rubor anscendía por sus mejillas. 

—Entonces, sí, somos novios.—Contesté y le di un suave pico. 

—Ian... somos primos ¿qué pasará cuando se enteren nuestras familias? ¿Amigos? ¡Todos!

Pensé durante unos minutos y luego contesté. 

—Cuando llegue ese momento, los enfrentaremos juntos.

Él asintió y subimos a la habitación. Jugamos a la play station durante toda la tarde y la mayoría de las veces, ganaba yo. Mi pri- novio, se picaba y yo simplemente le daba un beso, haciendo que se le pasase. 

Era feliz, éramos felices. Él me amaba ¿qué podía haber mejor que eso? Ni nuestras familias, ni nuestros amigos, ni nadie conseguiría separarnos. 

—Ian, voy a bajar a por la merienda ¿vale?

—No, no vale. No me has dado un beso. 

Hizo un mohín y arrugó la nariz. No pude evitar echar a reír cuando de repente, sentí unos labios encima de los míos. Perdí el equilibrio y cai hacia atrás, arrastrando a mi primo conmigo, quedando encima mío. 

Nos dio igual, nos seguíamos besando, él me acariciaba el pelo y yo a él la espalda por debajo de la camiseta. 

La cosa se calentaba y entonces él paró. Mejor, yo no podría haberlo hecho. 

—L-lo siento. 

Negué con la cabeza y sonreí. Iríamos poco a poco. Asintió y él se fue a por la merienda, yo mientras, miré el cuarto donde había pasado toda mi infancia, toda mi vida. Siempre habíamos estado juntos, siempre había sido mi mejor amigo y siempre había estado cuando más lo necesitaba ¿cómo no iba a enamorarme de alguien así? 

Me qudé viendo una fotografía de ambos, él salía en un columpio y yo empujándolo, sorprendido por la foto, él en cambio salía sonriendo, como si realmente pudiera tocar el cielo. 

No sé cuanto tiempo estuve mirando la foto, pero unas manos me abrazaron por la espalda y me tiró contra la cama, sorprediéndome. 

—Dime, primo ¿quién dominará esta noche?—Dijo con cierto tono pícaro. No me dejó responder porque, nuevamente, nos fundimos en un beso. 

Se lo que piensas. [Parada temporalmente]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora