Capitulo 12

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Besar a Eric es... bueno. Me resulta familiar. Dulce.

Como encontrar tu vieja casa de juguete en el ático de tus padres. Y sonreír cuando la ves. Pasar la mano por el balcón y recordar todos los días que pasaste envuelta en su mundo imaginario. Es nostálgico. Una parte de tu niñez.

Pero es una parte que dejaste atrás. Porque eres un adulto.
El beso termina y bajo mi cabeza. Y miro la camisa de Eric.

¿Recuerdan la frase —creo que es de una canción— si no puedes estar con quien amas, ama con el que estés?

Esa podría encajar muy bien en esta situación.

Excepto por el hecho de que yo ya amo a Eric. Demasiado para tomar ventaja de su devoción —demasiado para usarlo para curar mi corazón roto y ego herido. Merece algo mejor que eso. Eric Nam no es el premio de consuelo de nadie. Y felizmente le arrancare los ojos a cualquier mujer que intente hacerle uno. Él una vez me dijo que yo no era la chica de la que se había enamorado.

Y a pesar de lo mucho que dolió escuchar eso, tan inadecuada como me sentí en ese momento 

—tenía razón.

Ya no soy esa chica.

Arrastro mis ojos de su camisa a su cara—. Eric...

Pone un dedo en mis labios, cepillándolos suavemente. Cierra los ojos y toma aliento. Ninguno de los dos se mueve por un momento, atrapados por unos cuantos segundos finales en el encanto del pasado.

Entonces él habla, rompiendo el hechizo—. ¿Estar aquí contigo? Es impresionante. Como recuerdo, incluso mejor. Se siente... se siente como si tenemos que dar un paseo en el DeLorean 

—Su mano sostiene mi cara con ternura—. Pero está bien, YongSun. Fue sólo por un minuto. Y ahora estamos de regreso al futuro. No tiene por qué significar nada más que eso. No tiene que cambiar lo que tenemos ahora, porque eso también es bastante impresionante.

Muevo la cabeza, aliviada. Agradecida de que Eric sabe lo que siento sin que tenga que decir las palabras. Y que sienta lo mismo.

—De acuerdo.

Sonríe—. Debería llevarte a casa antes de que Irene llame a los perros. O peor aún a HyoYeon. Suelto una risita. Y mano en mano, dejamos la pista de patinaje y todos sus recuerdos detrás.

Veinte minutos más tarde, Eric estaciona en el parqueadero del restaurante de mi madre

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Veinte minutos más tarde, Eric estaciona en el parqueadero del restaurante de mi madre. Nos sentamos en el camión en silencio, lado a lado.

—¿Quieres que te acompañe?

—No, está bien. Yo puedo.

Asiente lentamente—. ¿Así que... vas a ser como... algo raro entre nosotros ahora? ¿Porque nuestra lengua-luchó por un par de minutos?

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