Capítulo Único

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Acababa de darle un mordisco a mi tostada cuando el timbre retumbó en toda la casa. Me preguntaba quién podría ser. Estaba seguro de no haber arreglado nada con ninguno de mis amigos. Hoy era uno de esos días que no tenía ánimos para nada.

Al abrir la puerta me pareció rara la visita inesperada, más no me extrañaba su presencia.

Yoon Gi

—¿Qué haces aquí?

—Yo... em...—comenzó balbuceante—No encontraba algo y pensé que tal vez... No creí encontrarte

—De no ser así ¿por qué tocaste el timbre?

—Para estar seguro. Pero... paso otro día, no quisiera...

—¿Sabe qué? Entra de una maldita vez y busca lo que necesites. Te agradecerías que terminaras de llevarte tus cosas—exigí a la vez que lo arrastraba dentro y cerraba la puerta.

Volví a la cocina para terminar mi desayuno. Probé otro bocado de tostada, pero no le sentía el sabor. Intenté con unos sorbos de café, pero no hubo caso ya había perdido el apetito.

Había pasado un año desde que pusimos fin a nuestra relación. Cuando se lo conté a mis amigos se alegraron por mí. Sus amigos otro tanto. Éramos la típica pareja problemática, dañinos el uno para el otro. Nos sobraban razones para discutir a todas horas. Cualquiera que viera de afuera diría que vivíamos un infierno.

Los primeros días salía con mis amigos a todos lados, ellos se esforzaban por ayudarme a despejar mi mente y a superar la ruptura. Después de un tiempo su nombre se volvió una palabra prohibida entre nosotros. Fingía que no me importaba, que había avanzado y no quería escuchar nada de él porque no era capaz de confiarles lo que en verdad me pasaba.

No consideraba necesario contarles de las borracheras en las que él me llamaba o yo lo llamaba. De la infinidad de conversaciones que sosteníamos por mensajes estando sobrios. De que él era capaz de cruzarse media ciudad a las tres de la madrugada por una excusa boba que me inventaba para que viniera. O que varias veces fui a cuidarlo porque él es de ese tipo de personas que se deja absorber por el trabajo y descuida su alimentación.

Me decía a mí mismo que era mi forma de sanar. Que pronto saciaría mi necesidad de él y nada quedaría entre nosotros. Que no era necesario contar con amigos para estas cosas ya que era un proceso que debía pasar solo. Quería reservarme para mí los últimos vestigios de los lánguidos retazos de nuestro lazo que se iban desvaneciendo.

También pasamos por la etapa de intentar ser amigos. El plan era secreto para no preocupar a nadie. Cuando nuestra amistad fuera sólida se lo podríamos revelar a los demás.

En ese contexto fue que, hace cinco meses, en una conversación casual, Yoon Gi me contó que estaba conociendo a alguien y todo parecía marchar bien. Demoré apenas una semana en perder los estribos. Llegué a su casa iracundo a armarle una escena salida de la nada. Los vecinos llamaron a la policía. Yoon Gi tuvo que convencer al oficial de que no había habido agresión para que no me llevaran. El muchacho huyó despavorido. Yoon Gi no lo persiguió porque se quedó conmigo, revolcándonos en su cama.

Probablemente esto esté siendo insalubre y se esté extendiendo más de lo debido, pero no me puedo deshacer de nuestra historia así porque sí. No me quiero deshacer de él.

No era la primera vez que Yoon Gi venía a casa a buscar algo. Era parte de sus excusas baratas para regresar las veces que quisiera. No iba a ser yo quien le pusiera un alto.

Era increíble como con su sola presencia me ponía en tal estado de alerta. Todos los recuerdos acudieron simultáneamente a mi cabeza. Los buenos y los malos. Las cosas que habían compartido entre nosotros y de las que nadie más sabía.

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