Creo que si no tuviera un diario para desahogarme ya estaría internada en un centro de rehabilitación. Todos me caen mal a esta hora, me duele la cabeza desde anoche que me acosté, Franklin se comió el ultimo waffle del buffet y pues nada, TODO está mal.
Bueno, en parte.
En la mañana, cuando salí del cuarto con mi pijama de conejitos rosados tuve la mala suerte de tener que esperar el ascensor con los huéspedes de al lado. Los saludé por simple cortesía… quizás demasiado evidentemente. Durante nuestra travesía de quince pisos hasta la cafetería lo único que se escuchaba era la musiquita incómoda que había en ese momento de fondo, que no ayudaba mucho en ese momento.
Llegamos a la cafetería, y sin saludar a nadie yo simplemente tomé un plato y empecé a servirme huevos revueltos con tocino. Cuando voy a la bandeja que decía en grande “Waffles”, ¡no había! ¿Cómo van a hacerme esto a mí? Sin dudarlo fui donde una de las trabajadoras del lugar y le pregunté por mi preciado desayuno preferido, a lo que ella tiene el descaro de decirme que ya se habían agotado. En ese preciso momento puede que me haya salido un poquito de control, o al menos esa es la razón más coherente que hallo para que Franklin salga en la defensa de la mexicana que escuchaba mi queja. Trató de calmarme diciéndome que él había tomado los últimos dos, pero claro, esa no es la clase de respuestas con las que se conforma Mariana Guzmán.
Iba a seguir luchando por mis derechos humanos cuando me percaté que casi todos miraban la escena que había montado, así que decidí conformarme con un simple pan integral y algo de mermelada. Tengan por seguro que mañana me paro a las 6 de la mañana si es necesario para comer mis preciados waffles.
Ya a eso de las dos de la tarde estábamos en Queens, para la presentación de hoy. La ropa daba algo de frío, tomando en cuenta que era un vestido y según mi celular estábamos a 11°, cosa que no ayudaba mucho. Para mi suerte, me tocaba bailar con Thiago de nuevo, al parecer al Frank y al mundo entero le encantaba la idea de hacerme el día imposible. Hoy eran ritmos latinos, para seguir mejorándolo todo.
Claro, ni el peor de los días iba a impedir que se me escapara el espíritu tropical y bailara espectacular. Es más, mi enojo casi sin razón con Thiago se esfumó por completo.
Lo que hace la danza, la recomiendo.
Ahora estoy en Manhattan con Sara, Nathan, Thiago y algunos otros de los que no quisieron ir al hotel a descansar. Fuimos a muchos lugares turísticos, subimos al barco del que puedes ver la Estatua de la Libertad, paseamos por el Central Park y al final quedamos en plena cuidad, donde es de fuertes no ir a todos esos almacenenes que habían. Habíamos ido como a unos cinco en grupo, pero ya para el sexto cuando quise buscar a alguien del grupo… ¡no veía a nadie! Bueno, a Thiago, pero, o sea, él no cuenta
-Hey, ¿dónde están los demás?-le pregunté cuando empecé a entrar en pánico.
-¿Sara, Nathan, Marisol y José?- Asentí. –Ellos se fueron hace un rato-.
Abrí los ojos como platos.
-¡¿Qué?!-
-Tranquila-me tocó el hombro. –Yo sé dónde ir por el metro al hotel.
Me tranquilicé un poco con sus palabras, al menos no estábamos perdidos…creo.
-Bien, ahora vamos que vi unos lentes que creo que te gustarán-lo tomé del brazo.
Ya son casi las seis de la tarde y fuimos camino hacia la estación del metro en la que Thiago decía que debíamos ir. Este llegó, nos subimos al vagón y por suerte había asientos disponibles.
-¿Ves? No fue tan malo.-
-No cantes victoria, aún no hemos llegado-.
Nos quedamos en silencio un rato, mientras yo admiraba el paisaje que se podía ver desde la parte alta de los rieles. Sentía que Thiago tenía la mirada clavada en mi perfil, pero hice como si no me diera cuenta.
Íbamos por la penúltima estación ya subterránea no la veía en nada parecida a la cercana al hotel.
-Eh, Thiago…-
-Dime-.
-Esta no se parece a la estación…-
-¡Claro que es esta!-
-Yo creo que no-.
-Pf, salgamos y verás que es aquí
-O no…-
Miro hacia los letreros y me doy cuenta de algo…
-¡Thiago, esto es Harlem!-
-Oh…-
Bueno, y ahora gracias a este, estamos en nada más y nada menos que en la parte más peligrosa de esta ciudad.
-Ahora tenemos que ir a otra estación que nos lleve de vuelta a Manhattan, ¡pero rápido! Se está haciendo de noche-.
-Como diga, señora-.
Bufé y caminamos unos cuarenta y cinco minutos hasta la estación más próxima con destino a la… área transitable neoyorquina. Me dio algo de miedo, porque lo único que veía eran personas senadas en las aceras fumando quién sabe qué, todos volteando a verme con miradas no muy bien intencionadas
Nota Mental: No volver a venir a Harlem.
El metro estaba llenísimo, como era de esperarse. Digamos que este no es un lugar muy lindo para venir a pasear ni nada por el estilo. Más bien, parece un lugar del que hay que huir.
Al subir, quedé justo al lado de un muchacho de unos dos metros, pero cuando digo al lado es pegadísima.
-Hola…-me dijo él chico con una sonrisa perversa y con un tono de voz que no le quitaba lo tétrico.
Me corrí como pude de ahí hasta terminar de la misma manera pegada a Thiago. Fue incómodo, pero al menos él no me daba miedo.
Bueno, no tanto.
Gracias al cielo logramos regresar al preciado hotel a eso de la medianoche, casi 1 de la madrugada. Llegamos a nuestro piso y nos dimos cuenta que Sara estaba con Nathan en su habitación.
-Bueno, parece que me quedaré durmiendo sola-susurré.
-No si te acompaño-respondió Thiago casi sin pensarlo, creo yo.
Lo miré algo sonrojada.
-Bueno, si quieres…-
Al final ambos entramos a mi habitación y nos pusimos a ver una película que estaban dando en HBO. No sé ni cuándo ni cómo, pero cuando ya el sueño me iba ganando la batalla caí en cuenta que estaba acurrucada a Thiago con unas cobijas y con su pecho de almohada.
Así sí vale la pena perderse, ¿no?
Y bien, esta novela llega a su final el próximo capítulo, creo que les gustará a todos. Gracias por leerme y votarme (¡ya son 1.9k, wow!)
PD: La imagen es de cómo se aprecia la estatua de la libertad desde un barco, y detrás de ella la majestuosa ciudad de Manhattan.
*Los quiero :') -Astrid.
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El Diario de Mariana
RomanceMariana, una chica como cualquiera, cuenta cómo su vida cambió de rutinaria a una total aventura, todo gracias a sus amigos que la acompañan, y por supuesto a ese chico al que conoció de casualidad, sin ella esperar que ese momento era el inicio de...