Extra 1 (Theo x Dong-Yul)

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Un día (cualquiera) juntos

La vida tiene subidas y bajadas, un día estás arriba, al siguiente estás abajo y, en cualquier momento, vuelves a estar en la cima. Es como una montaña rusa que va subiendo y va bajando; haciéndote vivir un sinfín de emociones y, al final, te das cuenta de que de eso se trata vivir.

Nosotros somos el maquinista de esa montaña rusa y tenemos el control de qué rumbo darle; sin embargo, se vuelve un camino pedregoso cuando debes aceptar que tienes un problema al que debe hallársele solución.

El tiempo, es esa herramienta que te suministra el universo para poder aprovechar todas las magnificencias que nos proporciona en el día a día; de cada uno depende en qué gastar esa oportunidad de vida, no obstante, a veces se nos escapa de las manos y ni siquiera somos conscientes de ello; suceden un sinfín de situaciones conforme pasan los minutos que, lo único que podemos evidenciar, es que el tiempo pasa, a veces lento, a veces rápido, pero siempre nos somete a una continua evolución.

A Theo, el tiempo le ayudó a que le diera un giro diferente a su vida; junto a la ayuda que le brindó Dong Yul, pudo redirigir su destino a un rumbo mucho más saludable y correcto. A regañadientes aceptó que tenía un ligero problema con la bebida y que llevaba una vida sexual promiscua; claramente con protección, pero no el mejor camino que podía recorrer. Con el tiempo, su situación se podía agravar y, afortunadamente, tenía a su lado a ese chico asiático para que le ayudara a que no perdiera el norte y evitase que cayera en ese oscuro mundo de las drogas.

Había pasado solo un par de meses y era como si hubiese pasado toda una vida. Junto a él, Theo no llevaba el control de los días y, a veces, tenía que recurrir a la pregunta de: ¿qué día es hoy?, y, sumado a ello, ¿qué hora es? Entre su trabajo como actor y las terapias a las que debía someterse, apenas podía tomar un respiro; debía llevar todo de la mejor manera, además, debía guardar un tiempo en su vida para disfrutar con Dong Yul, pasar tiempo con sus amigos y, de vez en cuando, cenar con su padre.

Todo parecía color de rosa; sin embargo, ese panorama de cielo azul y sol radiante, se veía nublado por la renuencia de su madre: Lucy Reed, a aceptar que su hijo era bisexual y que salía un chico, el mismo que lo ayudó a conseguir un psicólogo para tratar los problemas en los que estaba envuelto. Aunque él usaba todo lo que estaba en sus manos para hacer que lo entendiera, ella se negaba a aceptar esa cruda -al menos para ella- realidad.

Tras todo ese tiempo, Theo había aceptado que la relación que tenía con Dong Yul iba más allá de una simple amistad; pasaba un par de noches con él en su apartamento, aun cuando vivía cómodamente con su amiga Marion, se besaban, tenían gestos tiernos el uno hacia el otro y, en el ámbito sexual, no había inconvenientes. Finalmente, tuvo que aceptar que Dong Yul era su novio y era feliz con esa realidad que le rodeaba.

Una tarde, tan pronto salió del set de grabación, el cielo lo saludó con un espectáculo de grises y blancos. Theo había dejado el paraguas en casa y se lamentaba internamente por no haberle dado la razón a su compañera de apartamento de que sería una tarde oscura, y esa era la señal de que estaba a punto de llover; no obstante, tuvo suerte de encontrar un taxi vacío en media de aquel caos. Dio brinquitos de alegría internamente, pues así no tendría que quedar mal con su novio, quien le invitó a pasar la noche con él, ver una película mientras caía la noche y preparar juntos la cena. Novio. A veces, la idea se le antojaba como algo ilusorio; en el pasado había salido con mujeres y había sido feliz, pero ahora, saliendo con un hombre, las cosas se sentían diferentes y no podía descifrar en qué, sea como fuere, sentía que hacia un buen trabajo al tratar de mantener viva la llama de esa relación.

En cuestión de minutos, llegó al destino acordado, tocó el timbre y un risueño Dong Yul le dio la bienvenida. Se dieron un beso fugaz y luego se apretaron en un abrazo.

Se acomodaron en el mullido sofá, mientras desde la distancia, ponían en marcha la película propuesta. El viento entraba por una de las ventanas que se encontraba abierta, lo que obligó a Theo a levantarse y cerrarla.

-Prepararé café -dijo Dong Yul, mientras se dirigía a la pequeña cocina-. ¿Qué tal estuvo la grabación? -agregó desde la habitación próxima.

-Mucho mejor de lo que imaginé -contestó Theo, quien estaba en el sofá y buscaba la mejor forma de acomodarse-, interpretar a un tipo malo que tiene una moto a la que ama más que a su propia vida es bastante divertido, yo ni siquiera tengo una, me aterran.

Theo rio y contagió con su risa a aquel chico que estaba a unos cuantos metros de distancia, y entre ambos, crearon una sinfonía de carcajadas.

-No te imagino como un chico malo; debió ser todo un desafío para ti, por lo general, siempre eres muy amable y dulce -mencionó el asiático, quien llegaba al mueble con dos humeantes tazas, aunque Dong Yul prefería una taza de té antes que un café.

Una vez apuradas las bebidas a la par que la película comenzaba a correr, entre ellos se creó el silencio, un silencio que se vio interrumpido por el sonido de la película, pero que, de cualquier forma, demostraba que estaban disfrutando su compañía, teniendo como testigo solamente aquel televisor que mostraba aquella cinta cinematográfica de ciencia ficción.

Cuarenta minutos más tarde, la noche se hizo presente con la luz de la luna tratando de colarse por la única ventana cercana cuya cortina no estaba del todo cerrada; alrededor de ellos, solamente la oscuridad y el sonido del aparato que expulsaba los sonidos de una guerra de se cernía entre criaturas de otro planeta en un lugar utópico en medio de la galaxia.

Dong Yul pudo darse cuenta que acariciaba las manos de Theo de una forma casi mecánica, pero muy natural, no recordaba en qué momento había comenzado a acariciar su mano, empero, no quiso pensar en eso. Pronto, la cabeza de Theo recayó en el hombro del otro, y esa fue la señal de que había quedado dormido; no podía culparlo, había tenido un día pesado y, sobre todo, a él no le gustaban las películas de ciencia ficción, pero se había animado a verla para hacer feliz a Dong Yul.

Aunque estuviese dormido, sabía que todo estaría bien en su vida porque Dong Yul estaría ahí a su lado hasta el amanecer. En cuestión de minutos, Theo estaría hecho un ovillo casi al borde del sofá a punto de caer y el otro tendría que llevarlo a la cama entre sus brazos; la idea de despertarlo no resultaba la más indicada o correcta y, aunque Theo era más alto, él era un hombre fuerte y podría llevarlo hasta la habitación sin inconveniente.

-Nunca estarás solo -dijo Dong Yul y acarició su mejilla-. Me tienes a tu lado todos los días de tu vida.

A pesar de que Theo no podía escuchar sus palabras, cada mañana su acompañante le recordaba lo importante que era tenerlo en su vida y lo feliz que era a su lado. No necesitaba escucharlo porque lo tenía claro, Dong Yul estaría ahí hasta el día siguiente, y seguiría presente cada día de su vida, en cada amanecer.

Despiadada Venganza © [disponible en físico] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora