7 de septiembre de 2012

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La jarra estaba vacía por segunda vez en lo que iba de tarde. Los ruidos del bar se le hacían lejanos y, al mismo tiempo, lo envolvían en una sensación cálida. Según avanzaba el embarazo de Irene Marcus pasaba más tiempo fuera. Se iba temprano cada mañana y volvía cuando Irene estaba casi dormida, por las mañanas creaba y preparaba trucos, por las tardes daba las actuaciones y, una vez acabadas, se iba a algún bar o corría en dirección a la casa de algún espectador que lo hubiese puesto de los nervios.

Su teléfono empezó a sonar y lo miró, era Irene. Empezó a pensar en si cogerlo o no, el embarazo era de ocho meses, aún quedaba uno para que diese a luz, pero también era verdad que durante todos esos meses había respetado su espacio y, la única razón por la que le había llamado, eran siempre emergencias.

Finalmente decidió coger el teléfono, pero no fue la voz de Irene quien le respondió, si no una voz masculina.

—¿Hablo con Marus Phi?

—S-sí, ¿Qué sucede? ¿Está bien Irene?

—Le llamo del hospital, la doctora está con ella, yo soy su enfermero, está a punto de tener a su hijo, un parto prematuro, seguramente por estrés. —Marcus dejó de escuchar, en cuanto le dijeron que hospital era salió corriendo del bar.

Parto prematuro por estrés. Había sido un completo imbécil. Solo había pensado en él, no se le había pasado por la cabeza que estando embarazada Irene no podía hacer tantas cosas como antes, pero siempre que llegaba a casa le esperaba lo mismo que cuando no estaba embarazada: la casa impoluta y la cena hecha con lo que le apetecía de desayuno al lado, qué era lo único que él hacía en la casa.

Nada más entrar en el hospital corrió a información, pero antes de decirle nada a la mujer que iba a atenderle vió como llevaban a Irene en camilla hacia una habitación, suponía que el paritorio, y fue tras de ellos.

—Cariño, ya estoy aquí, ¿Cómo estás?

Antes de que Irene respondiera la doctora lo apartó levemente para que pudieran llevar bien la camilla y lo atrajo a su lado. Lo dejó con el enfermero que lo había llamado y este preparó a Marcus para poder entrar al paritorio junto a la que estaba a apunto de ser la madre de su primer hijo.

Al entrar dejaron que Irene le diese la mano, pero Marcus ya no procesaba bien lo que sucedía, estaba ensimismado en los gritos de dolor de Irene y la sangre que empezaba a asomar entre sus piernas. Sabía que no era normal actuar acercándose a la fuente del dolor, que la mayoría de personas que acompañaban a la mujer al parto se alejaban, y los pocos valientes se quedaban quietos en el lugar. Pero él no. Le apasionaba la sangre, el sufrimiento ajeno, y olvidaba que la que sufría era su novia, olvidaba que la razón de los gritos no era la muerte, si no la vida, simplemente disfrutaba de oír unos gritos de dolor tan desgarradores... Era la primera vez que le alegraba que Irene no pudiera tener en su torrente sanguíneo ningún tipo de anestesia.

Después del parto, una vez habían pasado a Irene a una habitación y se llevaban al bebé para limpiarlo y todos los procedimientos que fueran necesarios, Marcus por fin se acercó a Irene, algo distraído aun recordando el sufrimiento que acababa de oír.

—Es increíble que hayas dado vida a un niño como el que acabamos de tener.

—Espero que ahora que ha nacido estés algo más por casa... —La voz de Irene era un susurro cansado, después de todo lo que había pasado.

—Siento haber sido tan imbécil...

—Me gusta Seth... pero es diminutivo de Sethiel y ese nombre no me gusta nada. —Marcus no pudo evitar soltar una pequeña risa al ver que Irene hacía oídos sordos de sus disculpas, no le importaba, entendía por qué lo había hecho y también que se sentía culpable y que iba a cambiarlo.

—Podemos llamarle Setan, tu le llamas Seth y cuando tengamos que echarle la bronca ya gritaré el nombre entero yo. —Eso hizo que Irene sonriera.

—Me parece un nombre perfecto.

Poco después trajeron de vuelta al niño, que ahora ya tenía nombre, y se lo dieron a Irene para que se calmara y dejara de llorar al sentir de nuevo a su madre, enrollado en una manta con estampado gatuno que a Marcus le trajo malos recuerdos. Cuando Seth dejó de llorar, Irene hizo un gesto para que Marcus cogiera al niño, pero nada más cogerlo en brazos, el bebé se asustó y volvió a romper en llanto.

A Marcus se le apagaron los ojos, la poca ilusión que tenía acababa de desaparecer, ese niño sentía que era un asesino y no iba a fiarse de él, lloraría a diario cuando lo cogiera e Irene tendría que levantarse todas las noches a calmarlo.

Sintió la mano de Irene sobre la suya, estirando levemente y acercándola al bebé, este se agarró a uno de los dedos de Marcus con fuerza, quién no pudo evitar sonreír. Tal vez solo se estaba poniendo paranoico.

¿Cómo crear un asesino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora