CAPÍTULO 3: LA LUZ BLANCA

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—Te voy a entrenar.

—¿Qué? —. La repentina propuesta logró sobresaltarme. Casi me ahogaba con mi propia saliva.

—Hoy por la mañana fui convocado a una reunión de los guardianes de la tribu.

—Ah, por eso no estaba en casa cuando desperté —pensé.

—Aceptaron tu estadía aquí siempre y cuando colabores con nosotros —respondió mirándome fijamente a los ojos—. Serás mi ayudante a partir de ahora.

Pestañé algunas veces. ¿Yo entrenar?, ¿entrenar para qué? Era capaz de cocinar, lavar, coser, recolectar, entre otras cosas.

—Y... —alargué el sonido— ¿qué se supone que haces tú?

—Cazo en el bosque Lypton.

Comencé a toser múltiples veces. Ahora sí me estaba ahogando con mi propia saliva.

—Eh... —. No sabía qué decir—. Jamás en mi vida he tocado un arma.

Alzó ambas cejas.

Es verdad, alcé sobre mi cabeza un cuchillo de cacería para defenderme del oso cuando nos conocimos.

—En realidad llevo ese cuchillo solo por seguridad —dije en defensa propia.

—Bueno, pues ahora aprenderás a usarlo —respondió caminando en dirección al almacén de su casa—. Te enseñaré a usar un cuchillo para cazar, desmembrar y protegerte a ti misma, y aprenderás a usar el arco y flecha.

De entre las cosas que tenía en el almacén, sacó un par de cuchillos, un arco viejo y un arsenal de flechas.

—Toma — dijo alcanzándome las cosas—. Te haré unas nuevas en cuanto aprendas a usarlos.

—Espera —dije sorprendida—, ¿tú haces estas cosas? —. Asintió con su cabeza—. ¿Eso significa que los platos y accesorios para cocinar también? —. Asintió nuevamente. Me encontraba genuinamente sorprendida—. Woah... ¡Eres genial!

—¿Eh? —. Sus ojos se abrieron ampliamente—. Pues... gracias —dijo avergonzado—. Bien, vayamos fuera.

Caminamos a un lugar cercano al corral. En él tenía algunos blancos pintados en varios árboles viejos. Estaban llenos de huecos.

—Evaluaré primero tu postura. Intenta acertar una flecha a alguno de los blancos de los árboles —dijo alejándose de mí.

En el Reino Arcoíris era común ver gente con arco y flecha, utilizándolos como utensilios para la cacería de venados y conejos. Había visto a mi padre cazar algunas veces cuando era pequeña, incluso una vez me enseñó a sujetar un arco y prepararlo para disparar una flecha, pero jamás había vuelto a tomar un arma después de ese día. Jamás creí que en algún punto de mi vida necesitaría saber cómo utilizar armas.

Tomé una flecha y la situé en la cuerda del arco sujetándola entre el dedo índice y el cordial. Sujeté el arco con la mano izquierda y tensé la cuerda echando el hombro derecho hacia atrás y flexionando el mismo brazo. Di un paso atrás con mi pierna derecha de modo que mi cuerpo se encontraba posicionado de perfil. Miré la punta de la flecha utilizándolo como punto de referencia para apuntar al blanco. En cuanto tenía apuntado el blanco, contuve la respiración para evitar moverme.

Solté la flecha.

Ni siquiera llegó al árbol.

Comencé a reírme de mí misma. En mi mente todo se veía diferente y daba justo en el blanco.

—Qué tonta —pensé. Me sentía apenada pero la diferencia entre mi expectativa y la realidad realmente había resultado cómica.

—No tensaste lo suficiente la cuerda —dijo Abner. Había olvidado por completo que se encontraba observándome. Instantáneamente dejé de reír—. Creo que te falta fuerza en los brazos.

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⏰ Última actualización: Sep 17, 2020 ⏰

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