MARXEL
Mi mano se detuvo cuando estuve a punto de girar la manilla de la puerta.
De pronto, sentí el impulso de probar si alguien, quizás ella, se encontraba al otro lado de esta. Junté los nudillos para formar un puño. Respiré hondo y toqué a la puerta tres veces como había asimilado del código entre Kara y Dante.
Esperé.
Esperé.
Esperé con la esperanza de que alguien presionara el botón de acceso. Pasaron los segundos y no recibí respuesta. Comprendí lo equivocado que estaba, fue una estupidez pensar que todavía se encontraban ahí. Me pasé la lengua por el labio inferior y retrocedí dos pasos.
Tomé impulso antes golpear la puerta con la suela de mis botas y se escuchó un «crack» a continuación para indicar que se había roto la cerradura. La madera rechinó cuando me introduje en el interior del estudio.
Repasé el sitio y hallé las sogas cortadas en el mismo lugar junto al sofá viejo, la computadora en el escritorio, la nevera a la izquierda y el baño junto a las dos habitaciones. Estaba exactamente igual que la última vez.
Un olor a polvo me sacudió la nariz y me pasé el mango de la cazadora para mitigar el cosquilleo que me provocaba con estornudar.
La pregunta era, ¿porqué lo habían dejado todo en este estudio?
No podía dejar el tema tan fácilmente. Había venido precisamente a descubrir porque había huido de la ciudad. Seguía sin tener sentido y yo necesitaba saber al menos un motivo. Un misterio sin resolver no era algo que yo pudiese dejar estar, así que instaría hasta encontrar una respuesta, aún si me volvía loco.
Si la había encontrado una vez, podía hacerlo de nuevo.
Mi vista volvió a enfocarse en la computadora que se hallaba en el escritorio. El lugar estaba intacto, por lo tanto, los planes de Kara y Dante podrían encontrarse ahí.
Saqué un dispositivo que había sacado de un nuevo personal de confianza del cuartel de investigación y lo conecté a la parte externa que cubría el disco duro del ordenador para trasladar toda su información. Tomaría su tiempo. Una luz verde comenzó a parpadear y el porcentaje de aumento se mostró en la barra lateral.
Hurgué en los cajones. Recordé la noche que Kara buscaba algo con tanto entusiasmo. Revolví la papelera para entonces toparme con el segundo cajón. Varios brazaletes desde sus partes metálicas destellaron con la luz del sol.
Los brazaletes robados.
Los chips internos estaban enlazados al dispositivo, pero habían tantos—alrededor de diez o veinte brazaletes en el cajón. Perdí la cuenta— que saber de quién podría ser era bastante espinoso.
Me preguntaba donde se encontraba el verdadero brazalete de Kara. Es decir, utilizaba los brazaletes de los demás, pero que yo recordara su propia identidad nunca se mostraba en ninguna base de datos alrededor de los últimos tres años.
Busqué en el tercer cajón, donde habían más de ellos y quedé estupefacto al saber que sobraban dos cajones más. Estas personas eran expertas, pero no debí sorprenderme demasiado. Se habían pasado la vida robando para hallar a Pam Bennett. Hurgué entre los otros dispositivos que habían, revueltos con cables, trozadas de cubierta de dispositivos, tarjetas eléctricas, entre otros. Luego hallé precisamente lo que buscaba: Un escáner de vivem.
Estaba un poco descompuesto y viejo, quizás de un primera versión desde el restablecimiento, pero al menos podía escanear las identidades robadas.
Comencé a realizar el trabajo: algunas eran de ciudadanos que ya habían fallecido y otras celebridades.... No había ninguna de Kara. Probablemente ni siquiera la guardaba aquí, entonces, ¿dónde?
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Ladrón de Humo| 2
Ciencia FicciónDespués de escapar hacia la zona norte, Kara descubrirá que el mundo de los rebeldes no es tan malo como parece y que detrás de todas las decisiones tomadas por los grandes líderes prevalece una historia y muchos secretos enterrados. La Orden está e...