One Shot Jaiden

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La luz proveniente de la carretera le revolvió las entrañas. Su respiración se agitó casi de inmediato mientras su lengua se espesaba en su boca y el sabor a alcohol barato lo dominaba por completo.
Tenía un aspecto lamentable, su camiseta blanca estaba estirada y manchada con sangre por algunas partes. El olor a sudor ajeno mezclado con colonia de farmacia y aceite de motor resultaban en aquel joven de cabellera rubia que deambulaba con dificultad debido al shock, intentaba escapar de su crimen.
Dos horas atrás había asesinado a un hombre en un callejón de un bar por culpa de una riña que se fue de las manos, le dio un disparo a quemarropa justo en el abdomen. Consecuencia de ello ahora se encontraba allí luego de abandonar el pesado cadáver junto a la camionera del sujeto en un lago a escasos metros del asfalto.
El oficial principal de la comisaría del pueblo, Aiden, se encontraba fuera de su patrullero con una linterna sobre su arma reglamentaria. Estaba al‍erta, agazapado sobre el asfalto, expectante a todo movimiento o sonido proveniente de la oscura boscosidad a que se enfrentaba. Interrogó en radio nuevamente las características del sujeto que buscaba <caucásico,cabello rubio, 1,75 aproximadamente, pantalón verde oscuro, camiseta blanca>informó la operadora a los segundos. Un vecino que tenía su cabaña cerca de allí dio aviso a la policía de un vehículo entrando a ese punto del bosque, más específicamente una camioneta, conducida de manera errática, media hora atrás.

—¡Policía! ¿Hay alguien ahí? —observó un momento las huellas de neumáticos sobre el barro. En un segundo su corazón se tenso al escuchar jadeos de dolor desde el interior del bosque— Policía del pueblo ¡Salga con las manos en alto! —engrosó su tono de voz reafirmando el agarre de su arma.

En ese momento, una figura masculina salió de entre los árboles. La penumbra y la luz de la linterna distorsionaron la imagen que tenía enfrente por un momento haciéndolo ver aún más temible y grande. Sin pensarlo, Aiden bajo con prisa su linterna colocándola en su estuche para priorizar su pistola, aprovechando que la luz del patrulla ya iluminaba bastante su alrededor.
Cuando sus ojos pudieron acostumbrarse al juego de luces y sombras, movió su mano libre hasta el botón de su radio para poder activarla y pedir refuerzos.
—Ayuda —soltó entre jadeos de dolor el muchacho que se acercaba a él con dificultad.
El castaño retiró su dedo de la radio sin haber pedido los refuerzos, analizó al muchacho que se acercaba pidiendo ayuda, coincidía con las descripciones. Su cabello rubio estaba algo largo y revuelto, su pantalón verde estaba sucio, como si lo hubieran revolcado en la tierra y le faltaba la camiseta blanca. Su cuerpo estaba bastante magullado, tenía unos cortes recientes en el abdomen y en los brazos, se notaba desorientado, tiritaba de frío y susurraba un pedido de ayuda.
—Deténgase, ni un paso más — advirtió el oficial.
— A-Ayu... —no pudo continuar la palabra porque, en ese momento, cayó de rodillas al suelo.
James por dentro sonreía casi victorioso, tenía todo perfectamente montado para engañar al policía que en ese momento había dejado su postura de al‍erta para socorrerlo. Sabía que ya no tenía la pistola consigo, pero si el hombre que estaba sobre él sosteniéndolo se atrevía a llamar refuerzos o se daba cuenta de su crimen, tenía una navaja preparada en su bolsillo para clavarselo directo en la yugular. La voz del oficial diciendo <Señor, contesteme> lo obligó a abrir sus orbes celestes encontrándose con lo que él describiría como los ojos avellanas más hermosos del planeta. Verlos le recordaba a la primera vez que probaba la nutella en una tarde de invierno cuando una pastelería a la vuelta de donde vivía regalaba obleas rellenas de la misma.
Sintió como el alcohol de su organismo era absorbido de golpe por sus células, se encontraba sobrio, ahora quería algo nuevo, una nueva droga, a ese atractivo oficial.
Aiden estaba anonadado con la figura del chico que sostenía en brazos, era como un ángel caído en su máxima expresión, podía imaginar sus alas negras desprendiéndose por el contacto de la atmósfera en su caída desde el cielo a la tierra.
—Oficial —balbuceó el joven de ojos claros mientras apretaba los musculosos antebrazos de su salvador.
—Tranquilo, lo llevare al hospital, no se preocupe—sentenció con firmeza y un dejo de preocupación ayudándolo a enderezarse.
James prestó atención a las acciones del policía como también a sus palabras. Estaba preparado para cualquier eventualidad, para cualquier interrogante o movimiento brusco. No le iba a temblar el pulso con ese hombre, aunque terminar con su vida le pareciera un desperdicio. Se reincorporo al momento con ayuda del castaño que era, tal vez, 10 o 15 centímetros más alto que él. Prendido de su torso y con ayuda de los brazos que lo sostenían con firmeza caminó en dirección al patrulla.
El clima realmente estaba denso.Estaban pronosticadas varias tormentas en el transcurso de la semana. Para sus desgracias, o suertes, la más feroz tempestad de los últimos años estaba a punto de llegar sobre ellos. El viento se tornó fuerte, se notaba sobre todo en los árboles que se doblaban como papel, la temperatura descendio exponencialmente, helando la piel desnuda de James que se apretó al cuerpo tibio del oficial. A la lejanía un rayo partió el cielo por la mitad obligando al oficial a cargar en brazos al menor ignorando los protocolos de seguridad para depositarlo en el asiento del copiloto desde la puerta del conductor que estaba abierta.
Cuando Aiden se subió al auto se aseguro de tener el cinturón bien ajustado, encendió el patrullero prestando atención al muchacho a su lado, noto que estaba temblando sobre el asiento. Estiró su brazo al asiento de detrás de él y tomó una chaqueta marrón con los logos de la policía para luego entregarla al rubio con una media sonrisa esperando que la acepte.
—Gracias — musitó el joven mientras se abrigaba.
—Debemos ir al hospital antes que empeore la tormenta —puso en marcha el auto mientras continuaba—buscan a un muchacho como tú, que desapareció junto a otro en una camioneta —lo miro reojo prestando atención a sus gestos.
James tragó saliva y con disimulo llevó su mano al bolsillo de su pantalón preparado para cualquier acusación. No fue hasta que escucho <estas lastimado, si ese tipo te hizo daño dímelo, estás a salvo, estoy para ayudarte> que retiró su mano de la navaja que ocultaba, para pasar a aprovechar el juego de sus mentiras.
—Si, me obligó a acompañarlo en la camioneta y me trajo al bosque, me dio una paliza, me corto con una navaja, me revolcó y si no fuera por usted que llegó no sé qué hubiera sido de mi... —tomo aire fingiendo unas lágrimas de cocodrilo.
Aiden atento a su versión, sintió rabia, apretó el acelerador para llegar cuanto antes al hospital y luego tomarle las declaraciones al jovenzuelo que lloraba en su patrulla. La lluvia era copiosa y fuerte, diluviaba y caían rayos por doquier.Iba a preguntarle más cosas al muchacho y activar su radio cuando un gran pino cayó sobre la carretera bloqueando el paso frente a sus ojos. Tuvo que pegar un volantazo y derrapar para evitar el inminente choque.
—Puta madre —gruñó Aiden golpeando el volante.
El rubio lo miraba con atención disfrutando las venas marcadas en el cuello de ese bello policía, su voz, para sumarle al atractivo, le daba una extraña sensación de paz. Debido a la tormenta dieron marcha atrás para tomar otro camino, el cual desconocía por completo. Vio como el castaño intentaba contactar con alguien, algo inutil porque al parecer las interferencias en la radio eran producto de la tormenta, la misma que empeoraba minuto a minuto. El silencio entre ambos era sepulcral hasta que llegaron a una pequeña cabaña a unos cuantos senderos de la ruta.
—Escucha, no es lo más profesional, pero no me voy a arriesgar con esta tormenta —quitó su cinturón decidido— esta es mi casa, esperaremos a que todo termine y me pueda comunicar con los míos.
No pudo ni soltar un lastimero "si", porque cuando se percató, el policía había salido del patrullero para abrir la puerta del copiloto para cargar al muchacho en brazos hasta el interior de la cabaña, la lluvia los había empapado por completo.

No se podía sacar la imagen de la camisa de aquel policía pegada a su piel debido a la lluvia. Estaba en el diminuto baño de aquella cabaña con una ropa prestada mirándose al espejo de cara frente al lavabo, recuperaba sus recuerdos de lo ocurrido hasta ese momento. Salió y al instante empezó a sentir un aroma delicioso proveniente de la cocina, al acercarse encontró al policía con ropa limpia sirviendo un humeante plato de estofado de pollo para él.
—No se si te gusta, pero disculpa, escuche tu estómago gruñir y la noche será larga — se apartó dejando libre la silla frente al plato.
A James todo aquello le parecía irreal, pero no iba a negarle la cena a alguien, más si era ese amable policía de pueblo. Se sentó para devorar el plato frente suyo mientras el castaño tomaba una taza de té y le decía al menor que luego de la cena iba a curar sus heridas.

La electricidad se fue justo en el momento en que iba a comenzar la curación. Soltando un sonoro suspiro, Aiden, fue a encender unas cuantas velas en puntos estratégicos de la sala. Volvió al sofá donde estaba el joven de cabellera dorada, se sentó a su lado, le indicó que se quitara la camiseta (algo que obedeció) y con una gasa mojada previamente en agua oxigenada comenzó a limpiar una a una sus heridas para luego venderlas. Al levantar la vista se encontró con la mirada atenta del contrario que rompió el silencio de inmediato.
—¿Cuál es su nombre, oficial? —cuestiono James con tranquilidad y una extraña sensación de cariño por el hombre que lo curó.
—Aiden, oficial principal Aiden ¿El suyo? —sonrió levemente por la inocencia que despedía la voz de aquel chico de no más de 20 o 22 años.
—James Rodriguez —soltó con "sinceridad" el más joven.
—Nunca lo he visto por este pueblo James, debo admitir que tiene un rostro difícil de olvidar —decía el castaño notando el rubor en las mejillas pálidas de el otro, mientras guardaba todo lo que ocupó en su medikit personal.
—Soy nuevo, solo ando de paso — soltó con un dejo de fanfarronería.
—Pues, haré todo lo posible para atrapar al hijo de perra que le hizo daño. No quiero que le quede un mal recuerdo de mi hogar, James —se levantó del sofá acercándole una frazada al ojiazul—puedes dormir, me quedaré pendiente de la radio y lo que necesite.

El sonido del viento azotando la puerta de un cobertizo cercano no hacía más que ahondar en su mente la secuencia de hechos vividos hasta ahora. Era un asesino. Esperaba terminar en comisaría golpeado hasta la muerte para luego pudrirse en una celda en aquel pueblo desconocido. Nunca imaginó terminar allí, en el sofá de aquel policía, cobijado y protegido. Era quizás la primera persona en su vida que lo trataba así de bien, y , aunque él sabía que no se lo merecía, no negó el disfrutar la experiencia hasta que la tormenta acabara. Fue así que se acercó al hombre que reposaba en una silla de la cocina, dándole la espalda.
—¿Oficial? —pregunto tocando con cuidado su hombro para no asustarlo.
Cuando el mayor levantó la mirada preguntando qué ocurría recibió en su regazo al rubio que lo empezó a besar despacio esperando a ser correspondido. Se separó un momento para quitar un mechón rubio de su pálida y tersa piel para retomar aquel beso que le provocaba una sensación de electricidad en todo su ser, como si lo conociera de toda la vida, como si lo amara, tal vez.

Ya en el cuarto, a oscuras, continuaban, El mayor acariciaba con cuidado la delgada figura de James debajo suya mientras devoraba su cuello con un camino de lamidas y besos provocados por los gemidos del rubio que disfrutaba como nunca. Este frotaba su entrepierna por el apretado bulto del oficial que lo aprisionaba en aquella cama que olía a vainilla y barniz. La oscuridad fue una aliada a la hora de activar los demás sentidos para aquel juego previo que poco les duró.
Ambos estaban sentados en la cama desnudándose, hasta que Aiden, que terminó primero, puso al otro sobre él acariciando su cintura y sus glúteos con atención mientras estimulaba su pezón derecho con sus dientes. Definitivamente era un ángel en medio de la tormenta, necesitaba protegerlo y darle ese tan pecaminoso placer. Fue ahí cuando quitó el miembro del rubio de sus calzoncillos para estimularlo mientras el golpeteo de la lluvia, el viento y los gemidos de ambos lo excitaban cada vez más.
James no se quedó atrás, se posicionó en medio de las piernas del mayor, retiró sus boxers y metió el miembro de su compañero en su tierna y húmeda boca arrebatándole así jadeos y caricias en su cabeza y espalda.
El oficial estaba tan extasiado de aquel muchacho que tan esporádicamente ingreso en su vida que lo deseaba aún más.Llevo dos dedos a su boca para humedecerlos, los acercó a la entrada del rubio para acariciar con suavidad con uno, cuando noto que el otro levantaba sus nalgas y reposaba su torso en la cama lo tomo como una señal de aprobación para colocar con suavidad uno de los dos.
Primero fue uno, luego otro que se movía con precisión por su interior friccionando su punto dulce hasta hacerlo sentir en la gloria. Había dejado de succionar el miembro debido a que su mandíbula ya no le respondía y prefería demostrar lo mucho que disfrutaba ese momento entre ambos. Cuando noto que estaba listo se posicionó sobre el miembro erecto del castaño dándole la espalda. Sentía calor cuando lo abrazaba, le daba cariño y acariciaba su cintura, se sentía cómodo, querido, deseado. Sentía electricidad cuando estaban unidos en ese contacto tan íntimo, tan lujurioso y húmedo. Cuando daba pequeños brincos sobre ese desconocido policía que lo abrazaba y jadeaba en su oído mientras movía su cadera apurando las embestidas con cuidado de no generarle dolor o molestias.
Ambos sintieron espasmos al mismo tiempo, terminando a la vez en una sincronía digna de admirar. James se acostó en la cama exhausto seguido del mayor que lo abrazó como si de un peluche se tratase. No dijeron nada, solo se miraron en la oscuridad sintiendo sus respiraciones muy cerca y sellaron el momento en un beso corto antes de caer en un pesado sueño.

Al otro día, Aiden se encontraba solo en la cama con sus boxers puestos. Se incorporó rápidamente para ponerse su camiseta y unos pantalones. La ropa del chico que pasó con él la noche no estaba. La cocina y la sala estaban tal cual la había dejado.Por un momento pensó que todo aquello era producto de un sueño, pero al ver que desde la ventana que el patrullero estaba allí y que la lluvia ahora era más leve se frustró pensando que el chico se había ido.

Salió a probar la radio otra vez, cuando vio una figura masculina caminando hacia su dirección con lentitud. Lo reconoció al instante, era James.
—Linda mañana oficial. Creo que no me molestaría quedarme un poco más por aquí...—sonrió de lado ocultando un poco su preocupación.
—Haré lo posible para que lo haga —se alegró por dentro el oficial mientras sentía la llovizna sobre su rostro.

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𝕿𝖍𝖊 𝖘𝖙𝖔𝖗𝖒 𝖔𝖋 𝖆 𝖋𝖆𝖑𝖑𝖊𝖓 𝖆𝖓𝖌𝖊𝖑 //Gustabo x Aiden//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora