Capítulo 5

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Debí insistir. Sé que debí hacerlo, lo intenté, pero todos me ignoraron y los que no lo hacían querían encerrarme en un manicomio. Nadie me creyó, ¿quién lo haría? No había motivos para pensar que no fue un accidente, pero yo sabía que no lo fue... algo me lo decía, algo me lo sigue diciendo. Su muerte fue diferente a las demás, pero eso no es prueba de que no haya sido la misma persona.

Ven al río.

-No empieces, vengo de allá -una señora me mira de reojo y me da la espalda.

Siguen creyendo que estoy loco, pero al menos ahora lo disimulan un poco más. Algunos de ellos pueden escucharla de vez en cuando, pero nunca como yo, nadie como yo. Miro a la señora sin detenerme, la paso de largo y no volteo, pero sé que ella sí lo hace. Ya estoy acostumbrado a las miradas.

<< -Miren qué tenemos aquí: el rarito que escucha a los muertos.

-¿Hay algún fantasma aquí, fenómeno?

-Me siento muy a lo Sexto Sentido.

-Ya déjenlo en paz -Emilio se acerca a mí y me toma del brazo -No es gracioso nada de lo que están diciendo.

-¿Y a ti quién te preguntó? ¿Tú también los ves?

-Vamos, Emilio, deja al rarito este. Sabes que nadie le creerá ese cuento de que solo él puede escuchar a Renata -se acerca a mí, su rostro está a unos centímetros del mío -porque está muerta. MUER-TA.

Todos se ríen.

-Alfredo... vamos, ya déjalo.

-No, Emilio, voy empezando... Renata está muerta porque fue lo suficientemente tonta como para meterse al río en la noche más fría del año -ya estoy llorando -Está muerta y tú no pudiste hacer nada. Que tu abuela vea y sepa cosas es algo, ni siquiera ella puede verla u oírla. ¿Tú qué? No tienes pruebas y la única que hay está tres metros bajo tierra...

Todo pasa tan rápido: se escucha un grito agudo que rompe todos los cristales que están cerca. Las luces parpadean antes de que los focos estallen. Nos quedamos a oscuras. Todavía se escuchan algunos gritos cuando algo se aparece frente a nosotros... alguien. Mi respiración se nota en el aire, está helando aquí.

-¿Quieres saber qué tan fría es el agua en octubre? ¿Te gustaría ver mi lado del río? -reconozco la voz de inmediato. Mi corazón se detiene. Escucharla es una cosa, pero ¿verla? Eso es demasiado. Me tambaleo.

Le extiende la mano a Alfredo, lo escucho soltar un chillido, va caminando hacia atrás arrastrando los pies, nadie más se mueve. Renata avanza hacia él aún con su mano extendida.

-¿Por qué te alejas? Ven conmigo...

-¡No! ¡Aléjate de mí! -se enredan sus pies y tropieza -¡Esto no está pasando!

-¿Aún sigues creyendo que estoy tres metros bajo tierra? -se escucha un trueno y ella desaparece.

Todos estamos en silencio, lo único que se escucha es la lluvia y los pasos de alguien acercándose por el corredor, seguramente es el director.

-¿Qué rayos...?

Es lo último que escucho antes de desmayarme >>.

Después de ese día dejaron de molestarme en la escuela, de hecho dejaron de hablarme por completo, excepto Emilio.

Los tres años de bachillerato fueron los peores de mi vida, aunque digamos que estos meses en la universidad tampoco han sido mis favoritos. Lo malo de vivir en un pueblo es que todo el mundo se conoce, incluso los que no compartían grupo conmigo cuando pasó todo eso me conocen, me conocen como el raro que ve muertos, aunque teóricamente no puedo verlos, mi abuela puede... yo no. Cosas normales en los pueblos, ja.

Del Otro Lado Del RíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora