Capítulo 9

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Todo sigue igual que la noche anterior: la caja, los recortes, las fotografías.

-¿Qué fue lo que pasó?

-Tuve un sueño espantoso -le cuento todo lo que pasó, sin omitir detalle. Me mira preocupada, aunque intenta disimularlo.

-La parte del álbum es verdad -dice cuando termino de narrar mi pesadilla -Siento que algo va mal con eso.

-¿Has visto a mamá?

-No, cariño. Está descansando.

Asiento y me levanto de la cama.

-Me daré un baño antes de ir a la escuela.

-¿Irás hoy?

-No. Otra cosa cierta es que debo empezar a soltar lo que me hace daño, y esto... -extiendo los brazos para abarcar todo lo que está en suelo -...vaya que duele.

-¿Quieres que limpie por ti?

-No, yo lo hago, gracias -sonrío y entro al baño. Cierro la puerta, me miro en el espejo: mi cara está pálida, el único color que la adorna es el morado debajo de mis ojos. Apoyo las manos en el lavabo y me inclino ligeramente hacia adelante.

-Se acabó, Renata. ¿Me escuchas, Llorona? Ya no más, debo continuar con mi vida. Antes no pude hacer nada... ahora tampoco, lo lamento. No tengo la fuerza necesaria.

Me doy la vuelta y abro las llaves de la regadera. Fría, qué sorpresa. Empieza a calentarse y yo a quitarme la ropa.

Entro y dejo que el agua se lo lleve todo, incluida ella. Los restos de la pesadilla también se van por el drenaje, solo me quedo con la imagen del monstruo sosteniendo mi brazo y diciendo: tan cálido.

Miro mis manos, las marcas rojas casi desaparecen. Las cierro y hago lo que tengo que hacer.



Apenas pongo un pie en la escuela y siento las miradas de todos recorrerme de pies a cabeza. Ya sabía que sería así después de mi huida ayer a mitad de una clase. No les doy importancia, la corriente se los lleva a ellos también.

Subo las escaleras hasta mi casillero, lo abro, hago lo mismo con mi mochila. Saco un par de libretas y las meto a la mochila. Estoy a punto de cerrar el casillero cuando veo la foto que está en su puerta: Renata. La despego y suspiro. Levanto la libreta que queda dentro, volteo la fotografía y la pongo debajo de este.

Al llegar a casa debo hacer lo mismo con las demás, con el tiempo tendré la fuerza de tirarlas, incluso se las podría dar a sus padres. Cierro la puerta, pongo el candado y voy a mi salón.

-El niño prodigio ha llegado -Emilio se levanta y camina hacia mí -Siempre digo esto, pero creo que hoy es más que necesario repetirlo: te ves fatal.

-Gracias -sonrío.

-¿Otra vez los gritos? ¿No dormiste aunque fuera cinco minutos?

-Dormí, y vaya que lo hice -bloqueo la imagen en cuanto amenaza con proyectarse en mi cabeza y quedarse ahí todo el día.

-¿Entonces?

-No hubo gritos.



-¿Y si explotaba?

-No iba a explotar, todo estaba bien calculado y pesado -Rosa y yo reímos.

-Pero pudo haber pasado -dice Emilio.

-Sigues aquí, ¿no? Además, ¿por qué habría de explotar? -se encoje de hombros.

-Bueno, tenemos al menos una hora libre... ¿Desayunamos? -la miro y le sonrío.

-Tengo algo más que hacer, mejor los veo en clase.

-¿Seguro? Tal vez comer es lo que necesitas...

-Lo dudo –Tan cálido... -Debo practicar para noviembre.

No digo más y me voy hacia mi casillero. Meto mis cosas y lo cierro, lo único que tomo es un cuaderno viejo de música. Camino hacia el salón, está vacío, entro y voy a la esquina junto a la ventana, ahí está mi guitarra. La tomo, paso mis dedos por las cuerdas. Me siento a lado de ella y acomodo el cuaderno, lo abro, mis dedos ya saben qué página buscar.

Cierro los ojos, ni siquiera necesito ver las notas. La música comienza a sonar, la hago sonar...

-Salías de un templo un día, Llorona, cuando al pasar yo te vi...

Salías de un templo un día, Llorona, cuando al pasar yo te vi...

-Hermoso huipil llevabas Llorona, que la Virgen te creí...

Hermoso huipil llevabas Llorona, que la Virgen te creí...

-Ay de mi Llorona, Llorona...

Del Otro Lado Del RíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora