Capítulo 10

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ROSA

-Te digo que no es una buena idea.

-Déjame en paz, solo quiero ver qué hace.

-Ya te lo dijo... Va a practicar, todos los años se presenta en la feria de día de muertos y canta una canción.

-Entonces no veo el problema en que yo vaya a verlo ahorita.

-Mujeres...

Caminamos hasta el salón de música, tiene menos de cinco minutos desde que Diego entró ahí. Me asomo por el cristal de la puerta y lo veo sentado. Tiene un cuaderno frente suyo, pero ni siquiera lo mira, sus ojos están cerrados. Sus dedos comienzan a rozar las cuerdas.

-Conozco esa canción...

-Salías de un templo un día, Llorona, cuando al pasar yo te vi...

La música y su voz salen por la puerta, lo escucho con total claridad.

-Hermoso huipil llevabas Llorona, que la Virgen te creí...

Algo dentro de mí se encoge, verlo y escucharlo me rompe el corazón... No hace falta preguntar a quién le está cantando, pero aún así lo hago.

-¿Para quién es? -mi voz es apenas un susurro, no quiero que Diego me escuche y deje de tocar.

-Renata... -Emilio también susurra. Miro su rostro, está pálido -La cantaban juntos desde que eran niños... todos los años, sin falta. La gente del pueblo nunca se cansa, parece que cada año lo disfrutan más. El primer año que la cantó sin ella... Usualmente todos catan y bailan, pero ese día nadie dijo nada, nos limitamos a escucharlo... a sentirlo. Era como si Renata no se hubiera ido -sus ojos comienzan a llenarse de lágrimas.

-¿Qué pasó?

-¿No te lo ha dicho aún? -no me mira.

-Dijo algo...

-Se ahogó en el río hace tres años.

-Él cree que no fue un accidente.

-Ya lo sé.

-¿Tú qué opinas?

-Que debe dejarlo ya...esto solo lo lastima, pero Renata no hace las cosas fáciles. Creo que él tiene razón, tal vez... no lo sé. De nada sirve hacer preguntas... nadie dijo nada antes y no lo harán ahora.

-¿Por qué? -intento comprender, pero me es imposible.

-Con el tiempo te irás dando cuenta de cómo son realmente las cosas aquí.

La guitarra es la única que suena, pero eso no se queda así por mucho tiempo. Retoma la canción.

-No sé qué tienen las flores Llorona, las flores de un campo Santo... no sé qué tienen las flores Llorona, las flores de un campo Santo... que cuando las mueve el viento Llorona, parece que están llorando... que cuando las mueve el viento Llorona, parece que están llorando. Ay de mi Llorona, Llorona... Llorona llévame al río. Ay de mi Llorona, Llorona... Llorona llévame al río. Tápame con tu rebozo, Llorona, porque me muero de frío...

...Me muero de frío...

Siento algo recorrer mi espalda, me doy la vuelta, pero no hay nadie.

-¿Estás bien?

-Eso creo... ¿No te parece raro que nadie haya investigado?

-Déjalo ya, Rosa.

-¿Por qué? Chicas mueren y nadie investiga... Siento algo... no sé qué es, pero no me gusta.

No decimos más, pero sigo teniendo muchas preguntas. No dormí por estar dándole vueltas a todo este asunto. Regreso la mirada a Diego, mi corazón está revuelto y mi mente confundida, verlo de esa manera hace que sienta algo extraño, nada malo, pero no tiene sentido. Nos conocemos desde hace tres meses, pero pareciera que es de toda la vida, en todo este tiempo no lo había visto de esta forma...

Me acerco más al cristal de la puerta, la luz de la ventana lo baña por completo. Siento otro escalofrío recorrerme, una mirada sobre mí, miro alrededor mío, solo estamos Emilio y yo, pero él no me mira. Volteo de nuevo a la puerta y ahogo un grito, el reflejo que está ahí no es el mío, ¿qué rayos? He visto ese rostro antes, ¿dónde?

¿Tú también lo sientes?

Empiezo a retroceder, mi mano se apoya en mi pecho y la otra en mis labios. Tengo mucho frío, la lámpara sobre mi cabeza comienza a parpadear, mi respiración se congela frente a mí.

Octubre es un mes peligroso, no olvides quedarte en casa... Lo prometí, mentí y ahora veme. Mi corazón lo anhelaba tanto como ahora lo hace el tuyo. Ayúdame, así sanará y quizá...

Niego con la cabeza.

-¿Rosa? ¿Estás bien?

... quizá su corazón pueda pertenecerte.

Del cristal salen las puntas de unos dedos morados por el frío.

-¡No! ¡¿Qué quieres?! -me pego contra la pared. La música ha dejado de sonar, veo la puerta abrirse y siento que alguien me sacude.

Esos dedos se posan sobre su hombro, me mira preocupado y se acerca a nosotros, aparta a Emilio con suavidad.

-¿Qué pasa?

Volteo hacia la puerta una vez más, pero ella ya no está ahí. Las lágrimas caen por mis mejillas, cubro mis ojos con ambas manos y dejo que Diego me abrace.

Del Otro Lado Del RíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora