Capítulo 12

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Voy caminando de regreso a casa, mirando mis pies y con la guitarra golpeando mi pierna.

(Prometiste llevar flores).

Es verdad, pero las promesas están hechas para romperse, ¿no? Mi mente no deja de regresar tanto al festival como a mi conversación con Rosa. Ambos recuerdos resultan dolorosos.

(Esperaste mucho tiempo a que alguien te creyera, pediste ayuda y aquí está, pero ¿tú qué haces? La alejas y decides que ya no lo vale).

No creo que no lo valga, pero pensar más en eso solo me produce ganas de llorar, ya no lo resisto. ¿La habrá visto? ¿Por eso estaba tan asustada? ¿Eso la impulsó a decir todo aquello? Posiblemente. Es más que seguro, no lo entiendo, nadie más podía ver a Renata, ¿por qué Rosa sí?

(¿Eso no te dice algo?).

Son muchas cosas en las que pensar, por ahora solo quiero llegar a casa y ponerme a estudiar para el examen de mañana. Además, tengo mucho que limpiar.


-¿No comerás algo?

-Quizás más tarde, ahorita no tengo hambre -le doy un beso en la mejilla y subo a mi habitación.

Todo está tal como lo dejé. Arrojo mi mochila al suelo y pongo la guitarra sobre mi cama. Froto mi rostro, se me escapa un suspiro. Creo que lo mejor es primero estudiar y luego recoger, esto me llevará mucho tiempo así que ordenaré mis prioridades.

Saco mi cuaderno de física y me siento en la cama, mi mente sigue dispersa, pero intento concentrarme, solo daré un repaso y después haré lo que realmente me interesa.

Tomo una hoja blanca y comienzo a escribir las fórmulas que creo podrían servirme. Repaso algunos problemas que resolvimos en la escuela y luego resuelvo otros que están al final de mi libreta. Miro el reloj, ya son las cinco. Creo que ya estoy preparado para mañana.

Dejo todo a un lado y me pongo de pie. Mis manos descansan en los bolsillos traseros de mi pantalón. Muy poca luz entra por la ventana, enciendo la de mi cuarto y me siento en el suelo con las piernas cruzadas. Mis ojos recorren cada cosa que está frente a mí, no toco nada, más adelante está el álbum que aventé ayer, puede quedarse ahí un rato más, nada en mí desea tocarlo por ahora.

Empiezo por los recortes, los junto, uno encima de otro, del más grande al más pequeño, los dejo a mi izquierda. Tomo los periódicos y los pongo en otro montón. Ahora van las hojas sueltas, hay anotaciones, dibujos, de todo. Recojo unas hojas más y de entre ellas sale una fotografía, la dejo en el suelo, pero la miro.

-Deja de seguirme -tomo la fotografía y la meto entre otros papeles.

(A sus padres les encantaría tener eso).

Sí, supongo que sí. Vuelvo a tomarla, me pongo de pie y voy al escritorio. En un cajón tengo un folder vacío, meto ahí la foto y regreso con él a mi lugar. Salen unas cuantas fotos más, una a una las voy metiendo al folder, se lo llevaré a sus padres mañana.

Miro de nuevo el celular: las siete. Lo desbloqueo y me quedo helado. Esa foto también debo quitarla, no la he cambiado desde hace tres años, la puse un día antes de que muriera y así se ha quedado desde entonces. Entro a mi galería y selecciono la primera imagen que aparece, ni siquiera me fijo en cuál es, la pongo como mi nuevo fondo. Voy al álbum de nosotros, no lo abro, solo lo miro en la pantalla, debo borrarlas, lo sé, pero no puedo... Una cosa es saber que las fotos están con sus padres y otra muy distinta es saber que simplemente ya no están. No puedo hacer eso, supongo que en realidad jamás podré dejarla ir por completo, me alivia un poco saber que esas fotografías siguen aquí, no pienso verlas, pero aquí están.
Dejo el celular bloqueado entre mis piernas. 

Del Otro Lado Del RíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora