Capítulo 14

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Me tumbo junto a la flor, no me importa aplastar a las demás, no me interesa en lo más mínimo. No resalta como antes, se ve triste y más pequeña, no brilla.

(¿Qué más pruebas quieres?)

No necesito más, mi respiración se acelera, se escucha un trueno a lo lejos. Yo no soy quien debe resolver esto, pero eso no significa que me quede de brazos cruzados. Es mi culpa que Amelia esté muerta, si hubiera seguido investigando...

(Las cosas no hubieran cambiado. Solo no puedes, pero ahora hay alguien que te cree.)

-Rosa... -no quiero arriesgarla, pero sé que no podré detenerla -¿Renata? ¿Estás aquí?

Miro hacia todos lados, el relámpago llega y segundos después el trueno ruge. Detengo la mirada al otro lado del río, hay niebla, siempre la hay. Me levanto y me acerco a mi orilla.

Hace frío...

Me cuesta respirar, pero me hace feliz escucharla, nunca pensé que me haría tanto bien.

-No es invierno.

Lo sé, así como sé que tú también la sientes.

-Perdóname.

¿Por qué?

-No pude protegerte, no quise escucharte, me rendí...

No. Estás haciendo lo que debes, ya te diste cuenta. Encontraste el inicio, ahora debes llegar al final.

-¿Cómo?

No cómo, con quién.

-No quiero que le pase nada.

Ella estará bien, yo la protegeré.

-No lo dudo... Te extraño.

Ahora veo su rostro, un par de metros nos separan, pero puedo verla.

¿Sabes por qué me vuelve loca el inicio de octubre?

Me río.

-Porque noviembre está a treinta y un días.

Abre los ojos y no confíes en nadie que no sea ella.

Desaparece con el sonido de mi celular. Espero unos segundos, sé que no volverá, pero quisiera que lo hiciera. Sin mirar saco el celular de la mochila y contesto.

-Ya vas tarde, ¿estás bien?

-Debemos hablar -guarda silencio por lo que me parece una eternidad.

-Date prisa -cuelga. Miro la hora, son las siete con quince.

Me sacudo el césped que está en mis pantalones y camino de regreso, me tengo que dar prisa si quiero llegar a tiempo al examen. Me seco la cara con la manga de mi sudadera. Tengo que hablar con ella, tenemos que hacer un plan, necesito sacar todo esto de mi corazón. No quiero morirme más cada día, quiero conservar lo poco que me queda.
Acelero el paso, realmente no me importa llegar a la escuela, pero Rosa está ahí y a ella sí la necesito. Ya se habrá enterado de lo que ocurrió anoche, al igual que el resto del pueblo, cuando alguien muere las calles quedan casi vacías, excepto el lugar donde ocurrió, así que supongo que todo pasó en su casa... Dudo mucho que todos asistan al examen de hoy, cuando empiezan los asesinatos todos tienen miedo de salir, a la mayor parte eso los mantiene en su casa, pero no pueden recluirse ahí un mes completo, imposible pedirles eso.
Veo la escuela a un par de cuadras, vuelvo a mirar el reloj, me quedan cinco minutos. No hay ruido en las calles ni en mi cabeza. Nada.
No consigo centrarme en un solo pensamiento, mi mente está frenética. Quiero respuestas, no puedo seguir conformándome con las que ya tengo, que más bien son mentiras a medias. Llego y me dirijo al salón. Para mi sorpresa están casi todos. Cuando me ven llegar se levantan de sus asientos y retroceden como si el mismo asesino hubiera entrado. Alfredo es el único que se me acerca, pero lo hace con hostilidad.

Del Otro Lado Del RíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora