Capítulo 15

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-¿Ya me dirás qué te pasa?

-¿Sabes lo que pasó ayer?

-Algo así, sé lo mismo que todos los demás... aunque tal vez menos tú -me toma del brazo y hace que me detenga.

-Ya casi llegamos, estamos a un par de minutos.

-No es así como imaginé conocer tu casa.

-¿Has pensado en mi casa? -le sonrío, ella desvía la mirada -Es broma, vamos, te contaré cuando lleguemos... O mejor dicho te lo mostraré.

Espero que la escena de esta mañana no continúe ahí, sigo sintiendo un escalofrío. Llegamos a mi casa, abro la puerta y le hago una seña para que guarde silencio. Sé que mi abuela nunca está en casa antes de las dos, pero por su actitud de ayer no estaría tan seguro de que hoy no haya decidido cambiar la rutina. No logro escuchar ningún ruido, cierro la puerta y me asomo a la cocina, luego a la sala, toco la puerta del baño y como no recibo respuesta comienzo a hablar.

-Vamos a arriba.

Ella asiente y subimos las escaleras, le digo que entre a mi habitación, doy un vistazo al cuarto de mi abuela para estar seguro de que no esté en casa. No hay rastro de ella, así que regreso con Rosa y cierro la puerta. Dejo mi mochila en el suelo, ella está de pie frente a los montones de papeles y carpetas que están en el piso.
Me paro a lado suyo y la miro sin decir nada. No sé qué podría estar pensando, Renata decía que yo era muy intuitivo, pero mi intuición no me ayuda en este caso. Meto mis manos en los bolsillos de mi sudadera y espero a que diga algo, necesito que diga algo.
Se arrodilla y toma un periódico del montón, primero pasa sus dedos por los bordes, luego lo abre y se detiene en la tercera página. Casi todo ese número habla de los últimos dos asesinatos del 2016, así que, obviamente, ahí se habla de Renata. Se me revuelve el estómago, me pasé meses leyendo todas esas páginas, pero ya no recuerdo mucho de lo que dicen.
Me siento junto a ella, se seca una lágrima, apenas alcanzo a verlo porque su cabello cubre casi todo su rostro. Suspiro y cierro los ojos. Intento recordar lo que leí, me vienen a la cabeza fotografías y algunos encabezados, pero no logro ir más allá. Vuelvo a abrir los ojos.

-Teníamos tres años cuando nos conocimos, mis padres murieron un año antes... no solía jugar con otros niños, me gustaba quedarme en el jardín esperando a que mis padres volvieran. ¿Cómo le explicas a un niño que eso jamás va a pasar? Entré al preescolar y ahí la conocí. Fue la única interesada en hablar conmigo, al principio me incomodaba, pero después fui olvidando esa soledad que sentía. No fue difícil quererla, hacíamos todo juntos... Dos años después conocimos a Emilio, se había mudado de la capital porque sus padres querían que creciera en un lugar más tranquilo.

-Y a dónde se fueron a meter.

-Los tres... -mi voz se quiebra un poco -Éramos muy unidos. Con el tiempo mi cariño por Renata se convirtió en otra cosa, me asustaba porque todos decían que estaba muy pequeño para sentir cosas así. Cuando cumplimos diez no pude callarlo más y le confesé lo que sentía -suelto una pequeña risa por el recuerdo -Estaba aterrado, pensé que dejaría de hablarme para siempre, pero estuve muy equivocado... ella... sentía lo mismo que yo. Nos hicimos novios de manitas sudadas, con los años y conforme fuimos creciendo, comenzamos a besarnos y a querernos como novios de verdad. Emilio y yo fuimos sus chambelanes -ahora me río más -Éramos nefastos bailando, pero ella no quería a nadie más y a nosotros no nos importó hacer el ridículo. Meses después la mataron.

-Sé que ya me lo contaste, pero... ¿te importaría...?

-Me llamó esa noche... Dos de noviembre, hace casi tres años -siento algo de ardor en las manos, lo ignoro y sigo hablando sin mirar nada más que al espejo -Dijo que tenía ganas de hacer una pequeña expedición, me pidió que la acompañara y le dije que no. No quería salir, estaba asustado, no quería... no. Le hice prometer que se quedaría en casa, ella dijo que lo haría -pero no cumplió -Dijo que se iría a dormir. Yo hice tarea y luego fui a la cama. Tuve una pesadilla que no recuerdo, tiendo a recordarlas, nunca olvido algo que me asusta, pero esa no consigo traerla de vuelta, solo tengo el sonido del río. Desperté bañado en sudor y con la respiración entrecortada. Sentía los músculos agotados como si hubiera corrido un maratón, mis manos estaban heladas y sentía mis pies extraños.

Del Otro Lado Del RíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora