21.

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Horas antes; casa de Narcissa

[ —No esta en peligro —espetó ante el inevitable sonido de asombro de Severus, continuando la operación sin mayores distracciones y dejando de lado sus pensamientos contradictorios.]

Siendo que el mismo había dicho eso, la verdad era que no sabia con exactitud si la vida del pelirubio estaba pendiendo de un hilo. Al tener una mejor vista de lo que sucedía dentro de este, lograba ver con claridad como las raíces que parecían más secas que antes, se desvanecían lentamente, y aunque eso podría ser objeto de alivio por lo que quizás se trataba de la enfermedad curándose, lo preocupante es que mientras más se desvanecían las raíces, más alarmante se tornaba el ritmo cardíaco de Draco.

La cuestión ahora era si continuar hasta el final con la operación o detenerla y esperar a que la enfermedad siguiera su proceso, la vida de Draco dependía de la decisión que tomará.

Y esa era una decisión que no le correspondía.

—Severus, llama a la señora Narcissa por favor.

Mirando el semblante serio del castaño, Severus dejo los instrumentos en la bandeja saliendo rápidamente para ir por Narcissa. Mientras tanto William untaba un poco de la mezcla de hierbas que reducía la alteración o crecimiento de las raíces, deteniendo moderadamente el desvanecimiento de estas.

Cuando pensó que todo estaba controlado, el pulso de Draco comenzó a decaer en picada.

—¡Mierda!

Sin perder tiempo, William se apresuró a tomar los escalpelos para cortar las partes donde había untado la mezcla, su instinto le decía que eso fue lo que causo la caída del pulso del rubio. Pero a pesar de que sabía que hacer, sus manos temblaban sin control al presenciar justo lo que había temido. Es por eso que prefería tomar distancia de sus pacientes, al final el sentimentalismo se interponía en la mayoría de los asuntos de medimagos.

Tomo un bisturí presionándolo en su pie izquierdo, la sangre brotó manchando la bata larga de medimago, se aseguró de que esta no tocara sus manos para no arriesgarse a una infección en Draco. Estando espabilado con el dolor punzante de su herida, William procedió a eliminar las partes manchadas del líquido verdoso, con ello, las raíces parecían desmoronarse con mucha más rapidez, dejando ver con claridad la rosa que ocultaban recelosas. La rosa estaba tal como esperaba el castaño, pequeña, casi como un retoño, un retoño completamente marchito.

La puerta se abrió estrepitosamente, entrando Narcissa que se apresuró al escuchar el lento sonido de la maquina muggle que utilizaba William, y detrás de ella Severus. La expresión de la ojiazul era indescriptible, frente a ella, inconsciente y con el pecho abierto se encontraba su único hijo perdiendo la vida, y el que William estuviera manchado de sangre gracias al bisturí encajado en su pierna y con sus manos trabajado en el pecho de su hijo no era nada tranquilizador.

Sin haber dejado de hacer su trabajo, William pensó cuidadosamente en lo que le diría a continuación a Narcissa. Realmente preferiría que Severus empleará la pregunta decisiva con su usual carácter estoico, pero entendía que él estuviera inestable emocionalmente.

—...Como ya te diste cuenta Narcissa, esto...

Interrumpiendo las palabras de William, el pitido constante del monitor cardíaco hizo eco en la habitación. Narcissa callo como plomo al suelo después de escuchar el sonido que indicaba la muerte de su amado hijo.

Dulce Agonía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora