Capítulo 16

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De pequeño solía esconderme debajo de la cama cuando tenía miedo, lo cual era muy seguido, me quedaba ahí por horas hasta que mi abuela lograba sacarme. Ahora mismo estoy ahí, la luz está apagada, pero puedo ver las marcas de crayola que pinté. Escuché a mi abuela llegar hace menos de una hora, debe estar ocupada porque no ha venido a saludarme como es su costumbre.
Todo está en silencio, la única luz que alcanzo a percibir desde mi escondite es la de la luna. Hay muy poco espacio entre mi cara y la base de la cama, es más que obvio que ya no tengo cinco años. Me tranquiliza bastante saber que mañana es sábado, no tendré que ir a la escuela, ni que hacer tarea, mucho menos estudiar, podré enfocarme totalmente en mis temas pendientes. Estar aquí, solo, me ha ayudado a pensar mejor, ahora mis dudas casi desaparecen por completo, mañana haré mi mayor esfuerzo por serle de utilidad a Rosa, no pienso fallar en esto, ya no.
No sé qué hora es, tampoco me interesa saberlo, no quiero presionarme con el paso de las horas, en cuanto menos noción tenga de eso será mejor para todos, sobre todo para mí.

-Vendrá el coco y te comerá.

No puedo sacarme esa canción de la cabeza, aquí es común que las madres le canten eso a sus hijos, a mí me parece un poco traumático, pero qué más da, nada puede traumar más a un niño que el hecho de vivir en este pueblo.
Empiezo a creer que el monstruo de mis pesadillas es el coco, esa cosa que se come a los niños malos, o quizás solo sea cosa de mi mente... obvio que lo es, pero tiene cierto toque de realidad que lo hace aterrador.
Antes mis pesadillas eran sobre payasos o un auto destrozado, pero los miedos de los niños no son iguales a los de los adultos, usualmente los grandes se preocupan, cuando realmente hay algo que les da miedo... bueno, quién sabe. La única presencia adulta firme que he tenido es mi abuela y ella nunca muestra miedo, sé que hay cosas que pueden asustarla, pero no sé cuáles.
Crecí escuchando y viendo cosas en mi abuela que los niños normalmente no conocen, cuando empecé a verlas por mi cuenta creí que estaba volviéndome loco. Una cosa era que mi abuela pudiera, no pensé que yo igual podría hacerlo, claro que era de suponer que fuera hereditario, tenía cinco, los niños de esa edad no piensan en fantasmas. Tampoco imaginé que viviría atormentado por uno durante varios años. Aprendí a ignorar las cosas que percibía, fingir que no existían me ayudaba a no perder la cabeza. Pasé tanto tiempo intentando ser normal que perdí mi esencia, me olvidé de mis raíces, mi abuela y su abuela y la abuela de ella podían hacer lo mismo, la única diferencia radica en que yo era el primer hombre de la familia con ese don. Nunca sale nada bueno de esconder lo que eres, lo aprendí a las malas, quizás... si hubiera practicado, si hubiera seguido aprendiendo, las cosas pudieron ser más fáciles e incluso podría realmente hablar con Renata, pero me dejé engañar.
No quería que la gente me tratara mal, ni siquiera entiendo de dónde saqué esa idea, mi abuela es de las personas más respetadas y queridas del pueblo, muchas personas acuden a ella por consejos y ayuda, no sé qué me llevó a pensar que las cosas iban a ser distintas solo por tratarse de mí, y es que los niños de este lugar pueden ser demasiado crueles.
Tal vez el coco intenta salir, a lo mejor todo lo que intenté reprimir está intentando escapar. La pregunta es: ¿dejarlo salir es una buena idea? No estoy seguro de la respuesta y tampoco quiero apresurarme a conocerla. Sé que las pesadillas van a continuar porque hay algo que no estoy viendo, no logro captar lo que es, pero hay algo, puedo sentirlo. Quizás ese algo esté en esos sueños, quizás el coco trata de enseñármelo. Si es así entonces debería dormir ya e intentar descubrirlo, la idea no es tentadora, pero sé que tengo la razón. ¿Qué era lo que decía? Algo del río, eso es seguro, la necesidad de él... pero ¿en dónde entro yo?

Cierro los ojos, necesito quedarme dormido, me concentro en mi respiración, eso siempre me ayuda a dormir. Esta vez no escaparé, ya no pienso reprimir más el don con el que nací, sé que no es tarde, o al menos eso espero.

Del Otro Lado Del RíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora