Capítulo 17

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Abro los ojos y estoy en la sala de la casa de Renata, no estoy seguro de cuánto tiempo me llevó dormirme, pero lo logré, me levanto del sillón y miro a todas partes, nadie me acompaña en esta habitación, toca averiguar si hay alguien más en la casa.
Entro al comedor, sigue sin haber alguien. Paso a la cocina, nadie. Me asomo por una ventana de la planta baja para ver el jardín, hay unos columpios que recuerdo de cuando teníamos unos diez años, ahora ya no existen. Subo las escaleras, el primer cuarto es el estudio de su padre, abro la puerta despacio, no hay nadie dentro. No salgo, me acerco al escritorio y enciendo la lámpara que está sobre él. Del lado derecho hay un librero inmenso repleto de libros de derecho y de botánica, estos últimos por el abuelo de Renata. Hay un olor extraño en el aire, se siente pesado y me revuelve el estómago. Intento registrar cada detalle en mi mente, me imaginé miles de escenarios en los que podría aparecer, pero este no estaba entre ellos. Me siento en la única silla de la habitación, en el escritorio hay tres cosas: la lámpara que encendí, una pluma y una fotografía enmarcada. Miro la foto: es Renata conmigo, estamos jugando en el río, eso no pasó, nunca lo hicimos. Tomo la pluma, tiene grabado mi nombre, apoyo la punta sobre la madera del escritorio y trazo una R, me detengo porque lo que sale de ella no es tinta, es agua. La dejo en su lugar y apago la lámpara, no me asusta quedarme en la oscuridad, a veces siento que veo mejor cuando no hay luz, no la necesitas cuando ni siquiera sabes qué buscas. Inhalo profundamente, contengo la respiración por cinco segundos y exhalo, repito esto tres veces, tengo que concentrarme, me empiezo a sentir inquieto, el coco está cerca, no hay duda.
Me pongo de pie y salgo del estudio, la habitación que toca examinar es el baño, abro la puerta, al fondo está la regadera, la cortina cubre el interior, me acerco a ella mirando primero el suelo: hay revistas por todos lados, volteo al espejo que está atiborrado con fotografías de Renata, pero en el centro hay una de Rosa, lo dejo pasar y me detengo frente a la ducha. Tomo la cortina en el momento justo en el que el agua comienza a caer, mi mano tiembla, por arriba el vapor empieza a salir, recorro lentamente la cortina, veo las llaves del agua, la recorro un poco más y veo el chorro fuerte, cierro los ojos y al abrirlos de nuevo corro de un golpe el resto, está vacía.

-¿Dónde estás? -me aparto decidido a continuar con la búsqueda, pero algo en el espejo llama mi atención.

Las fotografías han desaparecido, escrito con labial rojo se lee: kappa.
No tengo ni la más mínima idea de a qué se refiere, qué significa, pero tomo nota mental de investigarlo. Salgo del baño y cierro la puerta. Siguiente parada: la habitación de Renata, desde el principio supuse que ahí estaría lo que busco, no hay que darle más vueltas al asunto.
La puerta ya está abierta, la luz del corredor parpadea y luego de unos segundos se apaga por completo, le siguen todas las luces de esta planta y posiblemente las de abajo. La única que sigue encendida es la de su habitación, me armo de valor y entro, la puerta se cierra sola a mis espaldas, no volteo a verla. Todo aquí sigue tal cual lo recuerdo, nada se ha movido. Me acerco a la cama, está destendida, las almohadas están destrozadas, las plumas que no están en el suelo flotan y caen en la cama. En el buró un vaso con agua se cayó dejando un rastro verde y pegajoso al tacto. El espejo del tocador está roto, me acerco a él, hasta este momento me doy cuenta de que no traigo zapatos, muy tarde... tengo cristales clavados en las plantas de los pies. Me hago para atrás e intento quitarlos con las manos, me hago unos pequeños cortes en los dedos, pero no hay más vidrios en mi cuerpo. Miro lo que queda del espejo en el marco, hay manchas de sangre que obviamente no es mía, la luz comienza a parpadear, era de suponer que esta luz también se apagaría. Creo que encontré al coco, o él me encontró a mí.
La luz termina de extinguirse, me quedo a oscuras, la temperatura está bajando, siento mis extremidades entumecerse, esta vez no podré correr. Solo puedo ver siluetas. Camino hacia la puerta y trato de abrirla, es inútil, está trabada. La golpeo con todas mis fuerzas, pero no consigo nada más que un fuerte dolor en el costado derecho del cuerpo. La pateo y obtengo el mismo resultado. Poco a poco empieza a desaparecer, pareciera que se está fundiendo con la pared, eso me asusta bastante, pero intento controlarlo. Me alejo lo suficiente para alcanzar a ver cómo se va por completo la única salida de este lugar.

Del Otro Lado Del RíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora