Hermanos

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Narra lan xichen

Wanji... lo recuerdo, estabas en esa cueva protegiendo a wei wuxian, nosotros tratábamos de ayudarte, tío estaba preocupado por ti, fuimos a aquella cueva con un grupo de ancianos que velaban por ti, pero querías protegerle a toda costa.

Recuerdo la última vez que desobedeciste a tío, lo hacías por ver a madre cuando ya no se encontraba con nosotros, te negabas a levantarte hasta que acabará el día o ella al fin abriera la puerta hacia su habitación. Pero esta vez te revelaste con más fuerza lastimando a las personas que te protegían, para proteger a esa persona detrás de ti que solo te dice "lárgate", tío te llevo a la fuerza de regreso a gusu.

En el momento en que escuche el castigo que tío implantó para ti, me paralice, sé que lo que hiciste estuvo mal, y no tengo como justificar tus acciones, pero intente hablar con tío, evitar que recibieras los golpes, que lo cambiará por otra cosa, me estaba desesperando pero él no accedió, cuando te vi ahí arrodillado para recibir los brutales azotes, uno por cada persona que lastimaste en aquella cueva, intente interponerme, pero fui sujetado por unos discípulos, por órdenes de tío, parece que él sabía que me interpondría por ti, Wanji, hermanito, mi corazón se hacía añicos por cada golpe que recibirás, pero no podía hacer nada.

Wanji... sé que tus acciones no fueron las mejores, por un momento también estaba molesto, intentábamos protegerte, pero tú lo querías a él, creo que esas fueron las mismas acciones que padre hizo por madre, pero yo no podía enojarme mucho contigo, sé que él era tu persona más querida, pero verte tomas las consecuencias me hizo sufrir de igual manera, no podía protegerte, sentí el amargo sabor de la impotencia, la desesperación, solo quería abrazarte, pero no podía. Me encontraba sujetado, viendo como en tu espalda se marcaban aquellos hilos rojos, el olor de tu sangre y tu rostro intentando mantenerlo sin expresión, pero soy tu hermano sabía que también sufrías.

Cuando el castigo terminó y tío dictaminó el demás castigo, en ese momento solo quería llevarte a curar y protegerte, tuviste que arrodillarse frente a las reglas, escribir las más de 3000 reglas de gusu incontables veces, y demás cosas.

Cada día se me dificultaba dormir, cada mañana me levantaba con el temor en mi corazón, y caminaba de la manera más apresurada posible para llegar a tu habitación, tenía miedo de un día entrar y ya no respiraras, tenía terror de perderte Wanji. Todos los días te ayudaba a limpiar y cubrir tus heridas, cada movimiento brusco que hicieras se abrían nuevamente, tu mirada se veía un poco perdida, cansada, probablemente tampoco has podido dormir. Visitó tu habitación cada que puedo para asegurarme que sigues aquí conmigo, sé que debo ocuparme de mi deber como líder.

Cuando debía darte aquella noticia, "el patriarca yiling ha muerto", tus ojos perdieron todo brillo aún restante, tu mirada se volvió perdida y tu rostro perdió todo rastro de color, estuve ahí para ti, pero mi corazón dolía, dolía porque yo mismo fui participe de su asedio, dolía ver aquel semblante que tenías, tu rostro se veía vacío, tu alma parecía rota, el temor de perderte creció aún más, podrías romperte y perder todo sentido, tu alma se perderías y no podrías regresar a mí, la preocupación crecía a cada día, te negabas a comer, hacías cada día más intentos por salir, pero tus heridas se abrían, y perdidas fuerza, debías mantenerte en reclusión, cuando intentaba hablar contigo solo respondías su nombre una y otra vez "wei ying", estabas destrozado, y yo aterrado, temeroso de que algo más te pasara y enojado, ¿Qué intentas hacer, Wanji?, veía una desesperación en tu rostro cada que caías al suelo, creo haberte escuchado maldecir, nunca lo había hecho.

Un día, como siempre fui a tu habitación después de mis labores, al ir a tu habitación y abrir tu puerta uno de mis peores temores se encontraba ahí, no estabas, solo tus sábanas manchadas por la sangre tiradas en el piso, con desesperación te busque, no quise notificarle a tío ni llamar tanto la atención de algún discípulo, para que no recibieras más castigos, en ese momento creí desfallecer, no estabas por ningún lado, cayó la noche y aún no había rastro de ti, hasta que logre verte, en aquel camino, venias tambaleándote, pero cargaba algo en tus brazos, corrí hacia ti, era un niño, lo tome en mis brazos y en ese instante te desmayaste, tus ropas estaban terriblemente manchas de un rojo carmesí y tierra.

hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora