just another girl ; the killers

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30 de julio, 2020.

«No puedes combatir la soledad con quien te abandonó».

५🖋

No quería cambiar de canal.

El camión lo sacó de su trance. Las luces lo habían cegado y estuvo a segundos de morir. Si no hubiera cambiado de canal en la autopista, probablemente habría sido arrollado.

Suspiró. ¿Qué más daba?

Nathan miró de nuevo la infinidad del universo. No había música, no había viento: no había nada que lo hiciera sentir vivo. Él no vivía en el mundo. Se sentía fuera de su cuerpo.

Volvió a su estado inconsciente con facilidad. La tristeza apaciguaba sus sentidos hasta apagarlos. Estaba vacío en un lugar donde alguna vez se había sentido invencible. Ahora le habían fragmentado el alma hasta acabarlo. Ya no recordaba cómo era ser libre.

Nathan salió de nuevo de su trance cuando leyó el nombre de Alex en la pantalla de su celular. A la tercera llamada, su amigo siempre iba a buscarlo. Nathan no quería verlo. No quería ver a nadie.

A nadie que no fuera Joshua.

—¿Nate? —susurró Alex a través de la línea telefónica. Hablaba con miedo.

—Estoy bien —murmuró Nathan con un tono de voz apenas audible. Alex suspiró.

—Quisiera creerte, Nathan —replicó Alex—, pero no puedo hacerlo. Esta es la décima vez que desapareces así.

Era cierto. En el último mes, Nathan se había mudado a casa de Alex y había desaparecido diez veces sin dejar rastro. Alex no había dado con él todas las veces, pues solía ir a lugares que solo él conocía. Nathan sabía que podría haber muerto hace tiempo, justo como esa noche.

A su parecer, que siguiera vivo era un castigo divino. Esa era la única razón por la cual se arrepentía de sus malos actos: Nathan quería que Dios le permitiera morir.

—No tengo que decirte a donde voy —dijo, pero se arrepintió al instante—. Lo siento, no quise sonar así. —Escuchó el suspiro de Alex al otro lado de la línea. Tomó el volante con fuerza. Sabía que solo le hacía daño.

—Sé que no, Nate —murmuró—, pero lo haces. Suenas así porque no quieres ver más allá. Tienes personas que te quieren, Nathan, pero tal vez no estaremos para siempre.

La última frase lo tomó por sorpresa. Desaceleró. El corazón de Nathan latía con mucha fuerza. Escuchaba los latidos de su corazón en sus oídos. Iban a volverlo loco. ¿Alex también iba a dejarlo? ¿Lo único que harían era abandonarlo?

—¿Nathan? —llamó Alex ante el silencio de la línea telefónica—. Dime dónde estás, por favor. Te buscaré y volveremos a casa.

Nathan no respondió. En su lugar, aparcó el auto fuera de la autopista y escuchó el sonido del césped aplastado. Recargó su cabeza en la cabecera del asiento. Escuchaba el latido incesante de su corazón, sintiendo una punzada en su pecho después de unos segundos.

—Nathan —llamó de nuevo Alex—, por favor.

Pero Nathan ya no estaba dentro de sí mismo de nuevo. El esmeralda de sus orbes se perdió en el techo del auto, mientras su mente divagaba. Reproducía en sus pensamientos una cinta de película que no podía detener, pues siempre llegaba a los mismos brazos, a los mismos orbes, a la misma piel.

—No es justo que estés así por él —dijo Alex, cansado del silencio—. Joshua es un chico cualquiera. No tiene ni una pizca de especial. Entiendo que pienses que era el amor de tu vida, pero no estaban destinados. Es un mundo enorme, Nate. Joshua es uno más.

Cartas para ti • 20 one shots | 20 songsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora