Capítulo 19

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-¿Te das cuenta de que no tiene sentido? -asiento -¿Por qué fingir que fue un accidente? La mataron igual que a las demás -vuelvo a asentir -Tenemos que seguir investigando -asiento por tercera vez.

-Tranquila, sus padres tienen sus propios motivos... solo ellos saben por qué hacen las cosas.

-Eso no es justificación.

-Pero es la verdad, no podemos hacer nada para cambiarlo.

Caminamos uno a lado del otro hacia el segundo destino. Sigo sin estar listo para estar en su casa. La lluvia es más fuerte, son casi las once y las calles siguen desiertas.

-¿Me estás escuchando?

-La verdad es que no. Sé que todo eso no era lo que esperabas obtener, pero así son las cosas. Te irás dando cuenta de eso poco a poco.

-Veo que este lugar no para de ser decepcionante.

Espero que ese comentario no haya sido personal. En este momento de mi vida la única opinión acerca de mí que me importa es la de Rosa, no quiero decepcionarla más de lo que ya lo he hecho.
Llegamos a la casa de Amelia, ahora la que se detiene es ella. Volteo a verla y noto que está viendo hacia arriba, sigo su mirada, me lleva a la planta de arriba, hay una única luz encendida en esa casa.
De la nada reanuda la marcha y toca el timbre sin esperar a que yo llegue a su lado. Me reúno con ella justo cuando la puerta se abre.

-¿Diga?

-¿Señora Linares? -la puerta se abre un poco más. Oigo otro grito desgarrador retumbar en mi cabeza, pero intento fingir que todo sigue igual.

-¿Qué necesitan? -siento unos ojos pesados fijos en mí, la puerta termina de abrirse -Tú.

Me señala con un dedo delgado y blanco como la nieve. Sabía que venir aquí no era una buena idea. Rosa me mira con intriga y se aleja un poco de mí.

-Pasen.

Hoy es un día lleno de sorpresas. Entramos antes de que la señora se arrepienta, el interior de la casa es sorprendentemente más frío que el exterior. Rosa se pega a mí y cruza su brazo con el mío, parece que su desconfianza fue pasajera.
Nos hacen una indicación para que pasemos a la sala y así lo hacemos. Tomamos asiento y la vemos hacer lo mismo.

-¿Qué hacen aquí?

-Lamentamos molestarla... -Rosa me suelta y se acomoda en el sillón.

-Sentimos su pérdida -las palabras salen de mi boca sin que pueda hacer algo para evitarlo.

-La entiendes.

-No crea que la comparo.

-No, sé que no. Tu abuela estuvo aquí hace veinte minutos.

Mi cara parece divertirla porque suelta una pequeña risa. ¿Mi abuela? Tal vez tenga algo de sentido, ella conoce a todos en el pueblo, quizás vino a dar su pésame, o a ver si necesitaban algo, quién sabe.

-Y ahora tú estás aquí. No me lo tomes a mal, supuse que vendrías -mira a mi acompañante -A ella no la esperaba.

Volteo a verla, vuelve a acomodarse y comienza a hablar.

-Perdone, es que...

-Pregunten lo que tengan que preguntar y luego largo. Ya me cansé de repetir la historia una y otra vez.

-Lo que menos queremos es molestarla -al igual que en casa de Renata, me mantengo al margen de la conversación.

-Ya lo hacen, todos en este maldito pueblo no hacen más que molestar.

Mi concentración no está del todo en esta casa, gran parte de ella intenta descifrar por qué mi abuela estuvo aquí, ha estado actuando raro desde hace un par de días. ¿Dónde estará ahora?
Rosa no dice nada, me mira buscando apoyo, así que renuncio a mis problemas personales y me concentro en lo que estamos haciendo. Mi estilo no es tan directo como el de ella, yo prefiero conectar con las personas y poco a poco acercarme a lo que realmente me interesa, no me gusta pensar en ello como una manipulación, de verdad me importa lo que las personas me cuentan desde el fondo de su alma, pero siempre tengo un objetivo, y hoy más que nunca me voy a aferrar a él.

-Señora Linares... -¿cómo empezar? De pronto lo sé -Conocí a Amelia en el taller de arte el primer año de preparatoria. No estaba muy seguro de tener lo necesario para estar ahí, pero en cuanto ella me miró, así como estaba de nervioso e inseguro, no dudó en acercarse a mí -la miro a los ojos, su expresión se ha relajado bastante -Vio que mi cuadro llevaba una hora completa en blanco, tomó mi mano, sumergió el pincel en la pintura que ella llevaba en la otra y, sin soltarme ni un segundo, empezamos a pintar. Cuando terminamos no había más que líneas irregulares y sin sentido. Nos miramos a los ojos por un segundo antes de estallar en risas.

No puedo soportar mirarla a la cara por más tiempo. No sabía qué tan presente tenía ese recuerdo hasta este momento. Miro mis manos fijamente para evitar llorar, no puedo darme ese lujo ahora.

-Nunca se lo dije, pero gracias a ella encontré una nueva manera de sacar todo el dolor que me estaba matando... gracias a ella no crucé el río ese día. Tengo una deuda con su hija que jamás podré pagarle, pero quiero intentarlo -no me importa que las lágrimas amenacen con salir, tengo que verla a los ojos porque necesito que me crea, necesito que sepa que no estoy mintiendo -Necesitamos que nos ayude. También estamos hartos de la hipocresía de este pueblo, no queremos que nadie más muera.

Está llorando, yo igual. Realmente entiendo su pérdida, y quiero ayudar, estoy dispuesto.

-Solo son niños.

-No nos subestime, no tenemos nada que perder.

-¿Sus vidas no son suficiente?

-Vivir con miedo no es vivir -Rosa me toma del brazo mientras habla -Parece que somos los únicos dispuestos a buscar la verdad, no importa el riesgo ni el costo.

La señora Linares se levanta, nos da la espalda y se acerca a la ventana. No me atrevo a mirar a Rosa, sé que ella busca mis ojos, pero no puedo, no ahora.

(Por favor, ayúdenos).

-Todavía no era medianoche -nos sobresaltamos al escucharla. Por un instante pensé que nos correría -Ella estaba en su habitación, estaba dormida. Empezó a llover, la temperatura bajó... ya iba a acostarme cuando sentí una punzada en el pecho, fue como un presentimiento. Subí corriendo a su habitación y cuando abrí la puerta lo que me recibió fue el frío de la noche. El suelo bajo la ventana estaba empapado, me acerqué a cerrarla y juro que me pareció ver a alguien frente a la casa... -voltea a vernos y justo cuando nuestros ojos se encuentran la sangre se me congela  -Le pregunté a mi Amelia por qué había dejado la ventana abierta, me acerqué a su cama, pero el suelo estaba resbaloso... no parecía agua... encendí la luz y la vida se me fue... mi hija... mi niña...

Sin pensarlo dos veces, y sin saber con qué fuerzas, me acerco a ella y la abrazo. Hunde su cara en mi cuello, pero su aliento no es cálido, siento que congela cada parte de mi ser. El aire me falta, como si en su desesperación me lo estuviera robando. A pesar de eso no la suelto, encuentro cierto consuelo en su abrazo.

-Estaba muerta... -las palabras casi se ahogan en mi cuello, pero estoy seguro de que todos en esta habitación las escuchamos -Había sangre por toda su cama... sus ojos... sus ojos fueron lo peor...

Muertos.

Sin vida.

-Te podían atravesar el alma.

Del Otro Lado Del RíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora