3. Definiendo tácticas

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Se estaba aburriendo de muerte, y ¿cuánto habían pasado, dos días? Tenía que admitir que estaba mucho más cómoda en esa habitación, era cálida, los pisos de madera conservaban mejor la temperatura, y el lugar donde dormía era algo extraña pero agradablemente esponjoso. Toda la vida se había acostumbrado a dormir en el suelo o sobre la tierra, pero ese "colchón" como el científico lo había llamado, era como estar recostada sobre nubes, incluso se había quedado profundamente dormida sin darse cuenta. La carne que le dieron para cenar estaba buena, aunque no era comparable con las delicias que hacía François.

Quería ver a Gen, necesitaban comenzar a planear su escape juntos, ya que no iba a arriesgarse a que lo lastimaran o mataran, no dudaba de que iban en serio, especialmente el militar, tenía un filo peligroso en su mirada. Le interesaba hablar con él para debatir un poco más con su intuición qué tan seguro era estar a su lado, pero si no se entendían ni palabra, no había caso. Claro que podía preguntarle al mentalista, estaba segura que él ya lo había analizado en detalle y conocía mucho mejor la mente de las personas, pero a su vez él era un huésped que había cambiado de bando, mientras que ella era un rehén enemigo. Ya había probado la serenidad y la determinación del militar con esa "guerra de miradas" del día anterior, pero no se le ocurría que otra cosa hacer, y se sentía un poco como dos animales interactuando, más que personas.

Por otro lado, el científico parecía igual de directo, pero por algún motivo no le despertaban las mismas alarmas de precaución que con el otro. Bueno, Stanley la había molido con un par de golpes, fracturas incluidas, era obvio que le iba a resultar más peligroso y amenazante que el científico. O tal vez era porque le hacía acordar a Senku, solo que lo veía como una versión muy oscura de este. Tenía en claro que tenía que ganarse la confianza de al menos uno de los dos para tener la posibilidad de escapar, si desconfiaban de ella y la vigilaban no tenía chance alguna. El problema era cómo, y ni qué hablar cuánta información tendría que entregar hasta satisfacer al científico. De todas formas, ella tenía la ventaja, y era quién ponía las pautas para negociar, porque si ella cerraba la boca definitivamente, los que tenían más que perder eran ellos. Y de seguro sospechaban de Gen, alguien que voluntariamente entregaba información no podía ser del todo confiable, no eran tontos.

La intuición de Kohaku le decía que sería mejor ganarse la confianza del líder, obviamente por su posición, y por la posibilidad de comunicación, pero además porque era el menos amenazante, al menos físicamente. El tema sería cómo lograrlo sin levantar sospechas, no podía volverse accesible y voluntariosa de un día para otro, y de por sí le era muy difícil fingir. Lo que todavía le resultaba curioso era lo que había sucedido la noche anterior cuando subían las infinitas escaleras, claramente pudo observar una mirada provocadora y de desafío del militar, mientras que no se veía nada contento al científico con su presencia. Era evidente que tenían sus propios planes para ella, pero lo que ahora se preguntaba era si tenían el mismo plan. Tuvo que esforzarse en repasar mentalmente sus conjeturas, para después contarle todo a Gen y que él lo analizara mejor.

La primera oportunidad que tuvo de interactuar con uno de ellos llegó al mediodía, cuando fue Stanley quién le trajo su almuerzo. Extraño, el desayuno se lo había llevado una chica rubia y de su estatura, que tenía unas decoraciones en el pelo, que le daban un aire inocente y casi infantil. Como la joven no la trató mal ni la miró de forma amenazante, Kohaku sólo le agradeció asintiendo con la cabeza, sabiendo que las palabras serían inútiles. Pero el hombre de pelo gris era otro cantar: Ya desde que entró parecía emanar de él un aura intimidante pero serena, calculadora, que le hizo acordar mucho a Tsukasa. Quizás sería uno de esos hombres que sólo demostraban su verdadera fuerza cuando era necesario, y no necesitaban pavonearse como Mozu o Magma, que a veces eran insoportables. Y la rubia no dudaba que todavía no había conocido ni una pizca de sus verdaderas fuerzas y habilidades, y eso era lo que más le preocupaba.

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