Después de la guerra

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Hace dos semanas que la guerra había terminado. El imperio del “Nuevo Mundo” había ganado nuevamente, tras una ardua batalla sin descanso, sus orgullosos guerreros samurái habían regresado a su amada nación.

Algunos habían perdido alguna parte de su cuerpo, tal vez un ojo o una pierna. Pero al menos casi todos los soldados habían regresado a casa, lastimosamente muchos civiles habían fallecido, aproximadamente unas doscientas quince personas fallecidas, no había porque sufrir la perdida pues ya se encontraban en el paraíso compartiendo un té con el Kami-sama.

El emperador Gol D. Roger, había ordenado que se diera ayuda humanitaria a todos aquellos que sufrieron alguna pérdida. Realmente amaba a su inmensa nación y no veía problema en ayudar a sus compañeros Yonkō, encargados de cuidar las cuatro naciones de las cinco naciones que conformaban el imperio.

Durante la tarde, el mismo día que regresaban los samuráis se encontraba el pueblo entero por toda la cuidad para recibir a los valientes guerreros con una cálida bienvenida. Se escuchaba el sonido de varios shamisen por toda la cuidad acompañados del resonar de los taikos, mientras serpentinas de colores brillantes flotaban por el aire.

El grupo de samuráis se veía bastante feliz de llegar a su hogar, ¿Quién no lo haría con tan cálida bienvenida?
Sin embargo, un joven que cargaba tres espadas se desvío del camino para dirigirse al hogar dónde lo esperaba su futura esposa: Hiyori.

Hiyori era una joven que tuvo que ser Geisha durante un tiempo, debido a que su padre había fallecido y fue buscada por algunos yakuza . Sin embargo su futuro esposo, Roronoa Zoro la salvó más de una vez,  terminado como amigos, luego como enamorados y finalmente dentro de un mes como marido y mujer.

- Estoy en casa... - Resonó la voz del samurái en el portal de su casa. No hubo respuesta, simplemente escuchó los suaves pasos de su amada a lo lejos  apresurándose para llegar a su encuentro. El hombre simplemente abrió sus brazos dedujiendo que su prometida lo recibiría con un abrazo y así fue.

- ¡Zoro...! ¡Finalmente estás en casa!- dijo Hiyori con clara emoción mientras pequeñas lágrimas se deslizaban por sus mejillas y abraza con fuerza al samurái. Lo había extrañado demasiado, días y noches enteras deseando que volviese; la joven incluso había llegado a extrañar los ligeros ronquidos del marimo cuando yacía entre sueños.

- Ya, ya. No llores mujer - dijo el samurái limpiando las lágrimas de la contraria con delicadeza utilizando su pulgar para después susurrar a su oído: - Yo también te extrañé...- esas palabras llenaron de felicidad el corazón de Hiyori, quién plantó un suave beso en la mejilla de su futuro esposo.

-La comida está lista Zoro- el mencionado sonrió y asintió mientras  se quitaba los zapatos dejándolos en la entrada, observó el interior de la casa durante unos momentos percatandosé que alguien faltaba.

- Mujer ¿Dónde está Toko?- Preguntó a Hiyori algo serio, era extraño no haber visto a la niña sonriente en su llegada, tampoco había escuchado de sus “parloteos” como él los llamaba.

- ¡Ji Ji Ji Ji! ¡Me descubriste Samurái-san!-  El hombre escuchó una risita que conocía muy bien, proveniente de uno de los armarios. La chiquilla salió del mueble dónde se encontraba y miró al hombre con su clásica sonrisa.

- ¿Qué hacías en el armario mocosa?- preguntó Zoro mientras colocaba sus espadas sobre el mueble, luego las guardaría en el lugar correspondiente.

- ¡Quería saber cómo reaccionaría Samurái-san si no me veía!- La niña volvió a soltar una risita mientras miraba al hombre, el cuál simplemente suspiró y acarició la cabeza de la niña.

Unos segundos después escucharon el sonido de unos pasos, generados por el padre de Zoro y su hermana adoptiva.

- Que descortés de tu parte saludar a Toko-chan antes que a mí. Eso no es nada lindo...- Se quejó la hermanastra de Zoro, mirándolo algo molesta.

- No hagas una escena de nuevo, chica fantasma...- Dijo el padre adoptivo de Zoro, mirando a su hija menor con su clásica expresión vacía mientras que la mencionada “chica fantasma” hacía un puchero de forma infantil.

- Perona... Ojos de Halcón...- dijo el samurái de las tres espadas mirando a los mencionados. Antes de que el hombre de cabello negro pudiera responder Zoro realizó una pequeña reverencia ante el mismo.

No solo fue el hombre que lo entrenó mucho antes de ser un guerrero samurái, también fue su padre y el hombre que se encargó de él durante todos estos años.

- Levántate Roronoa Zoro, ya eres un hombre. - El hombre de los ojos ámbar habló, sin pensarlo dos veces el espadachín de tres espadas se levantó a pesar de que ya varias veces el hombre coronado como el mejor espadachín del mundo le indicó que no hiciera alguna reverencia ante él. Zoro no haría caso, su respeto y admiración hacia el otro hombre era indescriptible.

- Lamento interrumpirlos... Pero la cena está lista, deben tener hambre. -  La futura esposa del marino habló, mientras las sirvientas de la casa terminaban de poner la mesa para la pequeña familia.

La cena transcurrió de forma tranquila, a pesar del regreso de Zoro no se hizo un gran escándalo no era algo necesario. Después de la cena hubo un gran charla entre la familia no era cosa del otro mundo, simplemente algunos acontecimientos que ocurrieron durante esos tres meses de guerra.

La conversación se detuvo en el momento que el reloj marcó las ocho en punto. Era tarde, debían de ir a descansar en especial el samurái quién por cierto se había saltado la ceremonia de regreso a todos los soldados.

- Debes estar agotado Zoro...-  Susurró la joven de cabellos turquesas, ya se encontraban en su habitación finalmente podría dormir más tranquila.

- Lo estoy mujer, pero el tenerte cerca hace que me olvidé de ello...- Más de uno aseguraba que Zoro era un hombre frío y distante sin embargo solo la prometida del espadachín conocía su lado amoroso y amable como si fuera un tesoro sagrado la joven atesoraba cada uno de esos momentos en su corazón.

Hiyori simplemente sonrió y se acercó  al contrario, quién yacía sobre el futón ya listo para dormir sin embargo esperaba por su “mujer” como solía llamarla, acto que aunque no lo pareciera era muy significativo.

- Buenas noches Zorojuro...- Susurró la chica, llamándole por el nombre en clave que usaba cuando la conoció, tras decir esto se acomodó en el pecho del hombre feliz de que su futuro esposo estuviera de vuelta sano y salvo después de la guerra.

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⏰ Última actualización: Oct 25, 2020 ⏰

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