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Capítulo 24: Haciendo la maleta.(¡Qué momentazo! “ironía”)

¡Ya es viernes, por fin! ¡Hoy nos vamos de viaje!

¡¡¡¡SIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!!!

Me lo merezco, sinceramente; porque menuda semanita que he pasado. ¡Flipante! Pero con todas las letras: ¡F-L-I-P-A-N-T-E!

Empecemos por el lunes. Fue horrible. Estaba a última hora (me tocaba dibujo técnico, como todos los días a última excepto los viernes) y me entraron ganas de ir a beber agua, a si que salí de clase y me fui al baño, pero ¿a que no adivináis a quién me encontré por el camino? ¡SÍ! ¡A Saúl! Ya hay que tener muuuy mala suerte. Esa soy yo. Bueno, el caso es que, no sé cómo pasó, pero acabamos enrollándonos... ¡en medio del pasillo! ¿Cómo pude hacer eso? Es un misterio.

Pero ahí no acaba la cosa.

El martes ocurrió exactamente lo mismo. ¡LO MISMO! Y luego encima nos vimos otra vez en el estudio para que nos contaran sobre el viaje. Bueno, eso es otra historia, ahora estoy contando mis problemas.

¡Pero es que el miércoles otra vez! ¡Y el jueves también!

Yo creo que ya es obsesión.

Bueno, lo del jueves ya es peor porque... ¡empecé yo a besarlo! No tenéis ni idea de la necesidad que tenía de hacerlo, ¡lo deseaba! Horrible, horrible.

Cuando volví a mi clase de dibujo caí en la cuenta: todos los días habíamos salido a la misma hora... ¡para encontrarnos! Inconciente o conscientemente no lo sé, pero siempre eran las dos menos veinte cuando le decía a la profesora que necesitaba ir al servicio. ¡Qué horror! Fue un descubrimiento fatal para mi autoestima.

Hoy viernes, me libro de hacer ninguna elección (salir o no salir, esa es la cuestión), ya que mi profesor de tecnología no ha venido y nos han mandado a casa, cosa que me viene la mar de bien, ya que tengo que hacer la maleta y toda la pesca. ¡Me voy esta tarde y aún no he empezado a hacerla! Estoy histérica.

Salgo con la mochila colgada del hombro al aparcamiento y me doy cuenta del algo crucial: hoy he venido con mi hermano, a si que no he traído la moto. Perfecto, ¡Perfecto!

O me voy andando (deben ser unos diez kilómetros hasta mi casa), o lo espero una hora fuera...

Oigo el sonido de un motor a mi lado y giro la cabeza. El llamativo color del coche atraviesa mi retina hasta clavarse en mi cerebro con demasiada nitidez.

 -            Sube, te llevo.

Bueno, es una opción.

No, no, no, no, no... ¡Espera! ¿Subirme con Saúl los dos solos en su coche? ¡No es una opción, es un suicidio de orgullo!

Me muerdo el labio.

 -            No seas orgullosa y entra al coche.-dice él, mirándome con escepticismo.

¿Me lee el pensamiento o qué está pasando?

Rodeo el coche por detrás y me monto en el asiento del copiloto, echando la mochila al asiento de atrás.

 -            ¿Por qué estas aquí?- le pregunto, con una evidente rabia flotando en el ambiente.

-            He salido antes, tengo que hacer la maleta.

Pues va a ser que pasa dos narices de mi tono.

Cierro los ojos y me acomodo en el asiento. Total, ¿qué mas da?

 -            ¿Qué haces?

¡Por qué me interrumpes!

 -            Pensando.- contesto secamente.

La historia de mi penosa vida adolescente: Loretta.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora