2.2. Has cambiado

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El corazón de Luna olvidó cómo latir por unos breves segundos. Él se encontraba allí, frente a ella. Sus labios formaron el nombre del muchacho, mas no llegaron a soltar palabra alguna.

El chico sonrió, algo incómodo.

-Hola, Luna -dijo.

Se encontraba tan atónita que casi no lo oyó. De pronto, su corazón volvía a latir con ese furor que hacía años que no sentía. Tragó saliva. Había soñado tantas veces con ese momento, que tenía la sensación de estar en un sueño, y que en cualqueir momento despertaría, y que allí, frente a ella, no habría nadie.

Pero el chico seguía ahí, mirándola. No se había desvanecido en el aire, como una ilusión, como un sueño. como un hhermoso recuerdo. Era real.

-Gilbert... -logró pronunciar ella.

Gilbert desvió la mirada, sin saber qué decir. Luna tampoco se sentía especialmente lúcida. Ambos habían ensayado miles de veces aquel reencuentro, las palabras que se dirían, los sentimientos que se confesarían. Pero había llegado el momento, y los dos se habían quedado completamente en blanco.

Gilbert sabía de antemano cuándo volvería a verla, por lo que llevaba cierta ventaja. Alzó la cabeza, resuelto, y la miró a los ojos.

-Me alegro de volver a verte.

-Yo también... me alegro de verte de nuevo -respondió Luna, dándose cuenta de que era verdad.

-Has cambiado -dijo Gilbert.

No era lo más ocurrente que podría haber dicho, pero no se le había ocurrido nada más. Luna tenía ya quince años, casi dieciséis, y ya no era esa niña que había dejado atrás aquel día en el cruce de caminos. Ahora era más esbelta, más delgada y más bella. Su piel había cogido un tono más acaramelado, y la preciosa melena que Luna portaba antaño, se había reducido a un corte de pelo por los hombros. Había crecido... en todos los setidos, pero obviamente no iba a decírselo.

-Ya no llevas el pelo tan largo.

Luna jugueteó con uno de sus mechones.

-Me lo corté unos meses atrás, pero me ha crecido un poco... Mira, ya no lo tengo tan oscuro, se me ha aclarado.

-Te queda bien -dijo él, sintiéndose estúpido; después de largos años sin verse, solo se le ocurría hablar sobre el pelo de Luna.

Los dos callaron de nuevo. Y el caso era que Gilbert tenía muchísimas cosas que decirle.

Podría contarle cómo había soñado con ella cada noche, podría contarle cómo había hablado con ella en sus noches solas, podría decirle que cada vez que quiera contarle algo especial que le había pasado, se giraba para buscarla, pero que no la encontraba, y se daba cuenta de cuánto la necesitaba a su lado.

Podría confesarle que había escuchado su voz en el viento cientos de veces, y que la había recordado en todos y cada uno de los hermosos lugares que había visitado...

Que la había extrañado, intensa, dolorosa y desesperadamente.

Pero la muchacha que ahora se encontraba frente a él no era la niña que Gilbert recordaba, aunque tuviera sus mismos labios, su misma nariz y sus mismos ojos, que parecían haber perdido esa bella luz que tanto fascinaba al joven. El tiempo parecía haber creado entre ellos una brecha enorme, una distancia insalvable.

El chico se percató de que, tal vez, la memoria que él conservaba de Luna ya no sé correspondiera a lo que ella era ahora; y también supo que aquellos dos años podían haber enfriado los sentimientos de su amiga.

Tal vez, ella no lo había perdonado. O tal vez, ella lo había olvidado.

-Tú tampoco cambiaste -dijo entonces Luna, tratando de ocultar un leve sonrojo.

-¿Sí? -Gilbert sonrió-. ¿En qué sentido?

-Bueno, has crecido, y estás más moreno... y...

«y más guapo» pensó, pero no lo dijo.

Luna reprimió un suspiro. No iba a decírselo. Claro que no iba a decírselo.
Dos años atrás había estado enamorada hasta las trancas de aquel muchacho llamado Gilbert, pero a penas había comenzado a percatarse de ello cuando él ya se había ido.
Fue doloroso entender lo que sentía por él justo cuando Gilbert ya no estaba, y durante mucho tiempo su corazón había latido con fuerza cada vez que veía un barco atracar en el muelle. Pero nunca se trataba de él.

Y ahora que ya creía haberlo superado, Gilbert entraba en su vida de nuevo...

Pero no en sus sentimientos, se prometió Luna. No estaba dispuesta a rememorar esas noches de amargura, nostalgia y de tristeza. En aquel tiempo, había protegido su corazón tras una alta muralla, para que nadie volviese a entrar en él, para que no le hicieran daño otra vez. Se preguntó, sin embargo, si aquella muralla estaba hecha a prueba de Gilbert.

Pero decidió no pensar en ello.

Percibió que, algo más lejos, algunas chicas de la escuela los espiaban con mal disimulada envidia, y sonrió para sus adentros. Era obvio que él no se había dado cuenta del revuelo que había causado su vuelta...

-... y te has dejado el pelo un poco más largo -concluyó casi riéndose.

Alzó la mano y, suavemente, apartó un mechón ondulado de su frente. Sabía que sus compañeras se morían de envidia, y disfrutó el momento con un siniestro placer.

-Necesitas un corte de pelo -comentó con una sonrisilla.

-Tu pelo es más corto, y mi pelo es más largo. Brillante conclusión.

Los dos se echaron a reír. Por un momento, la distancia que los separaba ya no pareció tan grande.

-Bueno... Yo tengo que ir a por un amigo y volver a casa... -dijo Gilbert, sin deseo alguno de despedirse de la chica.

-Si quieres, os puedo acercar -le propuso Luna inconscientemente. Aunque no quisiese reconocerlo, deseaba pasar más tiempo junto a él-. Tengo la carreta unas calles más abajo, puedo llevaros a casa.

Luna se moría de nervios por dentro. Había propuesto volver juntos a casa, después de tanto tiempo, como si no hubiera pasado nada.

Gilbert, en cambio, se sentía eufórico. Por fin podría pasar un poco de tiempo más con ella, podría oler su perfume un poco más, y podría disfrutar de su presencia el largo trayecto.

-Sería genial si hicieses eso -Gilbert le brindó una cálida sonrisa, haciendo que algo en el interior de Luna se removiese.

-Entonces... Vamos a por tu amigo... Estará esperándote.

Y así fue cómo Luna y Gilbert, después de dos años sin verse ni cartearse, volvieron a encontrarse, reviviendo viejos sentimientos.

I Found You, Gilbert Blythe »Gilbert Blythe Donde viven las historias. Descúbrelo ahora