│• Celos y la Pelea • │

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Disfrútenlo bombones.

— Adelante — susurré ubicando mejor mi ropa tras los golpes en mi puerta — Hola Caleb — miré detrás suyo, y me encontré con Drac — Buenos días — les sonreí — adelante

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— Adelante — susurré ubicando mejor mi ropa tras los golpes en mi puerta — Hola Caleb — miré detrás suyo, y me encontré con Drac — Buenos días — les sonreí — adelante.

— Bonita, tanto tiempo — me recorrió el cuerpo con la mirada.

— Lamento recibirlos así, pero mi escasa movilidad no me permite cambiar de ropa constantemente — les señalé el sofá en mi habitación, para que tomaran asiento — y la Doctora Russelph, acaba de salir de aquí tras mi control rutinario, y tampoco podía ir con ropa ajustada.

Me senté en mi cama.

— Yo no lo lamento — rodé los ojos divertida ante las palabras de Drac.

— ¿Cómo te sientes? — fue Caleb quien preguntó inclinándose hacia adelante para reposar sus codos sobre sus piernas.

Se veía un poco más serio de lo normal, yo a Caleb lo consideraba una persona bromista y sarcástica, y hoy no estaba así.

— Mejor que hace días, pero con dolores constantes — les sonreí desconectando el suero de mi intravenosa, para ir a ponerme una franela, por el pequeño frío que sentí.

Odiaba movilizarme tan lentamente.

— ¿Dónde estuviste, bonita? — lo miré y fruncí mi ceño cuando Drac lo detalló y luego a mí con dureza.

Él único rastro de diversión que había en las expresiones del albino, fue como si desapareciera.

— Yo... estaba en un sistema de protección — me giré incómoda dándoles la espalda para buscar en el armario la prenda. Un escalofrío me recorrió sin razón alguna — Arthur es un tanto sobreprotector, y considerando que no soy una agente entrenada, quiso mantenerme a salvo. Ya ves lo mucho que funcionó.

Tragué saliva cuando sentí a alguno de los dos detrás mío.

— Eso no fue lo que te pregunté, Bonita — me giré y levanté la mirada.

— Caleb, no puedo decírtelo — sonreí nerviosa por su cercanía — en una de las tantas casas de seguridad pertenecientes al ISO y ya — dije con indiferencia restándole importancia.

— Mientes — escuché a Drac mientras extendía sus brazos por el sofá con superioridad y soberbia.

— Tengo la loca idea de que fuiste a la casa de William, porque curiosamente tú, Hans y él, salieron al mismo tiempo — su mano subió a mi mejilla acariciándola con promesa y sutileza — Dime a donde fuiste — ordenó con más dureza, pero sin modificar sus facciones relajadas.

No tenía que brindarle explicaciones de nada, ni siquiera eramos del mismo escuadrón, y esta confianza que estaba teniendo tampoco me estaba agradando del todo.

N U E S T R A (Míos #1) En Edición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora