29 de noviembre de 2019

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—¿Me permite, señorita? —La joven sonrió al ver como Marcus la trataba, ataviado con su uniforme de mago, tratándola como a una princesa para sacarla del público y llevarla hasta el escenario.

La colocó en el centro del mismo, mientras le indicaba con gestos que pusiese los pies juntos para no salir herida. El público sabía lo que iba a suceder, así que el truco no necesitaba presentación.

Marcus ataba a la mujer con las manos en la espalda, la enganchaba a una polea que la elevaba varios metros y, una vez ahí arriba, sacaba al escenario una cama de faquir, con los clavos totalmente afilados, para colocarlo justo donde la mujer iba a caer.

En ese momento, Marcus elevaba una lona frente a la cama del faquir y dejaba caer a la mujer, se oyó un grito desgarrador y la sangre chapoteó al caer del cuerpo al suelo. La cara de Marcus se volvió de terror, mientras por dentro disfrutaba de esos gritos y ese sufrimiento. Apartó la lona rápidamente, pero sobre la cama del faquir no había ninguna persona, no había un cadáver incrustado, no había marcas de sangre. No había nada.

Acto seguido, usando la misma tela, el mago movió los brazos, impulsando hacia la entrada, soltando lo que había tapado la caída, que se convirtió en palomas a los pocos segundos de perder contacto con las manos del pronto treintañero, volando las mismas hasta la puerta de entrada, donde la joven saludaba contenta y desaparecía por la puerta para dar el truco por finalizado. El mismo truco que lo hizo triunfar con Irene en su primera actuación le seguía sirviendo a día de hoy.

El telón se cerraba en ese momento, dejando a Marcus con su imagen oscura, con los ojos brillantes de sadismo y sed de sangre. Se metió entre bastidores y vio cómo su hijo lo miraba desde una esquina, como un fantasma que te acecha desde las sombras.

—¿Tu hermana está jugando con el cuerpo? —Seth asintió sin decir nada e hizo caso al gesto de su padre para que lo siguiera.

Ambos bajaron las escaleras al sótano al que caían anteriormente las ayudantes del mago, en el que ahora solo caían las víctimas del mismo. Ahí estaba la cama de faquir original, la que habían visto todos y había caído por la trampilla junto al cuerpo de la chica.

Los pinchos estaban recogidos para que la pequeña Lucy pudiera jugar tranquilamente con el cuerpo, dibujando con la sangre diferentes felinos de mala manera, mientras la moribunda murmuraba cosas por el dolor, seguramente delirando, desangrándose lentamente bañando a la niña en ese color rojo.

Nadie sospecharía que la había matado, tenía muchísimos testigos que la habían visto salir del teatro, simplemente había desaparecido después de eso, algún secuestrador o violador que la encontrase interesante se había cebado con ella, pero nadie jamás sospecharía de él.

Aupó a su hija, sabiendo que no se mancharía de sangre, mientras miraba a su hijo.

—Setan, ya sabes que hacer. —El niño asintió, tenía siete años, pero limpiaba mejor que cualquier empresa de limpieza de escenarios delictivos, ya entrasen en el parámetro sólo las legales o también las ilegales.

Mientras empezaba a limpiar, el mago llevaba a su hija hacia el camerino, donde esperaba encontrarse algún fan. Entró por una de las puertas para dejar a la niña sobre la silla y hacerla girar, sacándole una carcajada por el gesto. Abrió la puerta que daba a la entrada por la que los fans podían acercarse y empezó a hacerse fotos y firmar autógrafos.

Se fijó en un chico que esperaba, con suerte superaría la mayoría de edad, se lo veía nervioso y lo dejó para el final. Se acercó y le ofreció una libreta con su respectivo bolígrafo, pero antes de firmar Marcus lo miró a los ojos.

—Tu me suenas, ¿Has venido a más de una actuación, no? —El joven asintió, sonrojándose —. Soy bueno en lo mio, pero no tanto, ¿Para qué vienes tanto?

—Quiero aprenderme sus trucos, me interesa el mundillo de la magia y... Bueno, es usted de los mejores.

Marcus se apartó para que el chaval entrase en el camerino, quien sin pensárselo hizo caso. El mago cerró la puerta con pestillo mientras miraba como el aspirante se quedaba fascinado con los planos, trajes y mecanismos para hacer trucos.

Todo era perfecto, o eso creía, cuando se acercó a la silla y vio a la niña ensangrentada se le cambió la cara. Retrocedió, tropezando con su propio pie, cayendo a los pies de Seth, que acababa de llegar de limpiar el anterior escenario del crimen.

Marcus se acercó con uno de los cuchillos que tenía por ahí, todos los que lo veían pensaban que era de atrezzo, pero la realidad era que era el cuchillo más real que podía encontrar en todo el edificio.

Era diferente a sus víctimas habituales, acostumbraba a coger mujeres guapas, cuanto más parecidas a Irene eran más sanguinario era. Le gustaba violar a cualquier mujer que entrase ahí, pero disfrutaba torturando y matando a cualquier ser vivo que no llevase su sangre.

¿Cómo crear un asesino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora