Capítulo N°16 : La muerte es un nuevo comienzo(I)

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Frykt baila alrededor del cuerpo, brilla de alegría y su aspecto ha cambiado, ha tomado más fuerza. Es otro, yo soy otro. Ahora soy un asesino, pero no es momento de pensarlo, tengo que salvar a Oliver. Subo las escaleras, me dirijo al primer piso. Abro la primera puerta, no hay nadie, lo mismo observo debajo de la cama, detrás de las cortinas. Mi desesperación hace que reaccione sin pensar. Me dirijo a la segunda puerta, es el baño, busco detrás de la cortina. Me resta bajar a la planta baja a revisar la habitación de él, el primer lugar donde debería haber buscado. Me detengo en la puerta, dudo, respiro y giro la perilla. Los segundos que tardó en abrirse fueron eternos, la respiración se hace entrecortada, una gota de transpiración recorre mi frente hasta mi mejilla. Parece como si fuera el primer día, el mismísimo día donde comenzó todo. El lugar está a oscuras, busco el interruptor de la luz, puede ser una trampa, de igual modo me arriesgo. Cuando se ilumina la habitación, encuentro a Oliver acostado boca abajo en un charco de sangre. Cristina debió traerlo aquí luego de haberme atado en el sótano, ya que al entrar a su casa por la ventana de esta misma habitación, estaba desolada. De seguro ya debe estar muerto, no sé qué hacer. Me encuentro parado a su lado, mis manos transpiran y mis latidos callan todos mis pensamientos. Luego de varios segundos, me coloco de rodillas a su lado, lo zamarreo, no responde. Mido su pulso colocando mis dedos en su cuello y es débil, lo doy vuelta y veo un disparo en su hombro izquierdo, a centímetros de su corazón.

Debería llamar a una ambulancia, sin embargo, ellos darán alerta a la policía, van a encontrar a Cristina o se darán cuenta de lo que sucedió y será mi fin. Solo resta, como última opción, llevarlo al hospital. Busco las llaves de su automóvil en sus bolsillos y no las tiene, me dirijo a la cocina y las encuentro sobre la mesa. Me traslado al garaje, retiro el automóvil y lo dejo estacionado frente a la puerta de ingreso. Vuelvo a buscar a Oliver, lo cargo en mis hombros, a duras penas, es muy pesado, pero cuando pienso en mi familia las fuerzas aumentan. Logro dejarlo en el asiento trasero, recostado. Enciendo el automóvil y manejo lo más rápido que mis nervios me permiten. No existe ningún semáforo que detenga la vorágine del momento, le grito que no se atreva a morir. No es su hora, Cristina no puede ganar después de muerta, Oliver no merece acabar así. Él libera quejidos que ayudan a mi pie a no soltar el acelerador. En diez minutos ya estamos en el hospital central, me bajo gritando por ayuda. Varios médicos se hacen presentes en la escena con una camilla, les explico que lo encontré así en su casa, los acompaño hasta el quirófano y me piden que espere afuera. Ahora es momento de ir a limpiar la escena antes que la policía se haga presente en la casa. No deben entrar al sótano, doy media vuelta y las ruedas chillan. No hay tiempo que perder.

Oscuros pensamientos: El misterioso señor FryktDonde viven las historias. Descúbrelo ahora