Capítulo 38

52 4 75
                                    

—¡Lucca! ¿Qué estás haciendo? —cuestiono apartándolo del gobernador de un tirón

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


—¡Lucca! ¿Qué estás haciendo? —cuestiono apartándolo del gobernador de un tirón.

Sus ojos perdidos tardan en identificarme.

—¿Emma? ¡Qué casualidad! Justo te estaba buscando —anuncia en un volúmen exagerado.

La gente alrededor comienza a murmurar por su comportamiento. Esto sin duda puede manchar su inmaculada reputación, así que lo agarro por el brazo y me lo llevo a otro lugar, lejos de los demás.

—¿Por qué nos alejamos? Todavía no pude decirle a ese tal Benjamín Solano González lo codicioso, tacaño, despreciable, corrupto, soberbio...

Nos hacemos lugar entre la gran cantidad de invitados de la fiesta. Ruego no encontrarme con nadie conocido que reconozca a Lucca y vea su estado.

—...miserable, hipócrita, maligno y baboso que es —agrega.

Sorprendentemente queda callado.

—¿Ya terminaste?

—No se me ocurren más adjetivos en este momento —balbucea.

Al llegar a las mesas de comida, momentáneamente casi vacías por encontrarse todos bailando en el otro extremo, volteo a verlo.

—Entonces, ¡¿Podés explicarme qué te hizo la persona más importante de la provincia para que lo trates de manera tan indignante?!

Levanta ambas cejas, el alcohol haciéndolo tambalear.

—No me quería dar su bigote.

—¡¿Qué?!

Se encoge de hombros.

Esto no me puede estar pasando...

Sin embargo, escucho a unos metros de distancia una risa que reconozco de inmediato. Lo obligo al rubio a esconderse debajo de la mesa, oculto entre el enorme mantel blanco.

—Me gusta este lugar. Es tan... Acogedor —afirma encorvándose para ingresar.

El dueño de aquella risa se aproxima a nosotros.

—¡Quedate ahí y no hables! Yo te aviso cuando puedas salir.

—¿Eso quiere decir que puedo dormir? —consulta bostezando.

—Eso supongo... Mientras no hagas ningún sonido —indico.

Me encargo de que el mantel lo tape por completo.

—¿Señorita Scheeneberger?

Oh no. Esa voz.

No me digas que está atrás mío.

Me enderezo y giro lentamente, topándome con el dueño de la risa frente a mí. Giovanni me observa perplejo.

—¡Señor De Simone! Qué gusto volver a verlo —lo saludo nerviosa por lo que pueda haber visto—. ¿Qué hace acá?

¡No Soy Una Damisela En Apuros!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora