III

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Lunes, iba a volver a verla de nuevo.
El domingo estuve tratando de aceptar que sí, en efecto, creo que la adicta me empezaba a gustar, aunque esa puta vocecita no dejaba de contradecirme.

Aunque en realidad es mi voz, ni siquiera sé por qué trato a la voz de mi consciencia como alguien aparte.

Sí Victoria, ya sé. Ya estás aceptando que te gusta y como somos una misma, me estás haciendo aceptar que nos gusta la adicta. Ugh, de ahora en adelante tendré que ayudarme.

Llegué a la escuela y mientras caminaba hacia la entrada no podía dejar de mirarla, ahí donde siempre, debajo del árbol con un libro diferente en la mano y también su porro, ugh, era la única cosa que me desagradaba de ella.

Yo y mi torpeza, por mirar a Violeta, sin querer, sentí que choqué con alguien mientras caminaba a la entrada. Frente a mi estaba una chica junto con sus dos amigas, la chica con la que choqué era un poco más alta que yo y muy probablemente de mi edad o un par de años mayor —dejemos esto en claro, como ésta escuela no necesita de exámen para entrar y las inscripciones son por sorteo, era muy normal ver a unos cuantos adultos o chicos y chicas de mi edad por las instalaciones terminando sus estudios, no hay edad para aprender algo nuevo ¿o sí?—. El problema es que la chica no tenía muy buena cara y además...

¡Perfecto Victoria! ¡Bien hecho! Te aplaudo, le tiraste encima la soda que llevaba.

— ¡Oye idiota! ¡Fíjate por donde vas! —me dio un empujón en el hombro haciéndome retroceder.

A ver, yo nunca fui una chica problemática, un poco rebelde tal vez, pero nunca me han gustado los problemas.

— Lo siento, estaba...

— Sí, estabas en la pendeja, lo sé porque de eso es lo que tienes cara —gritó furiosa mientras se acercaba a mi poco a poco y yo retrocedía sin saber que hacer.

Rezaba porque Alex, Max o Dani llegaran a mi rescate, pero no llegaron.

Bueno Victoria, fue un gusto ser tu consciencia, que en paz descanses.

Bueno, mi destino era fatal.

— ¿Todo bien, Victoria? —un brazo rodeó mis hombros.

No podía ser cierto.

Pero era cierto, Victoria. Tu caballero con armadura dorada había llegado, y justo a tiempo.

Su voz y el olor que emanaba, ambos los reconocería sin siquiera ver su rostro.

— ¿Y tú qué quieres, drogadicta? —preguntó la chica a la que le tiré la soda encima mirando a Violeta con mala cara.

— Que la dejes en paz —miré a Violeta y no se veía muy feliz con la otra chica—. O ¿quieres que suceda lo mismo que sucedió la última vez que nos vimos, Scarlett? —Violeta arqueó una ceja con una expresión retadora—. O mejor aún, les cuento a todos nuestro pequeño secretito, ¿qué dices?

— Tch, vete a la mierda Violeta —la chica que al parecer se llamaba Scarlett comenzó a caminar hacia atrás y después me miró enojada—. No te hagas ilusiones con ella, niña fresa. La puta adicta tiene una muy triste reputación.

¿Niña fresa? ¿En serio lo parezco?

Claro que no Victoria, ¿cómo crees? No lo pareces. Eres.

Scarlett y sus dos acompañantes entraron en la escuela desapareciendo de mi vista mientras que Violeta aún me abrazaba al rededor de los hombros.

— ¿Estás bien, Victoria? —preguntó mirandome con esa sonrisa que parecía un mar de lava, porque me derretia.

Dios mío, qué cursi eres Victoria. Creo que estoy a punto de vomitaah...

AdictaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora