INTRODUCCIÓN

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Xiao Zhou Cheng se preguntaba por qué algunas veces Yubin podía ser la persona más estúpida y testaruda; le reiteró en varias ocasiones que cerca de ese parque no vendían los gustos de helados que los niños tanto deseaban.

¿Qué errores de su anterior vida estaba pagando en el presente? ¿Por qué le ocurren ese tipo de casualidades justo a él? ¿Qué clase de hechizo tenían aquellos tres pares de ojos que lo miraban y a la vez le suplicaban cumplir sus antojos?

Sí, Yubin también parecía un niño...

Para desgracia del omega —o capricho del destino—, los niños exigieron sentarse en los columpios que observaron atentamente desde el interior del vehículo.

Algo en su interior le había indicado que no debían estar allí, jugaran en ese parque era una mala idea. Pero lamentablemente, no le dio la debida importancia a su animal interior.

Los vellos de su cuerpo se erizaron cuando percibió el característico aroma mentolado...

Mierda, esto no puede estar sucediendo.

En ese momento, maldijo una y mil veces a todos los antepasados de Yubin, quién se encontraba a su lado y notó su extraño comportamiento.

—¡Corre al auto y lleva contigo a Fan Xing! —ordenó.

Sentía aquellos pasos cada vez más cerca, por un instante, el omega pensó que estarían a salvo de ser descubiertos cuando empezó a caminar rápidamente, sin mirar atrás, sintiéndose molesto y acorralado al escuchar la voz del alfa —su alfa—, después de tanto tiempo.

—¡Detente! —Haikuan le gritó, su voz salió entrecortada y sus ojos se humedecieron.

—¡A-Xin!, entra al auto —ordenó una vez más, tratando de ignorarlo.

—¡Pero, papá! —protestó el menor, cruzando sus delgados y pequeños brazos sobre su pecho.

—¡Ven A-Xin!, luego iremos por unos helados —Yubin tomó la mano de Pei Xin y ambos subieron al vehículo.

—¡Espera! ¿Cuántos años tiene? —el alfa lo tomó por la muñeca.

—¡Eso, eso a ti no te importa! —Zhou Cheng quitó el agarre del alfa sobre su extremidad.

—¿Él es... mi... —fue interrumpido por una fuerte bofetada.

—¡No te atrevas a decirlo! —gruñó el omega, secando con su antebrazo una lágrima traicionera que se deslizó por su mejilla—, ¡su padre está dentro del auto, junto a él! —susurró agitado y temeroso por ser descubierto luego de cinco años de haber escapado del pasado que ahora amenazaba con volver a su vida.

—¡Jajaja! —rió descaradamente—. ¿Ese beta que utiliza feromonas alfa de una colonia barata simulando ser lo que no es?

—¡Su nombre es Yubin! —se acercó peligrosamente al rostro de Haikuan—, y tiene bien puesto lo que a tí te falta entre tus piernas siendo un alfa.

—¡No me provoques, Zou Cheng! —Haikuan empezó a liberar feromonas para calmarlo.

—¿En verdad piensas que tu aroma aún provoca algo en mí, Haikuan? —joder, el omega mentía, claro que mentía, pero jamás demostraría sumisión ante la persona que prefirió creerle a su familia o a cualquier otra persona antes que a su prometido.

—Necesitamos aclarar todo de una vez... —suplicó el alfa, agarrando descaradamente la pequeña cintura del omega y pegándolo contra su fuerte pecho.

—¡Cinco años! ¡Cinco malditos años pasaron! —exclamó, tratando de liberarse, pero diablos, el alfa era más fuerte. Le ganaba en cuerpo y altura—. ¿Quién te piensas que eres para venir y arruinar nuestras vidas? —el omega se retorcía —. Mejor regresa por donde llegaste y has de cuenta que nunca nos has vuelto a ver.

—Te lo puedo explicar, A-Cheng.... —realmente sonaba arrepentido—, yo intenté buscarte pero...

La voz de otro niño pequeño —que gritó desde la ventanilla del asiento trasero del automóvil—, llamó su atención.

—¡Tío Cheng! ¡Tío Cheng! —haciendo un mohín—, ¡quiero ir a casa!

Los ojos de ambos adultos se abrieron de par en par.

—¡A-Xing! ¡Sube inmediatamente la ventanilla porque sino te romperé las piernas! —el omega sonrió de manera inconsciente mientras veía cómo el cristal polarizado cubría los pequeños ojos del cachorro regañado.

—¡No! —jadeó el alfa—. ¡No puede ser!

Finalmente liberó la cintura de Zou Cheng por la sorpresa.

—¡No! ¡No, no y no! —exclamó disgustado—. Él es hijo de mi Lu-Jie... deja de sacar conclusiones apresuradas... —Zhou Cheng sabía que su mentira no iba a ser sostenida por mucho tiempo ahora que el alfa había descubierto la existencia de ambos niños.

—¡Imposible!... Zhan es un beta —Haikuan pasaba ambas manos por su cabello, tratando de atar cabos por su cuenta—, pero ese niño... ese niño —repetía anonadado—, ¡es igual a Yibo!

¡Rayos!

Adiós a su vida familiar y pacífica que él y Xiao Zhan, luego de tanto esfuerzo, habían logrado llevar sin la necesidad de ningún alfa.

Aunque intentaría desligarse de toda culpa o cargo de conciencia, echándole la responsabilidad al imbécil de Yubin, Xiao Zhan lo mataría al sentirse descubierto después de tanto tiempo sin tener el más mínimo contacto con los hermanos Wang.

—¡Tienes prohibido hablar de tus estúpidas suposiciones con el idiota de tú hermano! —el omega sujetó el cuello de su camisa de forma amenazante—. ¿Me estás escuchando, Wang Haikuan? —Zhou Cheng lo soltó de repente y —aprovechando la confusión del alfa—, se alejó, subiendo al automóvil que se encontraba con el motor encendido, listo para acelerar.

Cuando Haikuan volvió en sí, el omega había cerrado la puerta del vehículo, alejándose lo más pronto posible del lugar.

El Alfa tomó una fotografía de la placa del vehículo y la envío vía mensaje, dando la orden de encontrar todos los datos posibles sobre aquellas personas —que de la noche a la mañana—, habían desaparecido de su vida y la de su hermano.

—¡Fuimos dos imbéciles al perderlos! —suspiró con nostalgia—. Ahora haré todo lo posible para recuperar lo que siempre fue mío... perdóname A-Cheng, espero que ambos puedan perdonarnos, en especial a Yibo... —susurró mientras contestaba una llamada entrante, viendo cómo el vehículo desaparecía de su campo de visión.

—¿Yibo? —sonrió al escuchar la felicidad en la voz de su hermano—. ¡Los encontré!

Porque aún te amo [YiZhan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora