¡Mía, Mía, Mía!

5.9K 322 255
                                    

Esto no es una historia. Solo es contenido adulto +18 ¿Por qué? Porque me gusta, lo amo, lo respiro y vivo para esto.

Por siempre suyo....un pequeño Kaos
















La miro arrugar la nariz en un tierno gesto que me hela el alma, su puño mueve con gracia ese maldito bolígrafo que no ha soltado hace ya media hora. Quisiera verla sonreír, y sé que va hacerlo, pues llevo alrededor de cinco minutos mirándole fijamente y puedo apostar a que en cualquier momento va a detonar de ira o vergüenza, quizá de ambas.

Nakiri no es como cualquier chica, no soy ciego como para no verlo ni tonto como para no admitirlo, pero hay algo que si he sido, dueño de mi propio autocontrol con respecto al sexo femenino. Sin embargo; he tenido ciertas inquietudes. Y bueno, por qué no decirlo, mi inquietud es Nakiri Erina.

Se ha colado en mi cabeza de forma que nunca imagine, ni buena ni muy mala, simplemente viene a mi mente de un golpe y me precipita en partes que es mejor no mencionar, por ahora. Últimamente, Erina ha recuperado una confianza que sin saber, resulta que es un fastidio para mí. Habla con chicos, con muchos chicos. Y eso, me cabrea, me molesta, hace que mis manos formen puños y los golpee contra lo primero que encuentro. No estoy celoso, pero uno pensaría que ella iría por el mejor postor...

Y claro, aunque suene como un maldito ególatra, el mejor postor soy yo y ni siquiera he podido obtener la atención que merezco de ella.

Quisiera quitarle el hielo al asunto, quitar ese deje de preocupación que me atenaza el pecho. No estoy seguro de lo que siento y tengo miedo de averiguarlo, la única realidad que conozco –y me aterra- es imaginarme la manera en cómo me apodero de Erina; visualizando como enredo mis manos en su largo cabello, como sin piedad, tiro de ella y la fundo contra mis labios, lamiendo su lengua, exigiéndole que el único sabor que pida venga de mí, mordazmente, que me entregue todo de ella o, que al menos me dé un pedazo de su ser.

Erina me pertenecía a mí. Sí, lo he dicho. Me pertenece más que a cualquier otro idiota que se atreva a hablarle o incluso a querer respirar el mismo aire cerca de ella. Quiero que me vea con esos preciosos ojos violáceos, que muerda su labio inferior con fuerza cuando las palabras se atoren en su garganta y que exhale tan fuerte cuando la tenga entre la prisión de mis brazos, mientras le beso, y tomo de ella, la inocencia que hasta ahora se la ha negado a todos.

Me he obsesionado con ella, a tal punto de que he buscado cualquier detalle de su persona. Preguntando, aprendiendo, deleitándome ciegamente en buscar un atisbo de interés por mí.

Los latidos de mi corazón se aceleraron sin remedio, mientras dejo salir un largo suspiro.

—¿Todo bien?— y por lo visto mi comportamiento le afectó, pues su máscara de curiosidad cae sobre mí y empieza a crepitar en mi corazón —¿Yukihira?— preguntó. Odio que me llame por mi apellido —¿Seguro estás bien?

La vi levantarse de la silla, mientras rodeaba su escritorio y se paraba frente a mí. Busqué en sus ojos el cielo y me arrepentí enormemente, quisiera besarla. Reaccioné segundos después de sentir cómo su mano se posaba en mi frente en un claro intento de asegurarse de que no cayese enfermo.

Estoy enfermo por ella.

—No tengo fiebre, Nakiri— sonreír, patéticamente lo hice.

—De acuerdo— dijo con abandono. Quitó su mano de mi frente y sentí un vacío por eso. —No tienes fiebre— repitió Erina, luego sonrió divertida mientras cruzaba los brazos sobre su pecho y apretaba esos frutos de carne que en algún lugar idílico de mi imaginación había jurado profanar día sí y día también —Pero algo tienes— dijo, divertida.

¡Mía, Mía, Mía!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora