Capítulo 14

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Daniel llego al departamento de Soledad con rapidez, encontrando una bolsa húmeda sobre el tapete de entrada, manchándola con un espeso líquido rojizo, aquel que también halló sobre la puerta, manchas que escribían la palabra <silencio>

Se acercó hacía la bolsa, hallando un pequeño conejo dentro de ella, sospechando que estaba muerto y que era su sangre la que estaba esparcida. Llevo una de sus manos a su nariz mientras tomaba fotos del lugar, dejándolas como evidencias, y pensó que Soledad no merecía ver aquella escena de esa manera, por ello llevo la pequeña bolsa al depósito de desechos de todo el apartamento y uso los papeles que humedeció en el baño de los conserjes para limpiar la puerta, limpiando todo rastro de sangre.

Sin saber qué hacer con el tapete sencillamente lo volteó, dejándolo al revés. Finalmente llamó al número de Soledad, esperando que estuviera bien.

-¿Daniel?

-Estoy afuera- Aviso -Todo está bien, puedes salir.

No escucho respuesta, solo permaneció en silencio mientras esperaba a que ella saliera. Después escucho como la puerta era abierta, y a penas alzo la mirada sintió como un pequeño cuerpo se refugiaba en él, abrazándose fuertemente.

-Gracias por estar aquí, gracias- Repitió en su pecho, escondiendo su rostro en el mismo lugar -Estaba tan asustada.

-Está bien- Susurro, acariciando su espalda -Me encargue de todo, tranquila.

Se separó con lentitud, observando enteramente la entrada de su hogar.

-Pero...

-Tome fotos antes para probar en los tribunales que fuiste amenazada, tranquila- Acaricio levemente su hombro -Me aseguraré que esto no vuelva a suceder.

-Estoy segura que fue él.

-De ser así se probará en el juzgado, ¿Bien?- Asintió, alzando sus cejas -Ahora ve a descansar, es tarde- Señalo.

Pero Soledad permaneció en silencio, y justo en ese momento Daniel se dio cuenta de la ligera bata de satén que ocultaba ligeramente su cuerpo.

-No quiero estar sola- Confesó.

-Puedes... Llamar a una amiga cercana.

-Sabes que no tengo eso- Susurro -Por favor, solo quiero saber que no estoy sola en el departamento.

Sabía que no era correcto ni recomendable, que incluso podía perjudicar en su caso. Pero podía ver la necesidad en sus ojos marones, como gritaban que de verdad no quería verses en la desesperante situación de estar sola bajo esas circunstancias.

Y él no fue lo suficientemente fuerte para negarse.

-Bien- Exhalo, apartando la mirada -Dormiré en el sofá entonces.

-Ni hablar, tengo una habitación para huéspedes- Informo mientras tomaba su mano, adentrándose en su elegante departamento.

-Me conformo con el sofá- Insistió, dejándose llevar por el pasillo, parando frente a una puerta de color negro.

-Yo no, vamos. Estarás mucho más cómodo ahí.

Asintió, observando como abría la puerta y le deseaba en un susurro buenas noches. A penas quedo a solas en aquella habitación cerró la puerta, retirando la chaqueta sobre su cuerpo y retiro los zapatos de sus pies, recostándose con incomodidad, pensando en el raro desenlace que torno su noche.

...

-Quiero vomitar.

Mariana volteó a ver al hombre que permanecía a sus espaldas, encontrándolo inclinado sobre sus rodillas, dejando ver lo cansado que se sentía. Después de encontrarlo en la barra, y percatarse del mal estado en el que se hallaba, sin mencionar que no paraba de repetir que deseaba que ella no fuera nada más que un sueño, decidió llevarlo con ella en la búsqueda de la mujer de los ojos verdes, quién parecía haberse esfumado del club.

El placer de tus labios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora