Here is he, again.

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El joven se movió en crudo silencio por la habitación, arrastrando los pies al mismo suave ritmo de su débil respiración. Pasó las manos con frustración su cabello antes de dejarse caer en la sucia y mullida alfombra de mal gusto que alguna vez fue de un agradable color gris claro, soltó un pesado suspiro que se perdió de inmediato en el silencio del lugar. Podía llorar y gritar hasta que sus pulmones se deshicieran, pero la respuesta que recibiría no sería más que el eco de su propia voz, y, probablemente ese era el motivo de que la lágrimas solo cayesen silenciosas por sus mejillas, atrapadas en el rostro quieto e inexpresivo de un chico que ni siquiera se sentía capaz de sollozar. Parecía que el simple acto de respirar fuese a romperlo, y de algún modo eso era lo que él en realidad deseaba.

Pudo oír vidrios rompiéndose en la oscuridad que entonces acechaba en la habitación. Y fue en ese momento, cuando casi hipnotizado comenzó a moverse con energía renovada, y apenas consciente de sus pasos no fue capaz de notar a donde se dirigía.

Con la extraña sensación de estar cayendo se detuvo frente a la ventana del balcón, elevando la vista desde sus lustrosos zapatos negros, se encontró con una imagen totalmente inesperada.  El chico rubio causante de su llanto estaba ahí, mostrando nada más que una sonrisa avergonzada, cuya luz destacaba en la oscuridad de la noche. Pero al hacer ademán de abrir la ventana para dejarle entrar recibió un inmediato gesto negativo del ojiazul, que luego de eso apoyo su mano en el gélido cristal, encogiéndose de hombros sin cambiar la expresión de su rostro.

-Lo siento por todo, Mikey ¿Tomarías mi mano una vez más?-El más bajo no supo reaccionar ante esas palabras, quedándose estático en su posición sin apartar la vista de los bellos ojos de la persona a quien más amaba en el mundo. O que bien se podría decir, era su mundo.

-Lukey, no puedo atravesar la ventana, deberías entrar-Concluyó anonadado luego de segundos que a ambos no pudieron parecerles menos que horas.

-¿De verdad crees que no puedes hacerlo?-Suspiró levemente decepcionado. Y por un segundo a Michael le pareció ver su expresión distorsionada en una mueca de disgusto, pero solo un simple instante, pues en un parpadeo su sonrisa inicial reapareció-¿Por qué no intentarlo?

Dudó unos segundos, pero no había alguien en el mundo en quien pudiese confiar más que en él. Aunque aún extrañado terminó por extender su mano, y, esperando encontrarse con un frío cristal que lo sacaría de su ensoñación irracional no pudo hacer más que sobresaltarse cuando el calor de la piel del rubio contrastó con el frío de la propia. Se estremeció, no debió siquiera dudar de lo que Luke decía.

Lo observó con atención,  sus mejillas nuevamente rebozaban de color, y sus ojos volvían a mostrarse llenos de vida. Sí, definitivamente ahí estaba Luke, el chico a quien había llegado a amar más que a sí mismo, la misma persona a quien creyó perder se encontraba ahí, parada frente a él sin dejar de mirarle mientras sus manos entrelazadas compartían el débil calor que no logró sentir en él la última vez que había estado junto a él.

Un leve chispazo de cordura incendio de pronto su mente, nada de lo que sucedía tenía sentido alguno, recordaba su último encuentro, Luke no podía estar ahí, ni podría estarlo jamás. Parpadeó intentando aclarar su visión, como esperando que la imagen del rubio desapareciera, pero continuó ahí, con la misma expresión que había mostrado desde su aparición en el balcón. Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Michael, la expresión del muchacho no cambiaba, porque él en realidad no estaba ahí.

-Pero Luke…tú estás muerto-Sus labios temblaron al pronunciar tales palabras, que solo pudieron parecer sin sentido en esos momentos, el sonido de su voz revoloteó por el lugar y regresó a sus oídos, haciéndole reaccionar. Y todo lo que pareció real hasta entonces, se quebró, dejando paso al frío de lo que era la verdadera realidad.

La imagen proyectada en el espejo había cambiado completamente, el cabello rubio del joven se vio reemplazado por el negro que el mismo había teñido pocos días atrás, a la vez que el azul de sus ojos se convirtió en el verde claro y brillante que tan bien recordaba, pues eran sus propios ojos. Se descubrió a si mismo observando boquiabierto su reflejo en el espejo, su boca abierta hacía notar aún más sus labios temblorosos. Luke había desaparecido, y ya solo podía apreciarse a sí mismo, incrédulo. Mientras destellos plateados caían lentamente a la gris alfombra del lugar.

Estaba en la misma tormentosa habitación de la que creyó alejarse un rato atrás. Observó sus manos cubiertas de sangre frente al espejo que acababa de ver caerse a pedazos, al notar que el liquido carmesí se encontraba seco sobre su piel supo que la locura había terminado por atraparlo.

No le bastaron más que pocos segundos para llegar realmente al balcón. Tomó su último aliento y parado en la baranda se preparó para dar un paso adelante. Deteniéndose ante el tumulto de voces aparecido en su mente, gritando algo indefinible ¿Querían detenerlo? Quizá merecía vivir con su naciente locura, pero no quería hacerlo. Los gritos aumentaron en intensidad y la risa del joven se elevó entre el frío nocturno, justo antes de que una voz se sobrepusiera a las demás.

Hazlo, Michael.

Mirror |One Shot|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora