DISCLAIMER: ESTA HISTORIA NO ME PERTENECE. SOLO HICE EL TRABAJO DE EDICIÓN.
DISCLAIMER 2: CONTENIDO LESBICO.
Se comía ese tazón de pepinos con limón y sal con tal disfrute, que hacía que a cualquiera le parezca un manjar aún sin probarlo. A mí personalmente no me gusta el pepino, me parece desabrido, aún con especias, no logro encontrarle el gusto. Estoy tan ensimismada viéndola comer que me ofrece un poco, pero la rechazo. Me anima a que pruebe y le doy mis razones para no hacerlo, pero como no le gusta darse por vencida me pica diciéndome:
–Si te comes un tazón igual a este, te concedo un deseo.
Bingo. Mi curiosidad se despertó y, al pronunciar la palabra deseo, inmediatamente me tuvo a sus pies. ¿Quién en su sano juicio perdería una oportunidad de que le cumplan un deseo? Las ideas de lo que le iba a pedir cuando ganara, porque era claro que ganaría, me brotaban por todas partes. Ya tenía hasta nervios de pensar tanto.
Al ver mi cara repleta de curiosidad sonríe y me vuelve a picar.
– ¿Entonces? ¿lo tomas o lo dejas?
Madre mía, hasta alcancé a vislumbrar una chispa de maldad en sus ojos. Me creía vencedora, pero era claro quien cayó en la trampa de quien. Tragué en seco.
Mi tazón fue llenado con grandes y gruesas tajadas, se me haría muy difícil comerlo así. Tomé un tenedor y comí uno a uno de los trozos que tenía en el plato con su mirada fija en mí. No sé si disfrutaba verme sufrir o si mi cara era demasiado graciosa, pero lo cierto es que no me dejaba ni tragar en paz con sus ojos clavados en mi rostro.
Camille era de piernas largas y firmes, cadera pronunciada, cintura de avispa y senos de mano, una figurita de infarto por donde se le mirara.
Devoré todo y con mi sonrisa triunfadora me levanté de la mesa, le entregué el tazón, le di un beso en la mejilla y salí de su casa despavorida. Cuando llegué a la esquina pedí una Coca–Cola en un estanco que estaba ahí y pude recobrar mis papilas gustativas. Estaba ya a punto de vomitar. Me apoyé en el mesón para pagar y siento la notificación de un mensaje en WhatsApp que decidí ignorar. Tomé un taxi y, al llegar a casa, lo primero que hago es desnudarme, tomar mi teléfono y poner mi playlist a sonar, al tiempo en que abría la regadera. Me lavé el cabello, froté mi cuerpo y, cuando me sentí lo suficientemente limpia, salí y me enrollé en las toallas. Una vez en la cama decidí entrar a ver los mensajes, era Camille que, preocupada, me había enviado lo siguiente:
"¿Te surgió algo importante?" "¿por qué te fuiste así, estás bien?" "¿podrías por favor responderme? Estoy preocupada, me dejaste tirada con el tazón vacío en las manos sin entender nada."
Me eché a reír al ver su último mensaje, pero no podía decirle que salí corriendo porque estaba a punto de devolver lo que ya me había ingerido, así que desvíe el tema y le respondí:
"Ciertamente gané, así que voy a cobrar mi premio, te espero a las 10:00 pm en Boomba, por favor sé puntual."
Sin más, me empecé a arreglar. Me coloqué un short blanco, una camisa de rayas rojas con blanco y unos mocasines grises claro. Alisé mi cabello, me coloqué perfume y me dirigí al lugar de encuentro. Revisé la hora al llegar.
"Bien– pensé– llegué veinte minutos antes."
Mostré mi identificación y me dejaron pasar. Al entrar, ví a Mark que me saludaba desde la barra mientras preparaba unos cócteles. Me acerqué, le dí dos besos y le pedí un Martini bien cargado. Al escuchar mi orden, me preguntó con tono curioso:
– ¿Nerviosa? ¿o son ideas mías?
Vaya, sí que me conoce bien. Fuimos compañeros en la universidad hace algunos años y compañeros de copas otros cuantos más. Definitivamente él sabía cuándo algo rondaba por mi cabeza. Me dio mi trago y me lo tomé de un solo sorbo. Al terminar le respondí.