Parte única

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Un golpe bien dado en la quijada fue todo lo que necesitó para hacer que su enemigo temblase antes de que cayera inconsciente. Un debilucho, como todos los demás que ahora yacían en el suelo, sangrando y gimiendo dolorosamente por las fracturas que seguramente ahora destrozaban su carne. Eran basura.

Tomó su bolso, que descansaba junto a los pies de uno de los "delincuentes" – aunque solo de nombre – y la puso en su hombro mientras salía del callejón. Por la mirada de los transeúntes supuso que su apariencia no debía ser la mejor, algunos de esos idiotas le habían logrado dar algunos golpes, pero nada digno de verdadera mención pues solo pudieron lograrlo cuando todavía lo superaban en número.

Caminó con calma, dándoles una mirada de hielo a todo aquel que se atreviese a mirarlo a los ojos. No era de su incumbencia. No tenían que meterse.

Llegó a su departamento por fin y luego de subir los dos tramos de escalera, comenzó a buscar en su bolso las llaves de la entrada cuando una mancha amarilla apareció por el rabillo de su ojo justo antes de que un grito se alzase sobre el sonido de los autos y sus motores.

– ¡Sasuke! – chasqueó la lengua molesto, había esperado poder evitar encontrarse con él en esas condiciones.

Naruto se detuvo a un metro de él con una gran sonrisa en el rostro y sus ojos azules brillando con aquel aire inocente que, a pesar de los años, se había mantenido intacto. Pero su sonrisa se esfumó una vez que su mirada lo hubo enfocado bien, entonces Sasuke supo que la misma escena de todos los días iba a repetirse.

– Otra vez estuviste peleando – era una afirmación, no una pregunta.

– ¿y que si lo hice? No eres mi madre para decirme que hacer y que no – por fin se escuchó el click de la cerradura y la puerta se abrió. Sasuke estaba dispuesto a dejar el asunto hasta ahí, pero sus planes nunca resultaban cuando ese rubio entrometido aparecía.

– No vas a escaparte esta vez – dijo con un tono decidido, interponiéndose entre su compañero y su única salida.

– muévete, dobe – ordenó con frialdad. No estaba de humor, no hoy.

– ¡no! Solo te metes en más y más problemas, un día de estos vas a acabar muerto, Sasuke – su voz se cortó con la última oración. Pero la expresión del azabache permanecía fija, como si estuviese tallada en piedra.

– si eso ocurre será mi problema, ahora déjame pasar.

– ¡me niego!

– ¡Naruto! – pudo distinguir como el pecho del moreno subía y bajaba por lo rápido de su respiración, además del como sus ojos se habían humedecido ligeramente, aun así, pareció entender por fin que era inútil discutir y solo apartó uno de sus brazos del marco de la puerta, permitiendo que Sasuke pudiera ingresar en su hogar.

En silencio, Naruto entró detrás de él y cerró la puerta antes de caminar hacia el baño como lo hacía cada vez que encontraba en esas condiciones. Siempre era así. Sasuke llegaba golpeado, discutía con Naruto y cuando entendía que no tenía sentido seguir peleando, entraba con él e insistía en tratar sus heridas. Con el tiempo ambos se acostumbraron a esa rutina insana.

Sasuke gimió a causa del dolor que provocaba el desinfectante en los cortes en su espalda. Naruto procedió a vendar las zonas heridas, deshaciéndose del vendaje más viejo y manchado, mientras que Sasuke volvía a ponerse la camisa blanca escolar.

El silencio llegó a un punto en que era asfixiante, pero ninguno hizo nada para cambiarlo. Naruto solo caminó hacia la cocina y comenzó a preparar la cena. Por más enojado que estuviese, Naruto permanecía allí, cuidando de él.

¿Qué es lo que quieres? (SasuNaru)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora