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Su apartamento seguía tal y como lo dejó años atrás, antes de regresar a China. Eran siete años desde aquella vez, desde la última que estuvo en ese país del cual se había llevado muchísimos recuerdos. Recuerdos y memorias que, por supuesto, no abandonaron su mente pese a ser parte de lo único que, en su momento, fueron los mejores, vivencias que le regalaron más felicidad que nunca.

Con el paso del tiempo se fueron tornando nostálgicos, y con dicho sentimiento reflejado en su apagada mirada, Chenle recorrió cada cuarto.

Estaba de vuelta justo el día de su cumpleaños. Ya no era más el heredero de los Zhong, sino el primer hijo que resultó ser una deshonra por tener distintas preferencias. O eso creyó que circularía por los medios. Después de luchas constantes e intentos inútiles de hacer cambiar a su hijo, los viejos Zhong decidieron solo quererlo y permitirle ser libre. Por eso había viajado a Corea una vez más, sin nada más que una maleta y una esperanza que ni siquiera tenía clara.

No se molestó en encender las luces, no las requería. Abrió las cortinas y dejó que se colara la luz de luna por el vidrio de las ventanas, asimismo, pequeñas pero cada vez más presentes ráfagas de aire frío pertenecientes al invierno pronto a empezar.

Su piano también seguía ahí. Por impulso caminó hasta él, tomó asiento en el banco y observó las teclas brevemente, meditando antes qué podría tocar.

Las primeras notas resonaron y, tras la pausa que la oleada de emociones que recibió le obligaron a hacer, sonaron las demás. Cerró los ojos, se dejó llevar, presionó fuerte cada combinación de teclas y de sus lados entreabiertos entonó, suave y con su característico tono de tenor, la canción que más se adaptó a sus sentimientos de ese día, de todos esos años.

"Had a perfect picture in my head
With you in the most beautiful dress
I look happy as ever
How did I let u go again...".

Jisung. Tan presente en su día a día como si hubiera seguido con él cada uno de éstos. En imágenes vivas, sueños lúcidos. En cotidianidades, en cualquier cosa absurda que tuviera relación con él y en las que no. Desde el primer instante hasta la actualidad. ¿Cómo era posible no haberle olvidado y superado?

Su culpa por haberse rendido tan fácil.

"Now I’m standing alone in the rain
Like the kinda movie that we used to hate
Wish I could take back the time
But I know this time it’s real...".

El tiempo era inmanejable, pero era obvio que si tuviera el poder para moverlo a su antojo, regresaría para erradicarse, para correr a sus brazos en lugar de evadirlo todo, o tan solo para sentir su calor una vez más y así no sentirse tan, tan solo.

"Hate that I’m singing this song
I hate that I have to be strong...".

La culpa era totalmente suya. Suya y de nadie más. No debería estar cantando aquella canción dándole aquel sentido. No debería estar llorando, porque su pesar era obra de sus propias manos. Debía ser fuerte y afrontarlo, en cambio.

"Hate that you’re gone
I hate all my flaws
Hate that you love someone else...".

Afrontar, aceptar sus fallas, que ya no estaba y que, muy diferente a él, debía hallarse muy feliz, con una familia nueva o un matrimonio feliz. Ya venía siendo hora de decidirse por un camino y no ver más atrás, donde los recuerdos le acechaban. Ye era hora, pero...

«Jisung, ¿dónde estás?»

"Really wish there was a way
To do it all over and erase
All the beautiful memories
Now it’s just killing me
Oh, baby...".

El último coro no pudo ser cantado porque, de repente, perdió toda fuerza en sus manos y el resto de su cuerpo. Sus manos resbalaron de las teclas y cayeron a sus costados al finalizar aquella estrofa. Las lágrimas pararon, pero para dar entrada a un dolor duplicado, centrado en su pecho. Mas no un dolor tortuoso, sino uno que se manifestaba como un enorme vacío, una abertura gigante en el corazón.

Tal vez estaba tocando fondo. Tal vez se estaba dando por vencido sin haber hecho algo realmente. Porque los años transcurridos era un gran factor. ¿Ese era el momento donde al fin se decidía a continuar con su vida?

-Feliz cumpleaños, Chenle. -Era su voz.

Chenle volteó y palideció al verle parado en la puerta.

Jisung estaba más grande, se notaba en sus facciones más maduras, en su cabello negro, la pequeña y cálida sonrisa y los ojos profundos, a punto de reventar.

Jisung le había ido a buscar en su cumpleaños cada año.

No era coincidencia ni casualidad, igual a como se conocieron, fue su reencuentro. Supo de dónde vino, entonces, la esperanza que antes no tuvo sentido, mas le hizo moverse y viajar hasta ahí de nuevo.

El destino, ese en el que creía gracias a Jisung.

Hate everything. (Chensung)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora