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(Alpes Suizos, atardecer)

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(Alpes Suizos, atardecer)



El Comienzo




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Han pasado seis años desde que Clara pudo caminar, seis.

Heidi, ya adolescente, de 16 años, es toda una mujer.

Todo seguía igual: Los Alpes, el abuelito, las cabras y mantenía su amistad con Pedro.

Pero la joven al no tener una figura materna y paterna, tenía que descubrir los secretos de la madurez por si misma, debía crecer, entender y conocerse.

Ese mismo día iría a las montañas con su mejor amigo, ya que había nacido un cabrito y necesitaban hierba olorosa para poder obtener leche de calidad. Decidió madrugar y desayunar para no perder tiempo, ya que el joven Pedro era muy puntual con su trabajo.

—Buenos días, Heidi.

—Buenos días, abuelito.

Aunque no hayan pasado tantos años, la vejez del abuelo se hacía presente. Había que estar más pendiente ya que el "Viejo de los Alpes" en algún momento iba a llegar a cierta edad. Esto frustraba a Heidi pero su ánimo subía rápidamente cuando se convencía de que el abuelito había hecho todo por ella cuando nadie más lo hizo, ella haría lo mismo. Después de todo era su abuelo y lo amaba más que nada y nadie en el mundo.

—Supongo que subirás a la pradera, verdad? —preguntó el abuelo, acercándose al ropero donde guardaba sus pertenencias como platos, vasos, mantas, ropa, etc. Heidi asintió— Bien, debo ir al pueblo, el otoño de acerca y hay que comprar comida para la casa de Dörfli.

—Si, sobre eso quería hablarte. Te ayudaré por supuesto pero falta un mes todavía. —respondió Heidi acercando leche de cabra a su boca.

—Oh si pequeña, no sólo voy a comprar, debo ir a la cabaña de Pedro a re acomodarla para estos vientos que seguro vendrán dentro de poco. Si se me hace muy tarde me quedaré allí.

—Está bien, pero escúchame Abuelito. Ten cuidado, estos días has estado adolorido de la espalda, no quiero que te sobre exijas. —dijo Heidi preocupada.

—No te hagas la cabeza con eso niña. Te prometo que no haré fuerzas mayores...— el abuelo fue interrumpido por un silbido.

—Pedro ya llegó, debo irme si quiero llegar temprano ya que no estarás aquí. ¿Te cuidas de acuerdo? —dijo Heidi levantándose de la mesa y tomando sus bolso con la comida.

—Si pequeña, nos vemos mañana.

Heidi se acercó para darle un tierno beso en su mejilla, el abuelo solía ser un poco testarudo a veces así que debía ponerle orden. Salió con sus cosas y fue directo al corral de las cabras para sacar a Diana, Blanquita, Bonita y la cabra más pequeña quien no tenía nombre aún. Divisó amigo acompañado de un silbido.

Mountain | Heidi&PedroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora