ADIRAEL INFERNO;
Un suspiro.
Eso bastaba para hacerme perder el control. El detonante que obliga a perder el absoluto juicio de cualquier ser demoníaco o celestial... porque un suspiro inocente, es la madre del pecado. Lograr despertarlo de tanta pureza era algo increíble, provocarlo era algo casi inviable.
Entonces, recordaba que era el hijo del mal. Ahí siempre esbozaba una sonrisa, delatadora del presuntuoso y vanidoso egocentrismo narcisista hijo de puta que me caracterizaba.
Nunca fallaba, ser caritativo y piadoso no era lo mío.
—Nunca voy a rogarte nada—afirmó en un susurro, asegurando su soberbia.
—Nunca voy a pedirte que me ruegues—declaré—. Soy mucho más orgulloso de lo que piensas, tanto, que el simple hecho de pedirte algo ya sería rebajarme.
Sonrió con cierta pizca de protervia.
—¿Y yo soy la orgullosa?—inquirió en tono cachondo—. Ese orgullo acabará matándote a ti también.
Acompañé su sonrisa, con otra aún más traicionera. Dejé de juguetear con su coño y me aproximé a sus labios, unos que de tanta humedad ya no podían aguantar un segundo más sin ser devorados.
La miré, mientras apoyaba las dos manos en la arena de la playa, a escasos centímetros de su cuello, una a cada lado.
—La soberbia no mata al diablo... Lo consume.
—Entonces, te consumirá a tal punto que acabará devorándote.
—¿Tú crees?—me burlé—. ¿Y qué es exactamente lo que acabará consumiendo mi soberbia?
—Claro—sonrió mirando hacia un lado, dándose cuenta de la estupidez humana. Su cuello iba a reventar por la cantidad de sangre y rapidez con la que estaba trabajando su corazón—. No mata si no tienes alma.
¿Por qué no podía parar de desearla?
—Ya lo hace.
Su cuello era mi debilidad, la carne que componía este era un gesto libidinoso que arrancaba el ego de la superioridad. Algo así podía provocar la muerte en un soberbio, tan altivo que moriría antes de aceptar que eso le arrancaba un suspiro.
Zahara me sostuvo la mirada con franca sed de anhelar más el apetito carnal. No decía nada, no estaba dispuesta a rogar sin ser rogada, a pedir sin ser suplicada, era tan orgullosa e independiente, que solo pensar en ello era un endemoniado frenesí.
¿Dónde ha estado escondida todo este tiempo?
Me volvía loco una mujer con tantos principios, me mataba el hecho de saber que no cualquiera la dejaba sin aliento, que nadie más la hacía temblar y con una mirada, obligaba a ser admirada con tanto orgullo como respeto.
No merecía ser follada en la arena de la playa, en el suelo... Eso no era digno de alguien como ella. Ella merecía mucho más, merecía el cielo, pero, ¿Cómo demonios se lo iba a entregar?
No podía entregarle tanto, por este motivo los demonios no teníamos alma... Lo único que nos aterraba era la pureza, si la destruimos, nos sentíamos vivos, y la palabra vida solo se asemejaba al tener alma.
—¿Alguna vez has volado en las alas de un demonio?
Sorpresa era la alteración emocional que se encargó de reinar en su rostro.
—Nunca.
—¿Tienes miedo a caer, Evans?
La coña no le afectó en lo más mínimo, es más, eso fue el detonante perfecto para que le arrancara una sonrisa. No podía jugar contra su orgullo, ahora ya lo sé.
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|ENTRE CAÍDOS|©
RomanceLucifer tuvo tres hijos que fueron enviados desde los cimientos del infierno a la tierra. Cada uno de ellos poseía la virtud del demonio. Adirael, Azatriel y Agares son egocéntricos y soberbios, mezquinos y groseros, con el atractivo de unos cuerpos...