— ¡Gracias por la comida!— encoraron todos los presentes esa noche frente a la mesa, listos para cenar.
— ¿Me puedes pasar la salsa de soya, Manta?—pidió Yoh hablando con su mejor amigo que estaba casi a su lado, pero en ese momento alguien distinto al aludido le extendió lo que solicitó.
—Soya—expresó Opacho al tiempo que mantenía extendiendo un frasco de salsa de soya al shaman de Izumo.
—Oh ¿Tienes tu propia salsa?—cuestionó Yoh mostrando una sonrisa incomoda.
—A Hao-sama le gusta la salsa de soya, se la doy todos los días—respondió la pequeña sin inmutar su expresión facial.
Todos los presentes miraban sin decir nada a la niña de color que estaba justo al lado del Asakura, excepto la itako, quien calmadamente empezaba a comer después de haberle dado una bofetada al que seguramente era responsable de la situación.
—Estoy esperando una explicación—dijo manteniendo un gesto de tranquilidad con los orbes cerrados.
—Si...—respondió Yoh mientras Opacho trataba de aliviar el dolor de su mejilla, colocándole el frasco fresco en el que mantenía su salsa de soya.
Opacho había sido enviada por Hao para ser el guardia de Yoh, era por esa razón que ella estaba justo ahora a su lado y no parecía tener intenciones de alejarse. Había sido enviada además con un mensaje -que más bien era una amenaza- por parte de su señor, quien le demandaba a Yoh que regresara al torneo del cual había desertado a penas el día de ayer, de lo contrario iría a asesinar a los chiquillos Munzer junto con su Golem. La explicación que parecía tener esta orden, era que Hao necesitaba a su hermano para volverse el rey shaman; sus intenciones eran consumir el alma de su gemelo -su otra mitad- y así volverse más fuerte que cualquiera. Pero para ello Yoh debía ser fuerte, mucho más fuerte de lo que era actualmente y la única forma de conseguirlo parecía ser siendo participante de las peleas donde adquiría conocimientos y experiencias.
—Entonces ¿Qué es lo que harás?— dijo aun calmada su futura esposa mientras bebía té a su costado ignorando como los miembros del equipo de Len peleaban como siempre.
El castaño recargó el mentón sobre la mesa y suspiró.
—Un samurái nunca se retracta de su palabra...—explicó mientras cerraba los ojos exhausto—El problema es Hao, no puedo ignorarlo...— musitó casi con fastidio mientras seguía pensando.
—Incluso si el señor Mikihisa se encargara de cuidar a esos niños no será nada fácil defenderlos de Hao...— comentó Tamao uniéndose a la conversación, intentando ayudar al chico que quería a encontrar una solución.
—No—respondió la futura Asakura dejando la taza donde tomaba té sobre la mesa y entonces enfocó sus ojos inexpresivos en él—. Lo que pregunto es lo que quieres hacer.
Su prometido la miró sorprendido, pues no se esperaba aquella pregunta.
— ¿Mi voluntad?
Ella lo miró aun tranquila.
—Así es ¿Qué te dice tú corazón?—cuestionó en un tono casi amable.
Yoh solo fue capaz de mirarla sin concederle una respuesta, aunque sabía que ella sería paciente para aquella contestación... Porque no iba a ser fácil llegar a una solución correcta. Y entendía también que dependiendo de la respuesta que encontrara, ella iba a actuar. Porque ella lo amaba y sus actos se acoplaban de acuerdo a lo que él realmente deseara. Él había decretado que deseaba volverse el rey, y por esa razón ella se había esforzado en ser dura y estricta en los entrenamientos, originalmente ella tenía ese carácter, pero aun así ella luchaba junto con él para fortalecerlo. En verdad era una manera extraña de mostrar su amor, pero él lo apreciaba.
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Un heredero para los Asakura
RomanceEllos eran jóvenes, él tenía sólo 15 años y su novia 14. Pero pese a su corta edad, los adultos habían decidido que ellos debían tener un hijo para tener asegurado al siguiente heredero de la familia.